26.-Pobrᥱ dιᥲbᥣᥲ. -Doᥒ Omᥲr.

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 "¿Quién me hace el favor de ir a la bodega a comprar café, azúcar y un pan canilla? Es que les tengo un cuento

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 "¿Quién me hace el favor de ir a la bodega a comprar café, azúcar y un pan canilla? Es que les tengo un cuento.

Ok, ya con seriedad. Ordenemos esto cronológicamente.

A lo mejor tú dirás, ¿Por qué es necesario un salto en el tiempo tan arrecho? Es decir, ¿Por qué llevarlos a primer año? Pues sencillo, hoy vamos a resumir la patética vida amorosa de un personaje tan odiable como cuestionable.

Y es que todo empezó allí, bueno, es que si supieran qué más de un peo nació ahí.

—La mirada al frente, Diego. No se te ha perdido nada en el suelo. —un agarre fuerte, se puso sobre su hombro. Diego soltó un suspiro corto antes de mirar al frente, hacia la entrada del lugar que ya había visitado antes por pertenecerle a su papá, solo que no como estudiante.

Y era arrecho, porque estar en su posición, significaba que todo el mundo iba a mantener un límite contigo en cierta forma. Y con esas miradas que tenían sobre él cuando entró, le decían exactamente, que si se acercaban a él, sería única y exclusivamente por interés. Hasta los de quinto año lo veían con cierto recelo, y él era demasiado pequeño como para entender que su papá no era una moneda de oro, con lo que los demás esperaban que él fuera igual de mierda que él.

Pero él se propuso no ser así. Aunque le estaba saliendo difícil, era atravesar un pasillo y las personas callaban su conversación para verlo, nadie confiaba en él y era entendible que lo vieran como quién fácilmente iría a decirle a su papá quién habló mal de él en el día.

Está bien, podía tener un poquito de paciencia, quizá conseguiría amigos después.

Pero no, ni siquiera uno. Comenzaba a odiar su entorno, quería hasta cambiarse de liceo y ser un niño normal como todo el mundo, ¿Qué tanto costaba eso?

Pero al parecer, quedaba como un egoísta y malagradecido según su papá, no tenía que desestimar sus esfuerzos y debía estudiar ahí, que al final del día, todos le debían respeto, pero si respeto significaba miedo, rechazo, sentirse apartado, ¿Entonces de que servía?

Unas semanas después de empezar, lo tuvieron que mover a él y dos compañeros a 1° C para nivelar la matrícula en cada salón al mismo número. Diego pensó que probablemente la vida lo debía estar odiando, ¿Cómo se supone que se iba a poner al día con ese salón? Eso estuvo pensando mientas veía desde el último pupitre de su fila, él caos con patas que era ese salón, es que solo era salir un profesor unos minutos y de vaina que no sacaban el escritorio por la ventana.

Y había en particular, una personita entre esas, que había llamado su atención. Solía ser ruidoso, lanzar aviones de papel o taquitos contra la pizarra, tenía una risa muy bonita y era más cachetes que persona.

—¡Verga, perdóname! —Recuerda eso como las primeras palabras de aquel chamito, que se aproximó hasta él, revisando que no le haya sacado un ojo con el avión de papel que chocó contra su rostro. —¿Te aporrié?

TODAVÍA LLEVO TU NOMBRE EN MI CUADERNO ;; 𝖼𝗁𝖺𝗇𝗀𝗅𝗂𝗑..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora