O2: between talks and sweets.

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Los días de exámenes podrían ser un castigo para algunos; una felicidad para otros y, raramente unos cuantos los tomaban como un día igual que el anterior. 

Al no tener una vida llena de interrupción, el peligris omega prefiere organizarse; estudiar, repasar, memorizar y darse unas horas de descanso para continuar. Fácil según los consejos de su papá. Finalizó el examen de ese día, ahora mismo, debe esperar en su pupitre mientras hace garabatos en su cuadro, con un chupetín en la boca, endulzando su palar.

Hay destellos de diversión en sus bonitos ojos, veía el sufrimiento atravesar los rostros de sus compañeros, lo sintió como una venganza bien jugosa. 

Hace poco meses, unas omegas se sobrepasaron con él, "bromita" le habían dicho, ese día sufrió bastante, sollozo bastante y su corazón ardía, ser embarrado de pintura frente a todo el instituto no es un lindo recuerdo.

Un sentimiento amargó floreció en lo profundo de su pecho, las lágrimas rebalsó de sus orbes y se sintió muy humillado, mientras que esa noche el picazón crecía a lo largo de toda su acaramelada piel que adquirió un color rojizo, odió a sus compañeros. Sin embargo, al verse todo perdido, hubo alfas que lo protegieron, esos básquetbolistas habían sido amables y muy dulces con él, ayudándolo en ese momento.

Recordar esa sensación en todo su cuerpo, aquel picazón insoportable y fue llevado al hospital, siendo consentido por su papá y hermano. 

Aunque nunca sabría que los alfas esperaban afuera por alguna noticia suya...

── Joven Shim ──llamó el profesor, sobresaltándolo. Presto su atención al mayor── Puede salir ──aceptó, alzando sus comisuras a una sonrisa mientras veía a todo alumno y espetó── Déjeme con estos holgazanes.

No hubo arrepentimiento alguno cuando junto a su mochila, abandonó el salón con envidiosas y molestas miradas a sus espaldas, Jake aún con el chupetín en su paladar, se tomó el tiempo de concurrir por los aislados pasillos, a veces tener el cariño de los superiores tenía una ventaja en grande.

Caminó en pequeños saltos por todo lugar; visitó los salones de música, los de arte, los de teatro (que ocupaban el nuevo escenario arreglado) Sé sintió un poco intimidado al chocarse con el antiguo salón de teatro, no habitaba nadie allí, menos los de limpieza, seguramente había polvo y mucho amontonamiento de sillas, mesas y materiales destrozados espaciados en montón.

Y finalmente, llegó a el enorme campus de deportes. Visualizó a los corredores, a los grupos de omegas porristas y... básquetbolistas. Sé ruborizo, aguantando una carcajada que el peligris se esmero en detener.

En las típicas novelas que Jake veía siempre; los populares alfas de un atractivo indiscutible son; arrogantes, misteriosos, presumiendo lo mujeriego que podían llegar a ser, humillando siempre al bobo iluso enamorado que tenían como perrito faldero detrás de uno. ¡Vamos! Un clásico que muchos han de leer o han leído alguna vez.

Pues el panorama que tenía en frente no era a comparación a lo que imaginó. Esos alfas de músculos fuertes y firmes, esos alfas que desprendían sus aromas que gustaban en marcar territorio, todo lo que uno puede llegar a pensar como alfa, el macho.

Esos mismos básquetbolistas, en vez de ejercitarse, jugaban con pistolas de agua, mojando al otro. En lugar de presumir sus músculos, jugaban a fingir un casamiento entre ellos como alfa y omega, usando sus propias remeras como el velo de la novia. En vez de ser arrogante y misteriosos, ellos reían a carcajadas mientras otros alfas ponían el balón de básquet en sus panzas fingiendo un embarazo y jugar entre sí.

«...tuve una idea errónea de ellos, al parecer» pensó, riéndose un poquito al ver la infantil pelea que se armó al beso entre dos alfas que hacían mueca de asco pero, acompañadas de risas. De inmediato recordó la invitación.

¡𝗡𝗢 𝗦𝗢𝗬 𝗚𝗢𝗥𝗗𝗜𝗧𝗢!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora