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Hoseok

Lena siempre iba a ser Ángel, mi pequeño angelito que no debió existir, pero lo hizo y a pesar de todos los dolores de cabeza y sufrimiento, la amaba y haría por ella lo que fuera. Eso era lo que cualquier padre haría por su hija y no me importaba si solo era su padre por la sangre que tuve que darle durante su nacimiento para que sobreviviera...seguía siendo su padre, vivía conmigo y la iba a proteger por Goretti y por mí.

— ¡Me estoy cansando, Nicolás! —la vi gritar enojada y tuve que reprimir una sonrisa al verla hacer los mismos gestos que le había visto hacer desde niña cuando se enojaba. — ¡¿Cómo exactamente esto va a ayudarme a desarrollar mis alas?!

Suspire. De cierta manera me culpaba de esto, de que ella jamás hubiera desarrollado su lado de ángel, era probablemente porque era mitad humana y necesitaba una estimulación extra que Retti, su madre, no sabía que necesitaba. Mientras que estando conmigo solo había querido quitarle ese lado de ella que la estaba poniendo en peligro con Helga, mi hermana y, a su vez, su tía.

—Ya escuchaste a Jungkook. —le respondió Nicolás, uno de los hermanos del diablo, recordándole lo acordado hace unos días. —debemos hacer que lleves todas tus emociones o sentimientos a flor de piel. Alguna de ellas es el detonante de que ellas salgan.

Lena bufó y me miro.

—Cuando Jungkook lo dijo y tú lo aprobaste, pensaba que era algo más serio, pero... ¡no esto! ¡Esto es estúpido! —dijo lanzando el control del Playstation al suelo y poniéndose de pie. — ¡¿Exactamente como un videojuego me va a ayudar a que salgan mis alas?!

Los dos habían jugado durante horas dentro de la cabaña que nos habían asignado a Lena y a mí, jugaron desde Mario Bros hasta Mortal Kombat. Juegos que al principio para el mitad ángel y mitad demonio de Nicolás no entendía porque jamás había tenido contacto con esas cosas del mundo de la Tierra, pero que poco a poco fue agarrando confianza y entendiendo todo. Por lo que termino ganando todas y cada una de las partidas de los diferentes juegos.

Por supuesto a Lena le molestaba y frustraba porque si había algo que siempre había hecho en su vida era jugar videojuegos para no aburrirse y volverse loca con los encierros y huidas. Era buena, mucho más que buena y no podía pensar que un novato le estuviera ganando de buenas a primera. La situación era graciosa, pero esa frustración era la que necesitábamos que ella experimentara.

Le lance una mirada a Nicolás y este se puso tensó, siempre se ponía en ese estado cuando lo miraba directamente o le hablaba.

—Déjanos a solas un momento, por favor.

Lena iba a quejarse de eso, pero el pelinegro se puso rápidamente de pie, dejo el control con el que había estado jugando, le apretó el hombro a mi hija, le dio una leve sonrisa y salió de nuestra cabaña sin decir nada.

— ¿Por qué lo odias? —me dijo con los puños apretados.

—No lo odio, Lena.

Y era toda la verdad. A pesar de que había nacido de la familia del que todos en el Cielo o el resto de los mundos temían, no era un chico malo a pesar de su aspecto: ropa holgada de color negra y cabello largo. Era educado y con buenos sentimientos, podía notarlo en su mirada cuando veía a Lena: estaba enamorado de ella. Pero eso no era lo fascinante, sino el hecho de que estaba seguro de que él sabía que Lena sentía lo mismo y aun así no había hecho nada para hacer algo diferente con ella. Cualquier chico de veinticuatro años de cualquier especie, estando en esa posición se hubiera aprovechado de los enamoramientos fáciles de una adolescente de quince años.

— ¡Claro que sí! ¡No dejas de mirarlo con esa cara seria todo el tiempo! —gritó y por dentro me gusto que estuviera enojada. Llevábamos días buscando soltar todo de ella para que se desarrollará, pero parecía que nada funcionaba y le había pedido a Nicolás que probáramos con el enfado hoy. — ¡Es mi amigo! ¡Y te recuerdo que no he tenido uno en mucho tiempo por tantas mudanzas y escapes de Helga!

A tu lado (Saga paranormal #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora