Namjoon siempre había estado allí, siempre desde que tengo uso de razón. Estuvo cuando me enferme de sarampión y cuando papá me regalo a Pinky como regalo de cumpleaños a los seis años. Había sido el consejero, segundo al mando, embajador y mejor amigo de mi padre y luego de mi hermano mayor, Jimin. Pero eso no era tan memorable o lo veía de esa forma desde que me encontró a los siete años llorando en el jardín sentada al lado de unas de las estatuas después de que Rafael, otro de mis hermanos mayores, había dañado una de mis muñecas comiéndose la cabeza y una de sus piernas.
Namjoon se había sentado a mi lado, en la tierra sin importarle su ropa, y me contó una historia fascinante de barcos, piratas, sirenas y magia. Me había sacado una sonrisa a pesar de que él usaba sus lentes oscuros y su expresión no cambio mientras que con magia arreglaba mi muñeca y me la entregaba. Esa fue la primera vez que lo abrace a pesar que no simpatizaba mucho con él porque sentía que por primera vez alguien me escuchaba y entendía mi dolor como algo normal y no como un capricho de una princesa. A pesar de eso había sido algo inocente, como si abrazara a mi padre o a Nicolás, el único hermano a quien me gustaba abrazar.
Con el tiempo lo seguí sin que se diera cuenta por los pasillos mientras daba órdenes a la servidumbre o los ayudaba con algún hechizo para movilizar las cosas. Me gustaba ver cuando hacia hechizos sin ningún tipo de recato, como si no le costara y eso me llamaba la atención porque mi padre no era muy dado a mostrarnos sus dones, mis hermanos solo mostraban su halo de magia cuando estaban practicando con nuestro padre y yo tenía prohibido entrar y observar, al igual que intentar mostrar por mi cuenta mi magia hasta que cumpliera diez años, la edad suficiente para poder comenzar a dominarlos.
Era por ello que me escondía detrás de los pilares del castillo, de mesas, de armaduras o de cualquier cosa simplemente para ver ese halo verde que él siempre desprendía y que me había cautivado como si fueran fuegos artificiales haciéndome desear con mayor fuerza crecer y usar mis poderes de bruja.
Me había creado una rutina, por lo que después de que la profesora particular que mi padre me había puesto para enseñarme matemáticas, a leer y ética, en lugar de irme a jugar como el resto de mis hermanos, a excepción de Jimin que siempre se quedaba leyendo o se encerraba en su habitación, me iba a espiar a Namjoon y escribía en uno de mis cuadernos de dibujo de princesas todo lo que él hacía y me llamaba la atención para aprenderlo al crecer, como arreglar los objetos dañados o mover las cosas de lugar...con magia. Hasta que un día él se frenó de golpe en mitad del pasillo haciendo que me escondiera al instante, me llamo y no pude evitar sentirme regañada porque me había descubierto, pero solo me dijo que siempre se había dado cuenta de mi presencia y que todo lo que hacía era para que yo lo viera. Namjoon no tenía por qué hacer todas esas cosas, simplemente lo hacía por mí.
Me enseño algunas cosas inocentes como hacer chispas de colores o crear una flor de la nada con apenas ocho años a escondidas de mi padre y mis hermanos, pero nada de eso me alegro tanto como cuando vi que mi halo de magia era amarillo, eso era algo que a todo brujo sorprende al principio, pero a mí me gusto.
A los diez años comenzó mi entrenamiento con papá, pero me enseñaba separada de mis hermanos porque decía que por ser niña debía ser menos exigente y que no podía enseñarme todo, al principio no lo entendí, pero luego me enfureció. No quería ser tratada diferente por ser una niña, a pesar que estaba comenzando a entender que mis hermanos y yo éramos ligeramente diferentes. Yo era mitad humana y ellos eran otro tipo de criatura, por ello me interese de cosas más mundanas para sentirme más unida a mi otro lado, como el ajedrez y fue Namjoon quien también se encargó de enseñarme, tanto así que al tiempo ambos competíamos en verdad en el juego. A veces ganaba él y otras veces yo, algo que a él le sorprendía.
Por supuesto, todo aquello lo hicimos sin que mis hermanos se dieran cuenta, de nuevo, ya que Jimin, era entrenado para ser el futuro rey, y el resto se la pasaban jugando y peleando cada vez que podían...como siempre. En cuanto a mi padre estaba tan ocupado trabajando o saliendo con alguna de sus novias que tampoco lo noto. Nadie noto que con los años que pasaban dejaba de ver a Namjoon como un héroe, como alguien a quien admiraba y pasaba a verlo con ojos de niña enamorada. Él había sido la causa de que los niños que veía de vez en cuando en las fiestas de mi padre me parecieran tontos y no quisiera nada con ellos. Me había acostumbrado a tener conversaciones más interesantes...o aunque sea solo a escucharlas.
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A tu lado (Saga paranormal #7)
FanfictionNimri no ha tenido una vida tan linda y esplendida como cualquiera creería que debía tener la única princesa del infierno. Había sufrido y llorado más de lo que demostraba y muy pocos recuerdos eran buenos, como los que tenía con Namjoon. Se suponía...