Él está muerto

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Elizabeth

Los días siguen pasando. Las vacaciones se acabaron justo ese domingo, donde nos pasamos el día viendo películas y comiendo comida basura. Me vino bien, pero no dejé de echarle de menos durante ni un solo segundo. Los días siguientes lo he visto en la cafetería. Él también a mí, pero yo no he sido capaz de acercarme a él.

Desde la distancia se ve con rastros de sueño, ojeras y una barba incipiente, pero tampoco significa que yo esté mucho mejor. Estoy de la misma forma que él; cansada, y se nota a kilómetros.

—¿Eli? —la voz suave de Cassie llama mi atención. Me giro en mi sitio. Lleva su mochila colgada al hombro y una sonrisa comprensiva —¿te encuentras bien? No has venido a clase.

Se sienta a mi lado. Llevo la mirada al frente, observando los árboles moverse debido a la brisa. No hace calor, ni siquiera un pequeño rayo de sol. el cielo está nublado, y si no fuera por mi abrigo estaría tiritando.

—No estoy de ánimos. Me encuentro bastante cansada.

—¿Aún sigues deprimida? —asiento levemente —Eli, tienes que impulsarte a mejorar. Según lo que me has dicho no habéis roto, es simplemente un pequeño descanso. ¿Has hablado con él sobre la carta? —niego —te gusta sufrir. Lo tengo claro.

—Lo sé —me río amargamente —soy una tonta, ¿verdad? Me pongo así por dos o tres peleas que hemos tenido de forma puntual, y ni siquiera tengo el valor suficiente para decirle que muchas gracias por su carta, o disculparme siquiera.

—No eres tonta por sentir. ¿Te acuerdas en el instituto? Tu me mirabas con cara de no entender absolutamente nada cuando yo estaba en la misma situación que tú.

—Es verdad. Me acuerdo de que era algo muy parecido a esto pero en el suelo del baño.

Ambas nos reímos al recordarlo.

—Esto es lo mismo, pero en épocas distintas. Así que yo haré lo mismo que hiciste tu conmigo. Sentarme aquí y escucharte.

—Gracias —sonrío sin mostrar los dientes.. Miro hacia el frente, sin mirar nada en concreto.. Entrecierro los ojos levemente, fijándome mejor en la persona que se acerca a nosotros —¿Ese no es el profesor Richardson?

—Sí... —susurra Cassie —¿por qué viene hacia aquí?

Encojo los hombros. No tengo ni idea.

En cuanto está lo suficientemente cerca nos levantamos.

—Hola chicas, ¿Habéis visto a Alexander? Se supone que hoy tenía que venir a mi oficina, pero no lo ha hecho.

—Estará en la cafetería, trabajando.

—Tampoco está. ¿Tenéis una idea donde puede estar?

¿No ha venido hoy al trabajo? Ha venido los últimos cuatro días. ¿Se habrá puesto enfermo?

—En su apartamento. Quizás se haya puesto malo. Llevaba unos días un poco pálido —este maldice en voz baja —¿crees que le pueda haber pasado algo?

—Lo dudo, pero ¿te importa si vamos ahora? Quiero asegurarme de si está muy enfermo de llevarlo al médico.

Cassie y yo nos miramos confusas.

—Eh, sí. Claro. Vamos —me cuelgo la mochila al hombro. Cassie hace lo mismo, y caminamos por los jardines para acortar camino hasta llegar a la zona del aparcamiento.

¿Por qué tanta insistencia en ir a su casa? ¿Estará enfermo de verdad? Es cierto que estaba un poco más pálido y ojeroso que de costumbre, pero tampoco es para tanto. Aunque tampoco puedo saberlo. No cuando llevo cuatro días sin hablar ni saber nada de él.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora