Terapia de parejas

6 1 0
                                    

Elizabeth

Las semanas pasan. No sé ni siquiera en que día estamos. Es como si hubieran pausado mi vida durante los últimos... ¿veinte días? Una forma estupenda de empezar el nuevo año, sin duda. Me recojo el pelo en un moño hecho con prisas, dejando hebras de pelo sobresaliendo. La clase termina de una vez por todas. Recojo todo, guardándolo sin ningún tipo de orden, saliendo lo mas rápido posible. Menos mal, un pequeño descanso. Me arrastro prácticamente hasta los jardines, sentándome a la sombra de uno de los árboles.

Esa cita con Alexander no me ha afectado como yo quería. Pensé que si quedábamos podría aclarar mi mente, relajarme sabiendo que estamos en buenas condiciones, pero me he sentido peor. Es como si yo misma estuviera arrancándome el corazón y no pudiese parar. Es una sensación de ardor, como si todo el pequeño progreso que he estado haciendo se haya desvanecido. Tampoco he sido capaz de volver a mirarle a la cara. ¿Qué narices me pasa? ¿Por qué no puedo aclarar mis sentimientos de una vez por todas?

Cierro los ojos, lleno mis pulmones de aire y lo expulso lentamente, siguiendo las indicaciones que he visto con anterioridad para calmar mis nervios. ¡No funciona joder! ¿Por qué narices lo sigo intentando si sé que no sirve?

Joder... ¿por qué no estoy mejor? Puedo afirmar que mis horas de sueño han pasado de ser ocho horas al día a tres como mucho. Se puede ver en mis ojeras, oscuras y marcadas. También he bajado algo de peso. Intento comer, pero se me ha cerrado el estómago, aunque Meredith se esfuerce en hincharme a comida nutritiva. Todos están intentando ayudarme, incluso Lucy, pero me gustaría que comprendieran que necesito mi tiempo. Que no ocurrirá de la noche a la mañana, y que veinte días no es suficiente como para abandonar este estado de tristeza y soledad y comenzar a cambiar.

—¡Eli! —exclama Cassie, acercándose a mí —te he traído algo de comer de la cafetería —me da una manzana y una botella de agua —me he encontrado a Richardson; quiere verte en su oficina ahora. Dice que no te preocupes por el resto de clases

—Joder —musito, exhausta. Lo que me faltaba. Le doy un mordisco pequeño a mi manzana. Gimo de gusto. Está dulce —¿te dijo para qué era?

—Algo de unos papeleos de no se que terapia. Dijo que era importante.

—Está bien —carraspeo, levantándome del césped. Me sacudo el pantalón para eliminar la suciedad. Me cuelgo la mochila al hombro —¿nos vemos luego para ir a tomar un café?

—No puedo. Lo siento. Papá viene después de dos semanas y vamos a ir a cenar, pero podemos quedar mañana si quieres.

—Está bien —le sonrío. Me despido y camino de nuevo al interior del edificio, hacia el despacho de Richardson. ¿Qué clase de papeles tiene que darme?

El móvil me vibra. Es un mensaje, de papá.

¿Cómo te encuentras cariño?

Le respondo.

Estoy mejor, papá. Siento haberte echado para atrás los planes de ir a ver a mamá.

¿Estoy mejor? ¿Por qué narices le miento? Me llega su respuesta.

No te preocupes, cariño. Queda una semana para tu cumple. Podemos ir a verla allí si quieres.

Mi cumpleaños... ¿Ya estamos a final de mes?

Sí, papá. Me gustaría ir a verla al cementerio contigo. ¿Podemos hablarlo luego? Ahora voy a entrar a clase.

Me llega su respuesta de inmediato.

Claro que si, cariño. Mucha suerte.

Guardo el teléfono, subiendo rápidamente las escaleras que llevan a su despacho. Algunas personas y profesores me miran, con pena tras ver el bajón que he pegado durante estos últimos días. Quiero esconderme, que me trague la tierra para que dejen de mirarme como lo hacen; con lástima. Me apresuro antes de entrar directamente a su despacho, cerrando la puerta con fuerza, sintiendo como mi corazón bombea con fuerza, quizás demasiada. Respiro con dificultad, apoyándome en la madera.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora