Ella está aquí. Ha vuelto

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Alexander.

Suena el timbre.

—Tiene que ser Cassie. Esa niña no parará de venir aquí hasta que Elizabeth vuelva —habla Meredith, levantándose y yéndose al interfono.

—¿Crees que de verdad hacemos bien dejándola a su aire? —pregunta Marianne a Richardson, quien la mira a través de sus pestañas.

—¿Honestamente? No lo sé. Estos últimos días ha estallado una bomba emocional en su cabeza.

—¿Por qué no vamos a buscarla? Podemos ir preguntando por...

Un suave toque a la puerta llama nuestra atención, haciendo callar a Meredith. Me levanto, dejando que ellos sigan sentados. Se quejan de que yo no he descansado, cosa que es verdad, pero ellos si que no han pegado ojo ni un solo día. Me acerco al pomo y una vez que abro la puerta el corazón se me detiene.

Es ella.

Es...Elizabeth.

Está distinta. Muy distinta.

Ahora su melena morena ha pasado a ser de un color extremadamente claro, casi blanco, dejando resaltar su piel clara como la nieve. Sus ojos se abren desmesuradamente, quedándose en shock. Sus manos apenas pueden sostener sus pocas pertenencias.

—A...A...

Está aquí. ¡Ella está aquí!

—Sí mi ángel —le aseguro.

Intento tocarla, hacer que entre a su casa. Quiero estrecharla entre mis brazos, como si fuese la primera vez que la veo en años y no soltarla en mucho, mucho tiempo. Quiero sentir su calidez, sus besos, sus caricias. Quiero profesarle lo mucho que lo siento y lo mucho que le quiero pero no me da tiempo. Se lanza a mis brazos, soltando todo aquello que tiene en las manos para enroscar sus manos en mi cuello y dejarse colgar.

Su impulso me desestabiliza, haciéndonos caer. Parece no darse cuenta de lo que está pasando, pero la envuelvo en mis brazos antes de impactar contra las alfombras.

Gruño levemente por el impacto, pero no me importa cuando la tengo entre mis brazos, sollozando por lo que se ha encontrado. Toco su pelo con mis dedos temblorosos, sintiéndola. Si, es ella. Está aquí. Ha vuelto.

—¡Eres tu! —grita, mirándome fijamente a los ojos llenos de lágrimas. Sé que hemos llamado la atención de todos los que están aquí, pero eso no parece llamar su atención. No parece importarle nada mas que no sea yo—estás vivo —esconde la cara en sus manos, llorando sin control sobre mi pecho. Aunque esté contento de verla, me rompe verla llorar de esta forma.

—Mi ángel por favor...

—Pen...Pensé que habías muerto —hipa entre palabras —dime que no eres otra alucinación por favor...no puedo más —rompe en un llanto desgarrador que me hace encogerme.

¿Alucinaciones?

¿Ha tenido alucinaciones conmigo al pensar que estaba muerto? La abrazo mucho más fuerte, como si quisiera fundirla con mi pecho.

—Te prometo que soy yo mi ángel...

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? —pregunta atropelladamente.

—¿Por qué no nos levantamos y saludas a tu familia? Te echan mucho de menos, y después te lo explicaremos todo.

Asiente, pero aun así no hace nada por despegarse de mí. Se sigue aferrando a mi cuello, aún incluso cuando me levanto del suelo.

—No te vayas, por favor... —suplica —no te vayas de nuevo —aspira mi aroma.

—No me iré a ningún lado. Te lo prometo —beso su frente.

—Por favor. No te vayas —susurro.

Me suelta lentamente, volviéndome a agarrar de la camisa cada pocos segundos, asegurándose de que no me vaya. Tras unos minutos se gira, con pesar y ¿miedo? ¿Por qué tendría miedo?

Sus dedos tiemblan ligeramente, pero no deja que lo vean cuando los junta, agarrándose ambas manos y girar levemente, asegurándose de que estoy allí.

—Yo... —carraspea, aclarándose la garganta. El resto está igual que yo hace unos segundos. No salen de su asombro, y menos con su nuevo look —yo lo siento mucho por haberme ido sin decir absolutamente nada y...

No la dejan terminar de hablar antes de que Marianne y Joseph se lancen en sus brazos, cortándole cualquier tipo de discurso.

—¡Cállate niña tonta! —dice Marianne con humor, soltando algunas lágrimas —lo importante es que has vuelto sana y salva.

—Papá... —susurra —lo siento mucho. No lo volveré a hacer. Lo prometo. Es que yo...

—Ya hablaremos de eso, pequeña —deja varios besos en su mejilla —ahora lo importante no es eso. ¿De acuerdo? —asiente.

Sonrío enternecido. Me gusta que se reúna con los que quiere. Termina de saludar a cada uno de ellos, disculpándose con cada uno hasta que llega de nuevo a mí, abrazándome.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora