Lucy

8 1 0
                                    

Elizabeth

—Voy a recoger unas cosas dentro y nos vamos, ¿vale?

—Está bien. Te espero aquí.

Al final he optado por ir a su casa. Mejor eso que un motel de mala muerte. Estar con ella, hablando y bebiendo me ha subido un poco el humor.

Sigo teniendo ganas de llorar y lamentarme cada segundo, pero al menos he dejado de llorar cada dos segundos. Mis ojos estaban comenzando a picar y mi garganta a doler.

Ella tiene razón: algún día dejará de doler.

¿Cómo estarán allí? He apagado el teléfono hace muchas horas atrás. No estoy preparada para hablar con ellos, pero por eso he pagado con tarjeta. Papá sabrá que estoy bien y que no tiene por qué preocuparse.

¿Hasta cuando piensas estar huyendo?

La voz de mi subconsciente me hace dudar. ¿Hasta cuándo? No lo sé. ¿Un día? ¿Dos? ¿Tres? Los que necesite para recuperarme.

La campanita de la puerta, la que indica cuando entra alguien, me saca de mis pensamientos.

—¿Es muy tarde para pedir una copa? —escucho la voz de un hombre.

—No trabajo aquí, señor, pero ya la dueña está cerrando y estoy esperando a que salga de atrás para irnos.

Comento, girándome y dándole un atisbo de sonrisa. El hombre de casi un metro noventa, de pelo castaño y ojos oscuro me mira fijamente. Lleva un traje y un maletín. Deja caer el maletín al suelo, asustándome.

Me pongo tensa en cuando se acerca. Cada paso que da es un paso más en donde me siento intimidada por su altura. Las luces me dejan ver mejor su rostro, y mostrándome algunas arrugas debido a la edad. Miro hacia los lados, buscando una via de escape. ¿Qué le pasa? ¿Está borracho? ¿Qué hago? ¿Grito? ¿Corro? ¿Me defiendo?

—Elizabeth... —susurra, embelesado en cuanto ya está lo suficientemente cerca. En cuanto pronuncia mi nombre un escalofrío recorre mi espina dorsal, enviándome una sensación extraña y familiar.

—No sé como sabe mi nombre, pero no le conozco de nada, y le pido por favor que se aleje.

—Eres igual a ella —musita, alucinado. Arrugo el ceño. ¿Igual a quién? —¿no te acuerdas de mí, Elizabeth? No pensé que aún vivierais por aquí.

—Señor, no sé de que está hablando...

—Joaquín ¿qué haces aquí? Estamos cerrando.

Joaquín... Joaquín...

¿De que me suena el nombre Joaquín?

—Joaquín espera, no te vayas. ¡Por favor! —solloza mamá.

Niego. No. No y no.

No puede ser, ¿verdad?

¿Qué tan remota es la posibilidad de que si sea?

El suelo se mueve bajo mis pies, y todo parece distorsionarse. Tengo demasiadas emociones. Han pasado demasiadas cosas. ¿Y ahora esto? Tiene que ser una puta broma.

—Lucy por favor —me mira fijamente —Elizabeth. Soy yo, Joaquín, tu...

—¡No! —exclamo —no lo digas. No es posible. No lo digas — me niego a escucharle. Miro a Lucy, suplicándole con la mirada para que nos vayamos.

No puede ser. ¿Acaso es esto una broma de mal gusto? Después de todo lo que ha pasado hoy. Esto... ¿Puede ser posible? ¿De verdad puede ser posible? ¿Es él? ¿Él, él? ¿Mi padre?

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora