Cena

5 1 0
                                    

Elizabeth

Dejo que Cassie haga su magia de nuevo con el maquillaje. Me delinea de forma experta la raya del ojo con un color negro, difuminándolo al final, dejando un ojo con aspecto rasgado.

—Papá me ha apoyado. Dice que puedo dejar económicas y solicitar un traslado a una carrera de modas.

—¿De verdad? —asiente, con una sonrisa de oreja a oreja —¡me alegro mucho Cassie!

—¡Sí! Estoy tan feliz con ello que aún no puedo creer que sea de verdad. Parece un sueño.

—¿Has pensado dónde quieres ir y cuándo?

Su rostro cambia; de una sonrisa a una mueca. Se sienta en la cama, hundiendo los hombros hacia delante.

—Estuve mirando alguna cerca de aquí, pero ninguna me ha llamado la atención. La única ha sido en Edimburgo, y si me inclino por esa opción tendría que irme en unos dos meses.

—¿Edimburgo? Vaya...Eso es muy lejos.

—Lo sé. De todos modos he echado plaza en la universidad de moda de Nueva York. Estaremos cerca y podemos...

—No. No y no. No vas a rechazar a Escocia por querer que estemos cerca.

—Pero Eli...

—¡No! No puedes hacer eso. No sé de que universidad se trata, pero estoy segura que si la has elegido es porque es perfecta para ti, ¿verdad?

—Joder si lo es —comenta con una gran sonrisa plasmada en su rostro —Justo en la capital, y aprendemos y colaboramos de manos con los mayores diseñadores del mundo.

—Entonces está decidido. Quieres irte a Edimburgo y deberías seguir tu instinto. Además, no está tan lejos. Podremos visitarnos.

—Está bien, pero vendré a verte casi todos los meses.

—Está bien —me río —si te sirve de consuelo yo hablaré con papá sobre mi carrera. He estado pensando mucho, imaginando a que es lo que me gustaría dedicarme cuando sea mayor y todo eso, y se me ha ocurrido ser integradora social.

—¿Integradora social? ¿De verdad? Nunca me habías mencionado nada de eso.

—Lo sé. Supongo que ni yo misma he sido capaz realmente de darme cuenta. He pasado por una situación difícil en la vida, y antes de que vinieran mis padres, nadie se preocupó por mi o por mi madre. Pienso que si hubiésemos tenido ayuda de un profesional, que nos diera apoyo y comprensión, estaría viva —hago una pausa —hoy he conocido a un niño. Tenía unos cuatro o cinco años. Estaba pasando mucho frío y mucha hambre. Tiene una madre que trabaja para poder darle lo poco que tienen. Le abrigué y di de comer.

—Elizabeth. Los métodos de los trabajadores sociales son muy distintos a lo que tu haces.

—Lo sé, por eso creo que sería un buen trabajo. Jamás me atrevería a separar un hijo de su madre. No cuando se nota que la madre se esfuerza por quererle y cuidarle.

Mi madre me quería, muchísimo, pero no tenía los medios para ayudarme. ¿Crees que hubiese sido mejor para ella que me hubiesen separado de ella o que le dieran una oportunidad laboral y poder mantenerme? Quizás hubiese sido distinto. Quiero ayudar a hacerlo distinto.

—A veces me pregunto cómo es que eres tan noble —comenta al aire, haciéndome reír.

—Cariño —Meredith irrumpe en la habitación —Alexander ha llegado.

En ese momento, mi corazón se acelera por cada segundo. Me levanto, alisándome el vestido de color celeste. El que tanto le gusta que me ponga. Esta vez no llevo tacones, si no unas sandalias de color canelo. Me miro al espejo, chequeando que todo esté perfecto.

—Ve a saludar a tu chico. Estás perfecta —le sonrío, antes de salir de la habitación.

Ahí está. Con su camisa de botones negra y sus vaqueros azules. Me acerco, dándole la mejor de mis sonrisas. Se centra en mi vestido, terminando en mi rostro. Sus ojos están iluminados.

—Hola —saludo, colocando mis brazos alrededor de su cuello.

—Hola, mi ángel. Estás guapísima —su pulgar me levanta la barbilla. Se inclina y deja un beso suave sobre mis labios —te he echado de menos.

—Yo también te he echado mucho de menos —confieso con un leve sonrojo. Une de nuevo nuestros labios, dejando mi mente en blanco al dejar que tome el control.

—Te he traído algo.

—¿Ah, si? ¿Qué es? —pregunto, curiosa.

Saca mi diario de la bolsa de color blanco que lleva en su mano, y una caja de bombones. ¡Mis favoritos!

Cojo ambas cosas, sonrojándome. Es mi diario. ¿Lo habrá leído?

—No lo he leído —comenta como si leyera mi mente —quiero respetar tu privacidad. Quiero respetarte. Simplemente lo cogí para poder verte ese día.

—Gracias. Por respetar mi privacidad —dejo un beso en sus labios —y por los bombones.

Se siente bien. Se siente correcto todo lo que hace. Se siente bien estar con él. Una tos fingida nos hace separarnos, encontrándonos de frente con la expresión burlona de Richardson. Me sonrojo, bajando mi mirada casi de inmediato.

—Parece ser que lo habéis solucionado —comenta.

Estamos nosotros tres solos. Los demás, hablan y ríen desde la cocina.

—Eso parece —contesta Alexander, pasando una mano por mi cintura para atraerme a su cuerpo.

—Me encantaría decir que ha sido gracias a mi terapia, pero algo me dice que habéis hablado por vuestra cuenta.

—Hemos decidido darnos una oportunidad más.

—Estoy muy orgulloso. Por los dos —asentimos, con una sonrisa sincera en el rostro —iré a ver cómo van con la cena. Ya estoy empezando a morir de hambre.

—Mi ángel —me llama Alex. Presto mi total atención —¿sería mucho pedir que este fin de semana te quedaras conmigo? Llevamos mucho tiempo separados.

—Me parece genial —beso su barbilla —me encanta dormir contigo —dejo otro beso, pero esta vez en la comisura de su labio —te quiero nene —mi sonrojo aún es notable al pronunciar esa palabra.

Cuando me llama nena, en él suena tan...bien, que lejos de sonar vergonzoso, es sexi y adictivo. Podría dejar que me llamara de esa forma por el resto de mis días. Sin embargo, cuando soy yo quien lo llama de esa forma suena demasiado cursi.

Sonríe. Le gusta ese apodo.

—Te quiero nena.

Nos unimos por un beso.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora