Ya no soy virgen

16 1 0
                                    


Elizabeth

Me despierto, envuelta en los brazos de Alexander, pegada a su cuerpo desnudo, dándome calor. Gimo, a gusto de poder estar entre sus brazos, sin restricciones. Piel con piel es todo lo que necesito, y lo único que quiero a partir de ahora. Me acurruco sobre su pecho. Dejo tímidos besos por su cuello.

La luz entra por la terraza del hotel, dejando que el sol de Miami comience a calentarnos. El tiempo de volver a casa se acerca, y una gran parte de mi yo interior no quiere volver y quedarse aquí para siempre. Es como un sueño.

¿Qué podría cambiar si volvemos? Quizás simplemente sean suposiciones mías, y mi mente asimila que el tiempo nublado, gris y triste de Cambridge hará que nos influya en nuestro estado de ánimo.

¿Podría afectarnos? ¿Podría ser Massachussets el lugar en donde nos pasen cosas malas? El poco tiempo que hemos estado aquí no hemos tenido ningún tipo de problema. Ni siquiera una pequeña discusión, pero allí... Allí no hay un día en el que no hayamos discutido, o que no nos hayamos sentidos enfadados, o decepcionados el uno con el otro.

No quiero volver. Quiero quedarme aquí. En esta habitación de hotel.

Dejar la universidad, dejarlo absolutamente todo y quedarme con Alexander, él y yo solos, en este maravilloso lugar. ¿Qué más se puede pedir? Hay sol, la gente siempre está de buen humor. Mi madre está aquí, y ambos nos lo estamos pasando bien.

¿Por qué no podemos quedarnos? ¿Por qué lo pienso como si fuese algo hipotético? ¿Y si se lo dijera a papá?

¿Y si le pidiera mudarnos? ¿Aceptaría? ¿Creería que estoy loca? Alexander se mueve, gimiendo. Estira cada uno de sus músculos, buscándome. Decido apartar esos pensamientos por ahora. Centro mi atención en Alexander, que se acomoda, mirándome. Sus párpados tiemblan lentamente, abriendo de poco a poco sus ojos, dejándome ver sus iris azules.

—Mi ángel... —habla. Su voz ronca y rasposa cuando se acaba de despertar me gusta. Me excita su voz. ¿Es eso raro? —¿te has despertado con energía?

Me pega a su cuerpo, juntándome a su dureza y calidez. Gimo de gusto.

—Con muchísima —susurro, con mis labios conectados en su barbilla —te quiero.

—Yo también te quiero —une sus labios con los míos por primera vez en la mañana, y no me había dado cuenta de que es lo único que necesito para sentirme mejor. Tira suavemente de mi labio inferior con los dientes al separarse —¿no crees que debemos salir de la habitación? Llevamos cinco días sin salir apenas. Tus padres se estarán preguntando por qué estoy reteniéndote, aunque creo que ya tienen que estar haciéndose una idea del que estamos haciendo.

¿De verdad tenemos que salir? Me siento bien aquí, aunque tiene razón. Hemos venido aquí para estar en familia. Además, Alexander nunca ha estado en Miami. Le apetecerá ver un poco la ciudad antes de irnos, aunque no podamos ver demasiado.

—Bueno. No creo que sea bueno explicárselos.

—¿Crees que tu padre se enfadaría si se enterara que le he robado la pureza a su hija?

Ruedo los ojos, evitando reír. ¿Por qué estamos teniendo esta conversación?

—Pues seguramente, pero eso no me importa.

¿Por qué hablamos de esto?

—Claro que importa —alega— Cualquier padre se preocupa por la integridad y pureza de su hija. No quiero sentir que le falto el respeto cuando me ha dado tanto.

—No te atrevas a disculparte con él por haberme quitado la virginidad —le apunto con el dedo —sé que te gusta hacer las cosas bien. Sé que le pediste permiso para estar juntos. Sé que te disculpas con él en cuanto nos peleamos, pero esto es innecesario. No quiero que hables con él de mi virginidad. Es algo privado.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora