Está vivo

6 1 0
                                    

Elizabeth

Dios, ¿Qué narices ha pasado que lo has devuelto a la vida?

Aún no puedo dejar de temblar, y tampoco acabo por creérmelo del todo. Estaba muerto. Yo vi su pecho. No se movía. No respiraba, y la mirada de Richardson me lo dijo todo. No puedo soltarle. Tengo miedo de que desaparezca. Nos sentamos todos en el sillón. Nos sentamos el uno al lado del otro. El resto se sientan alrededor con muchas miradas diferentes, pero la peor es la de Richardson. Me psicoanaliza solo con verme, con mis actos y nuevas decisiones.

—¿Alguien puede explicarme exactamente que ha pasado? Tu estabas...Yo te vi.

—Había vomito en sus pulmones, por eso parecía que no respiraba. Apenas podía, pero lo hacia de forma muy leve. Lo llevaron al hospital y le hicieron una transfusión y limpieza de sangre, una desintoxicación de la sangre con suero y trataron su contusión cerebral, se calló y se dio contra la esquina de la ducha —explica Meredith —Él está bien.

—¿El medico no le mandó absolutamente nada? ¿Ni siquiera unas pastillas para...?

—Terapia —contesta Richardson.

Ya claro. Como si sirviera de algo...

—No creo que hacer la terapia sea lo mejor... —intervengo, pero me corta Marianne.

—¿Dónde has estado? —pregunta con pena, evitando que la discusión vaya a más —hemos estado muy preocupados por ti.

—East Harlem. Estos últimos días he estado pagando con la tarjeta para que supierais dónde estaba y que estaba bien.

—Lo sé, cariño, lo se —habla papá —lo vimos en el ordenador, pero no vi nada respecto a un lugar donde dormir. ¿Dónde te estabas quedando? ¿En un albergue?

Niego.

—Una chica me ayudó. Se llama Lucy.

—¿Te has quedado en casa de una desconocida? —pregunta Alexander, con un toque de inquietud en su tono —¿acaso estás loca? ¿Y si te hubiese hecho algo?

—¿De verdad? —pregunto sin poder creérmelo— ¿me dices esto de verdad?

Parece recapacitar y cerrar la boca al darse cuenta que él ha hecho exactamente lo mismo conmigo. Irse a casa de una desconocida.

—¿De verdad has estado bien? —pregunta Richardson. Asiento —no puedes escapar así Elizabeth...

—Estoy bien. A pesar de lo que penséis de mi, soy una adulta. Necesitaba alejarme. ¿Qué queríais que hiciera?

—¡Pues contactar con nosotros, por ejemplo!—exclama Alexander —¡No puedes simplemente desaparecer! ¡Joder Elizabeth!

—¡Deja de gritarme Alexander!¡No soy una puta niña! —el alivio de saber que está vivo se transforma en rabia al haber asimilado todo lo ocurrido y percatarme de que ha roto nuestra promesa más importante. No drogarse. Y menos cuando le he contado toda la historia.

La rabia se ha ido transformando poco a poco en mi pecho desde ayer. Estoy cabreada porque se ha drogado, no le di importancia al principio debido a la pena pensando que estaba muerto, pero ahora está vivo. Estoy cabreada porque sé que está vivo, que se ha drogado y ha hecho caso omiso a mis suplicas. Que me gritara simplemente lo ha detonado todo.

—¡Pues deja de comportarte como una! —abro los ojos como platos en cuanto suelta ese desgarrador grito. Se levanta, comenzando a dar vueltas de un lado a otro, acabando en el comedor. Le sigo.

—¿¡Y de quién es la culpa que me haya comportado como una niña?!¡De ti! —le doy un leve empujón —¿tanto te costaba mantenerte alejado de la puta jeringuilla? ¡Me prometiste que jamás lo volverías a hacer! ¿Y qué es lo que me encuentro cuando voy a verte? ¡Un drogadicto con una sobredosis!

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora