Su historia

6 1 0
                                    


Alexander

Juego con mis dedos, sumiéndome en el silencio de la habitación del hospital. He pasado aquí la noche, solo, esperando y rezando porque todo esto sea una mala broma y Elizabeth aparezca por esa puerta, con sus ojitos cristalizados de la preocupación, y su sonrisa tímida al verme, intentando hacerme ver que no pasa nada. La quiero aquí conmigo, luciendo tímida, dejando que me envuelva en sus brazos y no pare de preocuparse por cada uno de los pasos que doy para que no me haga daño.

—¿Por qué has hecho eso, Alexander? ¿Por qué narices no hablaste con ella para que te ayudara a salir de ahí? La has cagado. Se ha ido y todo por no querer verme débil ante ella —comento en voz alta, mirando hacia el ventanal. Nieva. Ella está sola mientras nieva, en vete a saber dónde.

—Honestamente también pienso que la has cagado por si te sirve de algo —escucho la voz de Richardson, sorprendiéndome. Está en el marco de la puerta, apoyado sobre este —¿cómo estás? —encojo los hombros, hundiéndome en la cama —los doctores dicen que tu sangre está casi limpia. Que dentro de poco podrás irte a casa.

—¿Sabes algo de Elizabeth? —niega —joder.

Todo por mi culpa.

—No te martirices más por cosas que no tienen solución. Lo pasado, pasado está.

—¿Cómo puedes decir eso? Se ha ido por mi culpa.

—Por no querer revelar lo mal que te sentías durante tu recuperación. Pasaste un momento malo y por culpa de tu orgullo la cagaste. Tu mismo lo has dicho —se adentra en la habitación, sentándose en la silla más próxima —escucha. Es normal tener miedo a revelar tus emociones. Sobre todo cuando has pasado por lo que has pasado tu. Incluso es normal haber recaído en las drogas.

—No entiendo cómo es que puedes estar defendiéndome cuando he causado que Elizabeth se vaya. Le tienes mucho cariño y estás aquí consolándome. Joseph apenas puede mirarme a la cara.

—Creo que ya tienes demasiado sobre tus hombros. Lo que necesitas ahora mismo es alguien que te apoye. Que te escuche.

—Me siento como una mierda —me sincero —lo estaba pasando tan mal durante la separación que apenas podía dormir, ni siquiera comer. Lo único que me consolaba un poco era verla. La noche antes se me ocurrió que quizás si me drogaba un poco, podría descansar, o al menos alucinar con ella y poder verla.

—¿Porqué no el alcohol? Es un buen inhibidor.

—Odio el alcohol, aunque ya estaba borracho con una sola copa de whisky. Lo bebí, pero no me gusta—declaro —quería comprar algo de maría pero no tenían nada así que decidí la heroína. No pensé que me fuera a pasar con la dosis ni que me caería en el baño.

—¿Por qué no acudiste a nosotros? Al menos a mí. Soy tu psicólogo, podría haberte ayudado.

—Siento que ya les debo mucho a todos vosotros. Tanto, que si quisiera pagároslo, no podría hacerlo ni en tres vidas. Además, Elizabeth también estaba muy mal. No pensé que os fuera a interesar mis problemas estando ella como estaba.

—Escucha Alexander —se acomoda en la incómoda silla que hay a mi lado. Toma una respiración profunda —comprendo cuando dices que quieres hacer las cosas por ti mismo, ser independiente, pero todos nosotros necesitamos ayuda. Sea grave o no, necesitamos apoyo, y todos nosotros podríamos habértela dado.

—Supongo que ya da igual. Joseph y Meredith se nota que están cabreados. Cassie, confusa porque no sabe lo que pasa, y tu... Tú aún no sé porqué me ayudas cuando deberías odiarme. Conoces a Elizabeth desde que era una niña, es prácticamente tu hija.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora