Es hora de hablar

8 1 0
                                    


Elizabeth

Me despierto desorientada, como si hubiera dormido cuatro días seguidos. Me estiro, dejando que cada músculo de mi cuerpo se active. ¿Dónde estoy? Examino la habitación. Sé donde estoy. En casa de Alexander. ¿Por qué me ha traído aquí? Sé que me quedé dormida casi al instante, como si me hubiera hecho una especie de embrujo. Me levanto con lentitud, confusa. En cuanto mis pies tocan el suelo frío, tiemblo por el contacto. Vamos allá. Es momento de enfrentarte a él. Como dijo antes de que cayera dormida; tenemos que hablar todo. Y si no puede solucionarse, al menos tener una conversación civilizada. Abro la puerta con cuidado, sin hacer demasiado ruido. Sé que están en el salón. Escucho sus voces desde aquí. Arrastro mis pies fuera de su cuarto, parándome en esa dichosa habitación que me causa pesadillas; el baño. Mi mirada viaja de forma inconsciente al suelo, justo en la bañera, dejando que mi mente recree lo que pasó aquella vez. Su cuerpo inerte, frío y sin vida; pálido con una aguja clavada en su antebrazo mientras que de su boca salía un espumarajo blanco. Aún recuerdo lo que sentí ese día: nada.

Fui incapaz de sentir durante esos momentos, ni siquiera pude reaccionar lo suficiente como para acercarme, simplemente dejaba mis lágrimas fluir.

—¿Elizabeth? —Giorgi me agarra suavemente de los hombros, llamando mi atención. Desvío mi mirada de ese cuarto de baño, fijándome en su cara de preocupación —¿te encuentras bien?

—Eh, sí. Perdón —bajo la mirada, avergonzada mientras quito algunas lágrimas con rapidez —es solo que...

—Lo sé, tranquila —junto los labios en una fina línea, simulando una sonrisa —¿vamos con Alexander? Creo que está preparándote algo para comer.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—Las nueve y media.

¿¡Qué!? ¿Nueve y media de la noche? ¿Cómo es que dormido tanto? Han sido más de seis horas... Joder. Camino a paso lento hasta llegar a la sala de estar, donde Massimo, Michael y Alexander me miran durante unos segundos.

—Hola rubita. Te echábamos de menos —me saluda Michael envolviéndome en sus brazos. Se lo permito, incluso me permito a mi misma disfrutar de su calor —¿estás bien?

—Yo...Sí. He dormido mucho —comento con vergüenza.

—Tranquila. Tendrás el mismo sueño una vez comas algo. Cenaremos en familia.

—¿Familia? —pregunta Massimo —si te refieres a una familia desestructurada y con problemas que no bajan de lo preocupante, sí. Familia.

—No me jodas la noche, Massimo —se queja Giorgi —Alexander ha hecho mi comida preferida.

¿Sí? Me suelto del agarre de Michael con cuidado antes de entrar a la cocina. El olor a carne llega directamente a mis fosas nasales.

—Hola —saludo en un susurro nervioso. ¿Por qué narices estoy temblando? Ni que fuera la primera vez que lo veo —gracias por dejarme dormir aquí. Lo necesitaba.

—Lo supuse —comenta con una sonrisa. Apaga el fuego y coloca el caldero en un lugar aparte. Se acerca a mí —tienes que comer algo, y luego volveremos a descansar, ¿está bien?

—¿Cuándo hablaremos? Me gustaría hablar de... en fin, ya sabes: nosotros.

—¿Quieres hablar?

—Creo que para eso me has traído aquí.

—Te he traído para que descansaras. Sé que lo necesitabas.

—¿No quieres hablar de lo que ha pasado?

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora