Almuerzo

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Elizabeth.

Busco entre los distintos cajones de la cocina. Tengo ganas de algo salado. ¿No hay galletitas saladas? Busco entre todos los estantes hasta que encuentro las galletas.

¡Bien!

No puedo dormir, tampoco puedo dejar de pensar en él, pero por suerte el apetito no se me ha cerrado. Al revés. Todo el estrés y los problemas me han abierto el apetito.

Abro el paquete, llevándome un par de ellas a la boca, gimiendo de gusto en cuanto su sabor llega a mis papilas gustativas.

—Eli —me giro, encontrándome con papá —¿qué tal estás hoy?

—Bueno. No te voy a decir que bien, pero al menos no estoy llorando.

Hace una mueca de sonrisa, aunque pretende que sea una sonrisa, aunque forzada. Sé que le duele encontrar a su hija así; demacrada por los desamores por culpa de un chico, que ha recaído en las drogas.

—¿Te importa que hablemos?

—Eh..., sí. Claro.

Sale de la cocina. Voy detrás de él hasta el salón. Se sienta en un lado del sillón. Yo me siento en el otro, girada, con los pies sobre el sofá, mirándole.

—¿Cómo te sientes? —pregunta.

—Papá me haces esta pregunta todos los días.

—Y todos los días me dices que bien, aún cuando se nota que es mentira.

—No quiero preocuparte. Eso es todo.

Sonríe sin mostrar los dientes. Se acerca más a mí, acariciándome el brazo.

—Sé que no quieres preocuparme, pero tienes que ser sincera conmigo. Soy tu padre, y sé que tu primer amor es algo que no siempre quieres hablar con tus padres, pero viendo como ha ido la cosa quizás quieres desahogarte.

—Me siento... triste. Sé que es una explicación muy vaga, pero es como me siento. Triste y mucho. Siento como si hubiese perdido algo importante.

—Sabes que siempre puedes ir a hablar con él, ¿verdad?

—Me mintió. Me traicionó papá. Sé que algún día debo hablar con él, pero me da miedo.

—O sea, que si tuvieses la oportunidad ahora, hablarías con él.

—Lo intentaría al menos.

—Voy a serte sincero. Meredith lo ha invitado a almorzar. Ha ido con ella a comprar algunas cosas —¿qué? ¿Va a venir? —no te pongas nerviosa. Sabes que Alexander para nosotros es como nuestro hijo, al igual que tu.

—Lo sé. No estoy enfadada. Es solo que...

—Tiene que ser difícil. Esta vez no puedo decir nada de sé como te sientes, porque no lo sé. Tanto con tu madre como con Meredith he tenido relaciones muy sencillas, pero puedo imaginarme como te sientes.

—Ojalá yo tuviera una relación así de sencilla.

—¿Te arrepientes de haber salido con él?

Lo pienso. Lo medito por lo que parecen horas, hasta que acabo negando con la cabeza. Por muchas cosas que pasemos, Alexander ha sido, es, y siempre será mi primer amor y con el que he experimentado todas mis primeras veces. Ni siquiera podría odiarlo, o simplemente olvidarlo algún día si me lo propusiera. Se ha convertido en esa persona que nunca puedes olvidar.

—No lo hago, pero si deseo que sea todo un poco más fácil. No digo que todo sea culpa de él, es simplemente que ambos tenemos un pasado un poco traumático, y si ya es difícil lidiar con un trauma en la pareja, imagínate dos.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora