Despejarme un poco

6 1 0
                                    


Elizabeth

Termino de preparar mi maleta. Mamá está en el salón hablando con papá y Meredith. Sé que está esperando por mí, y sé por qué quiere verme. Quiere que hablemos sobre mi huída, sobre mis actos, sobre mis emociones. Una parte de mí quiere hablar, soltar todas mis emociones con alguien querido y me diga que hacer, pero no quiero tener que sentirme débil o hacerles pensar que soy tan infeliz sin Alexander que decidí alejarme.

Me miro al espejo una última vez. Bien. Es hora de ir. Me cuelgo la maleta al hombro, soltando todo el aire de mis pulmones, y con ellos todos mis miedos. Es mi madre. No debería temer.

Salgo de mi cuarto, encontrándome con el trio, sentados en una mesa bebiendo café y charlando, y bajo mis sospechas, creo que hablaban de mí, ya que al salir han dejado de hablar.

—¿Estás lista, cariño? —pregunta mamá con una de sus sonrisas. Lleva un pantalón vaquero y un suéter de lana de color crema. Sonrío. Nunca se pone unos pantalones. Está tan acostumbrada al buen tiempo de Miami, que estoy segura que ponerse un suéter es algo muy poco común para ella.

—Sí, mamá —sonrío —¿nos vamos? Tengo algo de hambre.

—Claro cariño. Deja que me ponga el abrigo. Aquí hace un frío de narices.

Se aleja hasta la entrada, colocándose su cárdigan de color negro. Les doy un beso en las mejillas a mi padre y Meredith.

—Nos vemos luego en clase, ¿de acuerdo? —me susurra papá. Asiento, dejando que me abrace —te quiero mucho, cariño.

—Yo también te quiero papá —susurro.

—Anda vete con tu madre —nos separamos.

Les dedico una última sonrisa antes de salir de casa, acompañada de mi madre. Caminamos hasta una cafetería cercana a la universidad. He venido con Cassie alguna vez. Es un sitio que está muy bueno, y la decoración es simple, acogedora y familiar. El calor de la calefacción hace que sea una experiencia mucho más satisfactoria.

Nos toman la orden, y tras unos minutos, donde nos lo pasamos en silencio, observando y disfrutando de la vista a través de la cristalera, llega nuestro desayuno. Tortitas con miel y arándanos.

—¿Cómo te va todo, cariño?

Bien, allá vamos.

—Creo que ya sabes como estoy mamá.

—Bueno, quisiera que me lo contaras tu. Ya sabes, para escuchar tu versión. Desde navidades todo ha estado un poco tenso por lo que me han contado.

—He tenido problemas mamá. Primero con papá y Alexander tomando decisiones que me afectan sin tenerme en cuenta, y luego Alexander drogándose casi hasta morir. Creo que es normal el cómo me siento.

—No digo que no sea normal —encoge los hombros, comiendo como si no pasara nada —¿cómo está Alexander?

—Mamá —gruño —si querías saber cómo estaba podrías haber desayunado con él.

—Lo echaste de casa. Actuaste de una forma tan ruin que me sorprendió que pudieses hacerlo. No te hemos educado así.

—¿Qué? —no puedo creérmelo —mamá. Papá le dio unas normas. No las siguió. Puso en riesgo su salud.

—Y por eso se merece hospitalidad y cariño. No crueldad, porque eso es lo único que le has dado en esa situación tan delicada.

—Genial. Ósea que has quedado conmigo para hacerme sentir mal sobre la decisión de decirle que se fuera.

Mi Ángel II "No te alejes de mi lado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora