Hace un año, un nombre
no significaba nada.
Hoy en día, su sonido
le susurro a mi almohada
reviviendo la imagen
de tu rostro acalorado
por la candidez que atrapa,
por los besos que se han dado.
Hace un año el rumbo
me había perdido,
por alejarme de la presión
que ejercían en el mundo.
Mis hombros soñadores
no soportaban el peso
de angustiantes amenazas,
de hastiantes manifiestos.
Hace un año que te vi
pero hace mucho te buscaba,
no supe por qué te encontré
en ese sitio ni de ese modo,
no supe cómo proceder
ante lo inmenso de tu ser
radiante e impoluto.
Hoy, te veo y entiendo:
tu frenesí apasionado
no cabe dentro de tu cuerpo.
Hoy, voy a guardar
lo que siento
al tenerte frente a frente,
tu luz dorada desbordando,
tu corazón latiendo fuerte.