Capítulo 10- Me conoces.

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¿Qué sabía en realidad de Klaus Schmidt? Realmente le conocía?. Me hizo tomar asiento en el sofá que había colocado en el despacho para aquéllas noches largas de reuniones a deshoras. Se sentó a mi lado y su rostro denotaba una seriedad como nunca antes.
—Su nombre es Olga— dijo y sentí como el corazón se me arrugaba, como una sensación sin sentido de engaño se posaba en mi.
—Tenía diecisiete años cuando pasó. Ella era hija de un socio de mi padre, un hombre muy poderoso y peligroso de Colonia. Para mí fue un juego, un reto acostarme con ella porque se creía mejor que todos… era tan arrogante como tú—
Decía y yo no pude evitar fruncir el seño.
—El juego llegó a su fin cuando su padre nos encontró en su casa, teniendo sexo en su cama. Entonces me dieron dos opciones, o me casaba con ella o sería la guerra entre su familia y la mía. Mi padre no lo pensó dos veces y una semana más tarde Olga y yo ya estábamos casados—
—Y qué pasó entonces?— pregunté.
—Estuvimos casados dos años hasta que su padre fue asesinado entonces nos divorciamos y nunca más supe de ella— contestó.
—¿Tú.. tu la amaste?— pregunté. Klaus tomó mi mano, acarició mi mejilla con suavidad y delicadeza tanto como si yo fuese un jarrón de porcelana tan frágil.
—Podrías decirme que es amar?— preguntó.
—Sentir que se te va el aire, la vida, es un infierno— contesté viendo a sus ojos azules tan atípicos como siempre.
—Entonces no. Ni por un instante—
—Quizás buscas en mí lo que extrañas de ella— dije y él sonrió.
—Mi hermosa Samantha, tú eres algo especial. Sólo compartían la arrogancia, en todo lo demás son sin lugar a dudas tan diferentes— contestó.
—¿Quieres parar de llamarme arrogante? Que pesado — dije molesta y Klaus me besó en la mejilla.
—Porque no me lo contaste Klaus? Sabes lo tonta que me sentí cuando Irina soltó esa bomba sobre mi cabeza?— dije poniéndo me de pie y caminando hasta la ventana. Klaus me siguió rodeando me con sus brazos en un abrazo desde la espalda.
—No era algo importante para mí de decir. Lo iba a hacer pero a mí tiempo—
—Dos años viviendo bajo el mismo techo y no sé nada sobre tí— dije.
—¿De qué hablas? Claro que sí sabes cosas sobre mi. Sabes que me gustan los caballos, que mi color favorito es el gris…—
—Que prefieres el té al café, las duchas frías a las calientes, le quitas la orilla a los sándwiches y leer te aburre…—
—Me conoces Sam. No dejes que Irina te haga sentir como si no lo hicieras solo porque a ella la conozco desde niños. — dijo y sentándose en la silla detrás del escritorio me acomodo en su regazo.
—Pregunta qué más quieres saber?—
—No lo sé…¿cómo murieron tus padres?— pregunté, Klaus sonrió de una manera algo perturbadora para luego cambiar a un semblante más serio. Entonces me di cuenta que estaba pisando terreno delicado.
—Tu no me hablas de tus padres, yo no te hablo de los míos. Trato?— propuso y yo asentí.
—¿Alguna otra cosa?— preguntó.
—Tu nombre. Irina dijo, bueno, Tienes un segundo nombre?—
—Si, dos más de hecho—
—Cuales son?—
—Gustav Alexandrik—
—Espera, ¿te llamas Klaus Gustav Alexandrik Schmidt? Demonios—dije riendo en burla.
—No te burles— dijo y se quedó mirándo me sin decir una palabra por casi dos minutos.
—¿Qué?— le pregunté aún riendo. Klaus me tomó del rostro y me besó, sus suaves labios acariciaban los míos, su lengua me llevaba a la locura haciendo que mis pulsaciones se descontrolaran.
—¿Por qué tan nerviosa Sam?— preguntó sonriendo de manera maliciosa para molestarme. Ni Drake, ni Leo ni nadie me había hecho sentir así con tan solo un beso, solo él, solo Klaus Gustav Alexandrik Schmidt.
—No me moleste— dije.
Klaus se acercó a mi boca con intención de besarme pero cuando quise acercarme él se retiró riendo. Lo tomé entonces por el cabello de la nunca con algo de fuerza y tiré de él.
—No juegues conmigo, porque yo también sé jugar y muy pesado— dije y le besé. Las manos de Klaus se posaron sobre mi trasero, sentía la humedad creciendo en mis ropa interior y su miembro endurecerse bajo los suyos. Sin querer meneaba mis caderas contra su bulto dejando escapar un gemido. Afuera el clima cambió y un cielo gris casi negros oscurecio la habitación.
—Otra tormenta— comenté al ver por la ventana la brisa mover con violencia los árboles de fuera. Klaus me giró el rostro tomándo me de la barbilla la cual besó.
—Tu cuarto o el mío?— preguntó.
—Importa?—
—El tuyo, es más pequeño así que tienes menos espacio para estar lejos de mí o escapar—
—Eres un tonto Schmidt— le dije y luego de otra sesión intensas de besos y roses. Salimos del despacho con destino al segundo piso cuando uno de los hombres entró en busca de Klaus.
—Señor es que pasó algo y le debemos consultar— dijo sin dar detalles.
—Arreglen lo como puedan, estoy ocupado— dijo Klaus.
—Discúlpeme señor pero debe usted venir conmigo, será solo un minuto— insistió el hombre.
—Sube tú, voy enseguida— dijo Klaus y salió con el empleado fuera de la casa.
Subí a la habitación como me dijo pero no podía dejar de pensar que sería eso tan importante que solo Klaus podía solucionar. No quería preguntar porque sí él no me lo había contado sus razones tenía. Afuera la lluvia comenzó a caer con fuerza. Klaus entró a la habitación empapado de pies a cabeza. Se acercó a mí y me lanzó a la cama. Quitándose la camiseta mojada se colocó encima mío y comenzó a besarme, a quitarme la ropa hasta dejarme totalmente desnuda frente a él. Sus besos se extendieron por todo mi piel, mi abdomen, mi pelvis hasta llegar a mi sexo. Me abrió las piernas no sin antes dejar delicados besos sobre mis muslos entonces atacó con su lengua la área más sensible de mi femineidad.
—Ahhh…Ahhh—
Arqueaba la espalda, movía las caderas en busca de un poco más de fricción. Me aferraba con fuerza a la almohada al tiempo que la dulce boca de Klaus daba los toques finales.
—Ahhh…— gemí sin importar que alguien me escuchará, creyendo que quizás la lluvia y los truenos camuflajearon los sonidos de placer.
—Tu turno — dije.
Klaus se recostó en la cama. Tomé su miembro entre mis manos masajeando de la punta hasta la base para luego introducirlo en mi boca. Lami, chupe y masaguie mientras le miraba a los ojos, mientras veía aquellos ojos azules transformarse en negros y su boca separase en busca de aire.
—Mmm…Sam…ah.. maldición— decía.
—Sam…ya…mmm…no quiero… venirme en tu boca— dijo sosteniéndo me del pelo y tirando un poco de él, pero no le hice caso alguno y continúe hasta que su líquido me lleno el paladar, entonces lo miré y lo tragué todo lamiendo de mis labios el resto.
—Santo Dios…— le escuché decir.
—Las ventajas de salir con una prostituta, sabe que hacer y cómo hacerlo— dije mientras me subía a su torso para continuar con la sesión.
Que no hicimos Klaus y yo bajo ese techo? , que no presenciaron esas cuatro paredes?. Toda esa tarde y gran parte de la noche, quitándo nos las ganas locas que teníamos el uno del otro hasta ya no ser capaces de más, entonces la tormenta pasó y la luz de la luna llena de color por la ventana hasta iluminar nuestis cuerpos abrazados sobre la cama.
—Termina con el tal Mateo mañana— dijo de la nada.
—No puedo, dame unos días más— dije.
—No. Ni un día más Sam, no quiero verte con él. ¿Por qué no terminas con él?— preguntó y entonces no tuve más remedio que contarle que yo había sido su primera mujer.
—Lo voy a devastar si lo corto de la nada después de eso— dije. Klaus se comenzó a reír;
—Era virgen? Samantha pero que bajo caíste— dijo.
—No te burles, además no podía caer más bajo que contigo idiota—
Klaus me dio un tierno beso en la frente para luego acomodar su cabeza sobre mi pecho. Cerró los ojos y se quedó dormido casi al instante. Yo me moría de hambre porque no había tomado nada en todo el día pero no quería despertar a Klaus, no cuando se veía tan cómodo así que acaricie húmeda cabellera.
—Eres una zorra Sam. Una maldita. Mira que venirte a acostar con quién me asesinó— dijo Drake. Estaba en cuclillas a un lado de la cama viéndome de cerca.
—No eres real— le dije en voz baja.
—Soy tan real como tú quieras que sea princesa. Cuánto tardará Klaus Schmidt en descubrir que estás completamente loca?— me preguntó entiendo cerré los ojos con fuerza hasta que él desapareció. Aquella fue otra noche en la que no me visitó en mis pesadillas sino que soñé algo agradable. Soñé con un campo verde, llenó de mis flores favoritas, con Andrew y yo teniendo un picnic. Abrí los ojos a la mañana encontrándo me sola. Sonreí al recordar mi sueño entonces la puerta de la habitación se abrió y Klaus entró cargando una bandeja de desayuno consigo.
—Espero ser el causante de esa hermosa sonrisa matutina— dijo él.
—No. Lo lamentó pero otro hombre es el culpable. Mi pequeño príncipe. Soñé con él, lo extraño tanto — dije. Klaus colocó la bandeja sobre la cama, fruta, pan tostado, huevos con jamón y jugo de naranja.
—Te juro que volverás a estar con él— dijo Klaus besando mi mano.
Desayunamos juntos y luego me di una ducha.
Irina estaba en la mesa cuando bajamos, nos fulminó con la mirada entonces me pregunté porque tenía yo que aguantar me todo aquello.
—¿No puede largarse a otro lugar? Me incómoda verla— dije a Klaus.
—Es complicado Samantha— dijo viendo a su teléfono con cara extraña. Hizo una llamada en la que se notaba muy tenso.
—¿Qué pasa?— pregunté.
—Encontraron el cuerpo de Paula—

Marcada: Atrapada con Klaus Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora