Prólogo

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Me desperté temprano esa mañana, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, saqué de la nevera un par de huevos y los puse a freír sobre una sartén con mantequilla mientras ponía agua en la cafetera. Las risas de Andrew y Leo quienes se acercaban jugueteando me llenaban el corazón.

—Cenamos fuera esta noche?— preguntó Leo rodeando mi cintura con sus brazos.

—Por supuesto, la pasta con mariscos se me antoja— respondí.

—Todo se te antoja ahora que estás embarazada— dijo él tocando mi estómago.

—¿De qué hablas? No estoy...— miré mi estómago y tenía un vientre al menos de seis meses.

—Pero cómo? Leo?— pregunté al percatarme de que me encontraba sola, en completa oscuridad.

—Eres patética Sam— escuché la voz de Drake susurrar a mi oído entonces desperté y como un reflejo auténtico empuñe mi arma contra la nada. Estaba en mi habitación, bañada en sudor, aquel fue un verano caluroso. Respiraba agitada y me tomó unos segundos darme cuenta de que todo habia sido un sueño.

Me levanté de la cama no sin antes colocar el arma en su lugar. Fui hasta el baño donde me di una larga ducha fría. Me tomó casi media hora secarme el cabello, me había alargado muchísimo tanto que ya me parecía momento de un corte.

Me vestí lo más cómoda posible para el clima y me dispuse a bajar a desayunar cuando ruidos provenientes de una de las habitaciones me llamaron la atención.

Me acerqué a la puerta la cual estaba entre abierta.

—Ahhh...Du..duele ahhh— decía la chica entre gemido y quejido mientras Klaus le penetraba con fuerza agarrado de sus caderas. Alzó la vista atrapandome infraganti, más no me inmute ni un mínimo, le miré a los ojos, esos ojos azules tan negros e inexplicables, el aceleró sus embestidas contra la que reconocí como una de las nuevas empleadas hasta que por la expresión en su rostro supe que habia llegado a su límite. Abrí entonces la puerta de par en par espantando a la chica quien luego de pegar un gritó se apresuró a cubrir su desnudez.

—Fuera de aquí— le dije.

—Perdón?— preguntó ella.

—Que te vayas ahora— repetí con firmeza.

La chica miró a Klaus quien no había cortado contacto conmigo en ningún instante.

—Klaus?— le dijo para llamar su atención.

Suspire frustrada y tomándola del brazo la saqué yo misma de la habitación cerrando la puerta y quedando solo un aun desnudo Klaus y yo.

—Con la empleada? Enserio? ¿Cuántos años tiene esa niña? Dieciséis?— le reclame.

—Diecinueve—
—Wow llamó a la policía?—
— Bist du eifersüchtig Sam?

(Acaso estás celosa Sam?)— preguntó en tono juguetón.

—Celosa yo? De una niña de quien te apuesto y no recuerdas ni como se llama? No. Vístete...no báñate primero y baja a desayunar—dije. Klaus sonrió y yo di media vuelta, me disponía a abrir la puerta cuando él me detuvo arrinconando me contra la puerta. Su cálido aliento acariciaba la piel de mi mejilla.

—Hilfst du mir nicht beim Anziehen, Samantha? (No me quieres ayudarme a vestir Samantha?)— preguntó.

Me di la vuelta quedando nuestros labios tan cercanos, rozando piel con piel.

—Das hättest du gern, oder? (Eso te gustaría, no?)— pregunté en tono bajo mientras deslizaba mi mano por su abdomen hasta llegar a su pelvis. Miré sus ojos fijamente y me sonreí cuando sus pupilas reaccionaron al toque de mi mano sobre su miembro.

—Y esto también es verdad?— pregunté.

Klaus se aproximó para besarme entonces le di vuelta al rostro y salí del cuarto.

Dos años casi se cumplían desde que me vi obligada a abandonar a mi hijo y a quien entonces era esposo para salvarme de quince años en prisión. Klaus y yo habíamos llegado a Argentina, a un poblado a dos horas de la capital en donde este tenía un rancho y junto a sus empleados más confiables, Yuri y Hans, había formado la fachada ideal para sus negocios en el país, una granja agrícola enorme.

Movía sus contactos en Europa para limpiar mi nombre o al menos sacarme de la lista de prioridad de la Interpol y quizás así podría volver a ver a mi hijo, Andrew.

Le llamaba a diario contándole cómo era mi trabajo en el cuerpo de paz, si, es irónico que escogiese aquella mentira pero era lo único que podía justificar tanta ausencia. Andrew estaba apuntó de cumplir los siete años, nunca fue un niño como los demás, hijo de Drake quisiera o no y criado por Leo, no se podía negar su astucia.

Bajé hasta el comedor no sin antes pasar por el despacho a revisar algunos emails. Hacía un año que había tomado el mando definitivo de los negocios de Drake moviendo hilos desde las sombras y fusionando me con Klaus en todo lo posible. Mi sueño era que una vez todo terminara yo podría limpiar todo el dinero que Drake nos dejó y vivir una buena vida junto a Drew y... Leo nunca me perdonaría por lo que hice. Luego de aquella noche nunca más habló conmigo, no más que lo estrictamente necesario y sólo cosas relacionadas con Drew ya que no quería verse envuelto en nada.

Supe por sus redes sociales que salía con una mujer llamada Alison, que tenía una hija dos años menor que Drew y que ya vivían juntos. Creí que eso me destrozaría pero por el contrario me hizo feliz saber que él no estaba solo y que tendría la feliz y pacífica vida que siempre estuvo destinado a tener sino hubiese sido por mi.

Marcada: Atrapada con Klaus Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora