Capítulo 13- Segunda Muerte.

198 22 5
                                    

Una vez morí y fui al infierno. Vi el lago de fuego y azufre, las flores llenas de insectos, las serpientes rodeando mis pies y a mi marido del otro lado, extendiendo su mano, aguardando por mi. Eso pasó la primera vez que morí, nadie me dijo  que ese día moriría por segunda vez.

Salí en la camioneta hasta el pueblo. Planeaba no tomarme mucho tiempo. Al bajarme del auto y entrar al mercado me inundaron las miradas de todos. Sabía de lo que hablaban asi que me limité a comprar lo que necesitaba y salir de allí. Fue entonces cuándo en el mercado vi a Mateo. No había tenido el valor de buscarlo luego de lo que pasó. Le debía una explicación y una disculpa. Caminé hasta él y de inmediato se giró para retirarse.

—Por favor espera— le pedí tomándolo de la manga de la camisa. Él finalmente se giró.

—¿Qué quieres Sam?— preguntó. Sus ojos estaban llenos de reproches y dudas.

—Quiero explicarte—

—Explicarme qué? Qué tú y él... Ya los vi todo, lo escuché todo, no puedo sacarlo de mi mente, no hay nada que explicar— dijo en voz baja para evitar que los demás nos escucharan.

—Sí. Mateo, Él no es mi hermano— dije.

—Y eso se supone que debe hacerme sentir mejor Sam?— preguntó.

—No. Lo que trato de decir es que...—

—Déjame en paz Sam. Espero que te mueras, te odio— dijo furioso saliendo del mercado dejándome con un nudo en la garganta. Estaba devastada por su mirada, sus palabras. No tenía derecho a sentirme herida porque había sido yo quien provocó todo aquello. Sólo esperaba algún día tener la oportunidad de disculparme con él apropiadamente y quizás obtener su perdón. Disimuladamente me saqué las lágrimas y continúe mis compras.

Subí a la camioneta y tomé el caminó de regreso a el rancho. Quería tener el estofado listo para la cena y quizás preparar un postre rápido para después pero la nada la camioneta se detuvo faltando dos millas para llegar a casa.

—Qué pasa?— me pregunté. Entonces vi que me había quedado sin combustible.

—Pero si vi que tenía medio tanque. Ya estoy loca— dije. Salí entonces en busca de señal ya que la recepción en la carretera era muy mala pero no lograba tener ni una barra. Entonces vi a alguien pasar en una bicicleta. Se detuvo justo frente a mi. Aquella persona era Gustavo.

—¿Tienes problemas con el auto?— preguntó.

—No. Es solo que espero a Klaus— mentí. No quería que se diera cuenta que estaba varada.

—Bien. Pero no te quedes mucho tiempo acá, oscurecerá— dijo.

—Klaus no tarda— respondí y este continuó su caminó hasta perderse de vista.

Al verme sola nuevamente pensé en irme caminando y pedir que viniesen por la camioneta pero era mucha la distancia para ir cargando las cosas de la cena. Note entonces una pequeña casucha a la orilla y decidí acercarme para ver si encontraba a alguien o alguna carretilla para cargar el mercado y andar a pie pero una vez la tuve de frente vi que estaba abandonada. Me asomé para ver solo tablas viejas, telarañas y un montón de cosas para limpiar terreno como rastrillos y palas.

—No hay nada que me sirva— dije.

—Queres que te ayude?— preguntó Gustavo desde atrás mío. Me giré violentamente.

—¿Qué quieres?— pregunté. —No te habías ido?—

—¿Qué que quiero?— preguntó. Tenía en sus manos una manguera. Se acercaba a mi lentamente.

Marcada: Atrapada con Klaus Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora