Capítulo 7- Su primer vez.

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Recogí a Mateo en la puerta de su casa donde logré ver a su padre despidiéndose, el señor me lanzó una mirada extraña mientras yo me subía al asiento del copiloto para que Mateo manejara.

—No le caigo bien a tu padre— comenté riendo mientras nos dirigimos a la ciudad. Me daba gracias aunque no sabía por qué.

—No digas eso, aun no te conoce y solo se ha llevado de los rum... Olvidarlo— dijo.

—¿Qué olvide qué? ¿Qué rumores? Cuenta me— dije.

—Son absurdos Sam, un absurdo—

—Habla ya me muero de curiosidad—

—Bueno. Papá escuchó en el mercado a unas mujeres comentando que vos y Klaus... Es un absurdo porque ustedes son hermanos—

Mateo no tenía que terminar la frase para imaginarme el resto, el incesto. No era la primera vez que se rumoreaba cosas sobre nosotros, dos extraños extranjeros que compraron un viejo rancho, la gente hablaba pero eso era nuevo.

— Eso es nuevo. Una completa locura obviamente. Pero si creo que Klaus sale con alguien... ¿Quién se ha inventado eso?— pregunté.

—No lo sé. Pero escuché el nombre de un tal Gustavo ligado al rumor. ¿Lo conoces?— preguntó.

—Si. Pero él a mi aún no— contesté.

—¿Cómo? A qué te refieres?—

—Nada. Falta poco —

No quisimos hablar más del tema y colocamos música en su lugar. Llegamos al restaurante y ordenamos lo mejor del menú a expensas mías por su puesto. Fue una velada agradable, Mateo me contó sobre sus planes a futuro y yo algunas cuantas cosas sobre mis negocios.

—Vos tenes mucha plata y yo ni donde caerme muerto— comentó riendo.

—El dinero no es nada si no tienes con quien gastarlo Mateo yo fui pobre, mucho…—
comenté.
—Nunca lo imaginé supongo hay mucho de vos que no conozco—

Llamó mi atención un objeto brillante que se asomaba por el saco de Mateo el cual tenía colgado en el espaldar de la silla.

—Voy al baño— dijo lo que aproveché para husmear encontrando una tarjeta de acceso a un cuarto de hotel. Me reí y no la volví a colocar en su lugar sino que cruelmente la sostuve entre mis dedos y jugué con ella hasta su llegada para modificarlo.

—Yo... Puedo explicarlo— dijo nervioso.

—Explicar qué?—

—Un amigo me convenció, sabía que me estaba desubicando con...—

—¿Me deseas?— le pregunté interrumpiendo su acelerado y nervioso discurso.

—Cómo?— preguntó sorprendido.

—Qué si me deseas Mateo, te quieres acostar conmigo así que me deseas supongo— dije.

—Si— respondió al fin.

Sonreí y pedí la cuenta. Le brinde mi mano y le pedí que me llevara a ese hotel. Una vez allí subimos hasta la habitación. Habían pasado años desde la última vez que estuve en una, fue quizás esa vez que Drake me partió el brazo, si hubiera sido esa la última vez.

Coloqué mi abrigo en una silla. Mateo estaba pálido así que comenzó a tomar agua.

—¿Cómo quieres que sea tu primera vez?— pregunté y él abrió los ojos ampliamente en sorpresa.

—Cómo...—

—Cómo lo sé? Bueno, digamos que no es por el hecho de que te está temblando el pulso— dije acercándo me.

—Hay una pureza en tu piel— agregué.

Cuando trabaja de prostituta debes en cuando algun puberto millonario me contrataba, habían sido tantos años de estudiar a los hombres que en la cama, en el sexo ninguno me podía engañar, en esas cuatro paredes ellos eran un libro abierto ante mi y cualquier secreto me era revelado sin necesidad de palabra alguna.

—Anda. Dime, cómo quieres que sea? — pregunté en un susurro y comencé a besar su cuello, sus mejillas, su boca. Desabroche su camisa, le quite el cinturón, guíe sus manos hasta la cremallera del vestido la cual deslizó con algo de torpeza. Nuestros cuerpos se encontraron en la cama. Le deje colocarse el condón y me posicione encima suyo. Mateo cerraba los ojos ante el placer que me esforcé por prolongar lo máximo hasta que él ya no pudo más y dejó salir un gemido al alcanzar su clímax. Me coloqué a su lado mientras él recuperaba el aliento y acto seguido se quedaba dormido. Me senté en la cama, estaba decepcionada, si, sabía que él era virgen y que no sería espectacular para mi pero no fui capaz de sentir ni un ápice de placer, no fue malo, pero tampoco fue bueno.

—Ese chico no conocerá tu cuerpo como yo— dijo Drake a quien veía sentado en la silla frente a la cama.

—Callate. Tú que sabes? Lo convertiré en un buen amante, a mi medida— le respondí.

—¿A tú medida dices? Ningún cuerpo calza también con el tuyo como el mio princesa—

—No te lo discuto, pero existen otros dos y puedo crear un tercero—

—Sigues siendo tan prepotente princesa—

—Y tú sigues estando muerto—

Drake me sonrió y en un pestañeo desapareció. Hacía un año que llevaba alucinado con él, eso no era sano, normal o cuerdo pero me hacía sentir mejor, me hacía poder vivir con el hecho de que él estaba muerto por mi culpa. Tomé unas copas del minibar, más de un par siendo sincera.
Pensé en volver a casa, dejar a Mateo allí y no volverle a llamar nunca más pero rendirme sin intentarlo era mil veces peor. Comencé a besar su cuello para despertarle.

—Hey..— dijo sonriente. Atrapé su boca con la mía.

—Princesa— pronunciaron sus labios. En el lugar de Mateo estaba Drake, el alcohol había embriagado mi mente. Le besé con muchas ganas, muchas. Me movió sobre su cuerpo buscando mi propio y egoísta placer mientras el rostro de quien alguna vez fue mi esposo se posaba sobre un cuerpo ajeno solo para molestarme.

—Ahhh..— gemía mientras sus manos me ayudaban con el ritmo sostenido de mis caderas. Al desplomarse exhausta, Drake ya no estaba, solo quedaba Mateo y vi entonces que no era justo arrastrarlo conmigo a la locura. Nunca le podría decir que tenía un hijo, que solía ser prostituta, que quien cree mi hermano no lo era y que soñaba despierta con mi ex marido al cual mandé a asesinar y que por eso me buscaba la interpol y es la razón principal de estar en suelo argentino. Pero no esa noche, esa noche no quería decirle adiós, no después de tener relaciones por qué sabía que eso lo destruiría, no porque me amanece sino porque sabía que dejarlo luego de la primera vez le daría la falda sensación de que fue malo y no lo había sido, solo no era lo que yo solía disfrutar, los hombres de mi vida me habían mal acostumbrado a su forma particular de amar mi cuerpo. Leo y Klaus eran amantes extraordinarios y Drake, oh Drake era el mejor de todos sin lugar a dudas me hacía disfrutar aunque me doliera, aún que me estuviese obligando y por eso lo odiaba.
—Eso fue…—
—¿Lo disfrutaste?— le pregunté y él asintió.
—Bien. Hora de ir a casa— dije y sin mucho alarme comencé a vestirme. Le tomé la mano durante todo el camino para no hacerle sentir como alguna clase de ausencia. Le besé en los labios al despedimos y regresé a la mansión entrando ya la madrugada. Subiendo las escaleras escuché voces de salir de la habitación de Klaus, risas e imaginé que él e Irina estaban juntos, que ella lo había conquistado en una noche y se lo había llevado a la cama.
—¿Qué haces?— escuché a Klaus preguntarle y luego un silencio llenó el pasillo.

Marcada: Atrapada con Klaus Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora