Dos ejércitos, un solo ganador, la muerte, los cuervos se posan sobre los cadáveres en descomposición, cualquiera que pudiera haber sido salvado hace ya tiempo que murió. La sangre y la orina empapan la tierra, los huesos sobresalen de los cuerpos, muchos tienen leves heridas pero otros están girados en posiciones imposibles, algunos solo les queda la palabra humano pues sus cadáveres no son más que nidos de insectos, cucarachas, gusanos y los cuervos que se alimentan de los primeros.
En la lejanía se ve un muerto avanzar, es una joven caballero, la única superviviente de la masacre, su escudo yace en la tierra pisoteado por ella misma, su espada, destella debido a la sangre, su andar es regular pero sus ojos son dos océanos vacíos, muertos en vida, su pelo una vez naranja ahora es del color del crepúsculo, rojo intenso.
Los cuervos no le prestan atención cuando se arrodilla ante un cadáver, aún sin empezar a roer, de armadura lustrosa y le grita:
—¿ES ESTO AQUELLO QUE DEFENDEIS?— pregunta al cadáver sin obtener respuesta.Solo con su grito los pájaros salen volando en bandada, de repente todo se vuelve muy silencioso
Y nuestra chica emprende su camino hacia el encuentro con su destino, pues todo el mundo sabe que no se puede escapar de él. Los cuervos volverán, y la muerte irá a recoger las almas de aquellos desgraciados, pero ella no pensaba quedarse a verlo, así pues marchó dejando tras sí a los muertos.
Sonaba un río cerca, sabía lo que encontraría pero sin embargo miró de todas formas. Muerte, sólo encontró muerte, antaño azul y cristalino ahora no era más que un torrente de mierda y sangre, los cadáveres acumulados en los lados, sin embargo, un cadáver se movió. Lyssandra, así conocida por sus antiguos compañeros se arrodilló ante él herido, un hombre algo viejo ya, malherido y con la mirada perdida.
—Resiste maldita sea—dijo mientras le inspeccionaba un corte en la barriga— resiste joder.El hombre ciego de tanto dolor solo pudo susurrarle una despedida antes de marchar tras sus compañeros caídos. Lyssandra cada vez más cansada y derrotada siguió andando durante horas, hasta que finalmente decidió detenerse y apoyarse en un árbol mientras se sentaba.
Lejos del río, a más de medio país de distancia se encontraba el destino de Lyssandra, sentado en un bonito y caro sillón. Emilia, posiblemente la única mujer capaz de derrotar ella sola a mil hombres y ni mancharse. Sus ojos viajaban por las noticias del frente de batalla sin embargo sus pensamientos, estaban en Lyssandra, deseaba matarla y al mismo tiempo ir corriendo a asesinar a cualquiera que le tocase un pelo. Su destino se entrelazaba con el de aquells mujer por razones que solo los dioses conocían pero no pensaba dejar que se le escapase, mandó preparar un caballo y su espada. Esta historia, empieza ahora, una muerta entre vivos y una viva entre muertos.
Su espada está manchada y magullada, su armadura de malla rota y sus amigos, muertos. De repente se siente sola en un mundo desconocido, los únicos que le importaban yacen en el barro, y ella simplemente llora.
—¿Qué hice mal papá?—solloza— Hice justo lo que me pediste, me encariñe con ellos y ahora míralos, ¡muertos!.
Su grito espanta a los pájaros y se queda sola, definitivamente sola, las lágrimas resbalan por su cara, los gritos que da maldiciendo a todos por abandonarla acompañan el susurro del aire y en el frío abrazo de la noche se levanta. Camina río arriba y empieza a enterrar cuerpos, coge las chapas y los despoja de sus escudos, pues no son más que hombres. —Hoy te despido hermano y mañana te saludo— reza al cadáver.
Y así con todos los que encuentra, da igual todo, pues para ella de poco sirve vivir sin alguien a quien proteger y ayudar.
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El Diario de Gato
PoetryHuye, corre, sumérgete en las profundidades, alza el vuelo como un ave, sobrevive al desierto o perece ante el, muere y renace ante el mismísimo apocalipsis. Ama, odia, crea y destruye, pero no te pares, solo vive, la oscuridad se acerca y viene a p...