BANGKOK

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Me encuentro en una ciudad de cables y nudos, desordenada como mis pensamientos, peligrosa como mis sentimientos, compleja como el amor y simple como la vida. Los edificios a mi derecha no son más que la sombra de lo que una vez fueron, derruidos y con el hormigón oxidado, a mi izquierda se extiende el mar, con las olas color carmesí golpeando la orilla casi al compás de un reloj. Camino entre las laberínticas calles, intentando encontrarme, tirando del hilo que empecé a soltar cuando llegué aquí, intentando oírte, recorro las calles y es a la cuarta vez que cruzo por el mismo callejón que me paro y miro a la Luna. Y entonces comprendo, que no podré salir de esta maraña de cables que anida en mi corazón por mucho que lo intente, que debo aprender a amarlos, con su extenuante complejidad y su simpleza mortal, empiezo a comprender que no hay ningún hilo mágico que me saque de aquí, que las sombras que confundía con monstruos no son más que susurros apagados en la noche. Y entonces como si de una mundana linterna se tratase, la Luna se ilumina y las calles vuelven a llenarse de vida, esas mismas calles que antes estaban vacías y tristes ahora se llenan de gente, de alegría y color. Es justo en ese momento que salgo del callejón para encontrarte justo en el centro de la ciudad, como si del centro de la galaxia se tratase.

El Diario de GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora