Dydy

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Narrador omnisciente 

Existían pocas cosas que Robin Arellano considerara de su gusto, por ejemplo prefería los perros antes que los gatos, también le gustaba la primavera porque era la combinación perfecta de temperatura  y como ultimo su gusto por las chicas. A sus trece años había obtenido múltiples confesiones de chicas, pero ninguna fue de la que él esperaba, tal vez para otros sonaba como un loco cursi o un niño tonto, pero es que Wendy Blake era la niña más encantadora que jamás había conocido. 

Wendy tenia una larga y descontrolada melena rubia, ojos celestes que parecían lo más cercano que Robin podía estar del cielo, pero su físico no era lo único bueno. Para él, ella significaba la nada misma, porque podías sentirte cerca algunas veces, pero otras simplemente te encontrabas a kilómetros. Los chicos que llegaban a interesarse en Wendy se rendían con los días, las dos razones eran obvias, la primera es que no querían ser golpeados por Robin Arellano y la segunda es que nadie entendía como acercarse, la chica era como un fantasma lejano a cualquier problema que no la involucrara. 

Para Finney sus hermanas eran polos opuestos, Wendy preferia cuidar las cosas que decía, pero Gwen era un torbellino de groserías y honestidad. Ambas se complementaban y para la menor de los Blake, eso era un alivio porque sentía que no había perdido del todo a su figura materna. Desde pequeños fueron unidos, Finney curaba las heridas de Wendy y Gwen con sus travesuras era quien las provocaba. 

Sin embargo, durante los últimos días, el hielo que parecía recubrir los sentimientos de Wendy estaba fragmentado. Robin Arellano no se detendría solo con un collar, ese fue el primer paso, pero ahora parecía un chicle detrás de la chica. Buscaba encontrarse con ella en los pasillos, en el almuerzo e incluso durante las horas de estudio libre, para Wendy eso estaba bien aunque para Bruce era un verdadero dolor en el trasero, ya que Arellano le prohibía acercarse con sus acciones. 

Ese día en particular el sol brillaba con fuerza, un domingo en la tarde con el verano apuntando en lo más alto, las vacaciones de verano habían comenzado justo después de que acabaran los exámenes. Finney se encontraba tirado en el suelo de la sala de estar, Gwen y Wendy estaban apoyadas una en la otra sobre el piso, los tres estaban muriendo con la ola de calor que azotaba Colorado. 

El teléfono sonó a la lejanía, ninguna de las chicas movió un musculo, por lo que Finney resoplo mientras se arrastraba por el suelo. Él atendió para el segundo timbre, escuchando de inmediato la voz de su mejor amigo, al parecer la piscina publica estaba abierta y la entrada era gratuita, incluso con el odio de ambos por los lugares muy poblados, decidieron que todos irían. 

Cuando la llamada finalizo, Finney camino hacia sus hermanas y se lanzo sobre ellas con poco cuidado, escuchándolas quejarse sobre lo pesado que era – Tampoco es para que me traten así, groseras, ya por eso no les digo nada– Él toco su pecho con indignación, levantándose de donde ellas se encontraban, los gritos por parte de ambas no se hicieron esperar puesto que querían saber de que se trataba la llamada –Bien, bien, pero si alguna me vuelve a llamar "pesado" les juro que las voy a abandonar. La persona que llamo fue Robin, nos invito a la piscina porque se entero por un amigo de su tío que ya abrieron–

La noticia de la piscina corrió por todo el vecindario, así que cuando los tres llegaron el lugar estaba repleto, la verdad es que todos estaban muriendo de calor  y la multitud poco importaba en comparación con lo mal que la estaban pasando  en casa.

Robin los encontró ahí, pero no fue el único ya que Bruce Yamada estaba ahí junto a su hermana Amy, el moreno rodó los ojos cuando el pelinegro se acerco a ellos. Estaba de buen humor tan solo segundos antes de que él llegara.

Los Blake en cambio decidieron ignorarlos, para los hermanos ya se había hecho más que obvia la rivalidad de esos dos, incluso Wendy prefería ignorarlos cuando comenzaban a discutir, porque la ultima vez que intervino le gritaron y ella estuvo  ignorandolos durante varios días. 

Gwen camino por entre la multitud, siendo seguida por todo el grupo, ella estaba buscando un lugar donde sentarse para dejar las cosas. Quería entrar lo antes posible al agua, incluso podía considerar no molestar tanto a Finney que seguía con la mirada a Donna.

Cuando todos dejaron sus pertenencias, Wendy y Gwen retiraron sus playeras y shorts, yendo junto a Amy a la piscina, Finney las siguió pero prefirió sentarse en el borde y remojar los pies. Sin embargo Robin y Bruce se pechaban hasta que acabaron cayendo en el agua, Finney se burlo al verlos tragar tanta agua de golpe. 

Los chicos compitieron con todo, incluso en el juego de cargar a otro en los hombros, gano Robin quien cargaba a Gwen, Bruce y Amy acabaron tragando agua. Finney y Wendy preferían alejarse de ellos, una mezcla de vergüenza y miedo a salir heridos los asechaba cuando se trataba de Gwen y Robin, sobre todo vergüenza. 

Cuando la tarde estaba llegando, el sol bajaba, la mayoría ya se estaba retirando del lugar, pero ellos recién estaban juntando sus pertenencias.

Todo estaba tranquilo, aunque el sollozo de un niño llamo la atención de todos, para variar eran los idiotas del colegio metiéndose con un niño que Finney identifico como Griffin. Wendy suspiro, dejando su toalla en los brazos de su hermana antes de dirigirse hacia donde estaban los niños, Robin fue detrás de ella por si a alguno de esos idiotas se les ocurría meterse con su chica. 

–Ustedes, trío de simios, sí te hablo a ti, maldita zanahoria– Wendy nunca se metía en problemas que no le incumbieran, pero el niño era la mitad de esos imbéciles, no podía ignorarlo –¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?– Los chicos retrocedieron, porque era la primera vez que escuchaban a la chica hablar y porque nadie, a excepción de Moose, era tan imbécil como para meterse con Robin Arellano. Wendy se acerco al niño, divisando un golpe en su ojo y el temblor de sus manos, entonces ella acaricio suavemente su cabello y él dejo escapar las lagrimas. 

Estuvieron junto a Griffin hasta que su hermana mayor fue a buscarlo, Finney y Bruce les explicaron lo sucedido, pero él no se soltaba de Wendy –Estaba pensando... Wendy, tu nombre es corto y no puedes tener un apodo –Griffin hablo en un tono de voz bajo, soltando el brazo de la chica para ir junto a su hermana –¿Puedo llamarte Dydy? Son las ultimas letras de tu nombre–

Robin gruño en disgusto, Bruce igual, pero ella le sonrió y sin dudarlo le dijo que sí. Tal vez ahora los chicos tenían una nueva competencia. 

SAY YES  Robin Arellano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora