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POV LINA.

—Estamos hablando de Mafias Lina, ¿estás segura de querer meterte en todo esto? Ya no se trata de ir tras ellos. Se trata de poner un pie en un mundo demasiado peligroso.

—No quiero que te sientas obligada a ayudarme Coco. Te lo estoy diciendo para que elijas.

—Las dos sabemos que perdí la esa opción hace mucho —responde mi amiga con pesar. —Siento pecar de frase cliché pero ¿el fin justifica los medios Li?, ir tras ellos justifica que te veas envuelta en toda esa escoria de gente.

—No quiero que corras peligro.

—Ya es tarde, y de todas formas no te dejaría sola —dice encogiéndose de hombros. Como si restarle importancia hiciera de esto una cosa más del día a día.

La cojo las manos en agradecimiento y nos fundimos en un abrazo en la cama. Aún no me he quitado el vestido de la fiesta y al inclinarme hacia ella me enredo en él escuchando un desgarro. Ya es un desastre de todas formas, así que no me encojo ante el crujido de la tela. En cuanto salí de la habitación del teniente corrí a contarle a Coco todo lo que había ocurrido. Bueno tal vez no todo.

—¿Estás bien?, te noto rara desde que llegaste.

—Sí, tranquila. Es solo que el dolor de cabeza me está matando y estoy demasiado frustrada con la situación.

Le conté toda la parte de Leo y Mario, incluyendo que fastidié el plan al hablar con ellos y permitir que se fueran. Pero he pasado por alto todo el tema del Teniente. No es algo en lo que quiera pensar ahora mismo, y hablar con Coco es como hablar con Sherlock, se pone a investigar y analizar al milímetro cada diminuto detalle hasta llegar al fondo de la cuestión y no sé si quiero en estos momentos averiguar qué es lo que me llevó a terminar en esa situación con él. Porque está claro que no fue solo por Mario y Leo.

—¿Puedo dormir contigo? —le pregunto.

—Claro, le diré a Chester que hoy es noche de chicas.

Desde que llegamos, no se han separado. Me gusta la pareja que hacen. Cuando Chester la mira es como si quisiera poner el mundo entero a sus pies. Chester hace que la Coco divertida y salvaje que yo conozco, quede equilibrada con la parte entrañable y protectora que saca cuando está junto a él.

Me cuenta cómo han sido los días desde que salimos de la base. La forma en la que se comunican, hasta el punto en que han llegado a entenderse sin necesidad de escribir. Aunque ahora, parece ser que Chester le está enseñando el lenguaje de signos. Y al fin queda resuelto el misterio de la cicatriz de su rostro, por el que nunca me atreví a preguntar: su casa se quemó cuando era pequeño con toda su familia dentro. Una de las razones por las que le reclutaron fue esa. Según Coco nunca ha querido hacerse una operación estética para llevar grabado en la piel el dolor de perder a sus padres. Esa realidad me retorció por dentro, al pensar en el sufrimiento que carga. Todas estas confesiones me hacen confiar un poco más en él. No habría contado todas esas cosas si Coco no fuese importante para él. Además llevamos varios días en Moscú y no ha intentado ni una sola vez escaparse. Se ha quedado con ella todo este tiempo, cuidándose el uno al otro, ganando tiempo para conocerse más.

Me quito el vestido, quedándome completamente desnuda y cojo la primera camiseta que encuentro en la maleta para poder meterme en la cama.

—¡Tía! NO LLEVAS BRAGAS.

Mierda. Se me había olvidado ese pequeño detalle.

—Es una historia larga de contar —respondo rápidamente.

—Ya estás explicándote —dice mientras abre la cama king size y me tira un cojín a la cabeza, despeinándome.

—Estoy demasiado cansada.

Cuando me encuentres (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora