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POV LINA

Le doy vueltas al puñal, absorta en las piedras preciosas que lo adornan. Lo llevo siempre encima, como un recordatorio de la herida que cargo y de la que le infligí cuando atravesé a Mario con él. Hay veces en las que intento quedarme a solas, buscando cualquier rincón en el que poder sacarlo y estar con mis pensamientos. Su peso sobre mis manos me tranquiliza y me hace sentir en paz.

Llaman a la puerta de la habitación un par de veces. El que esté al otro lado es una persona paciente, supongo que sea quien sea habrá sido amenazado por Mery.

'Sin presiones' fue lo que le dijo a todo su escuadrón cuando nos trajo hasta aquí, y hasta ahora nadie nos ha molestado.  Antes de abrir coloco el puñal en su funda, ciñéndolo a mi cadera con el cinturón que él me regaló. Bajo la camiseta agradeciendo su amplitud: aunque es horrenda, al menos es práctica.

—¿Lista?.

Asiento intentando evitar mirar a la cara al chico que me espera en el umbral. Las chicas tenían razón, llevo demasiado tiempo aquí encerrada.

Se trata de uno de los compañeros del equipo que lidera mi amiga. Me acompaña por los estrechos y grises pasillos de la base. Le reconozco porque fue uno de los que apresó a Chester en la casa cuando todo terminó. Ya se habían quitado los cascos para entonces y aún recuerdo algunos rostros.

Lleva el pelo corto al estilo militar, al igual que el resto, y ese porte de fuerza y seguridad que solo te da pasar años en sitios como este: es el mismo que tenían Leo y Mario. No puedo evitar fijarme en que tiene las mangas de su traje militar subidas hasta los codos, mostrando unos antebrazos libres de tatuajes. Supongo que su organización, al depender de una rama gubernamental, tiene más similitudes con las normas de vestimenta y estética militar que las de Leo.

El tintineo de las chapas que lleva como colgante en su cuello me distraen, y él se fija hacia dónde va mi mirada. Se lleva la mano al cuello para mostrármelas

—Las tenemos todos —dice señalando su colgante. —Son para identificarnos si nos pasa algo.

No esperaba que fuera a hablarme. Y el hecho de que me de ese dato no me tranquiliza.

—Es un poco espeluznante que llevéis colgado del cuello un recordatorio de que podéis palmarla en cualquier momento.

Me sorprendo a mí misma contestándole.

—Buen punto, pero...no nos hace falta un recordatorio para saber eso. Salir con un arma cada vez que ponemos un pie fuera de la base ya lo es.

—¿Es difícil?. —A él también le sorprende mi pregunta. —Me refiero a llevar este tipo de vida.

Él se encoge de hombros como si fuese algo a lo que le restara importancia.

—Es la que la mayoría hemos escogido aquí.

Me choca ese dato. Saber que a ellos no los reclutaron, ni los apartaron de sus familias.

Fuerza una sonrisa cada vez que nuestras miradas se encuentran y el contraste entre su cuerpo grande y amenazante con su honesta expresión hace que algo dentro de mí se revuelva. Creo que lo hace de manera intencionada para que me relaje en su presencia, supongo que Mery le habrá puesto al tanto de todo. Hace mucho que no tengo contacto con nadie más que no sea con mis amigas, y la verdad preferiría que eso siguiera así.

—Es por aquí —dice girando en una intersección.

Me pilla distraída una vez más observándole, pero no me da tiempo a apartar la mirada, porque ya hemos llegado.

La puerta que tenemos frente a nosotros se abre cuando el chico que me acompaña pasa su tarjeta por el lector, mostrando una identificación de alto mando: teniente Morgan, aparece en la pantalla del lector con letras de color verde. ¿Morgan?, ese es un apellido extranjero.

—Tienes diez minutos. Te dejaré intimidad, pero si ocurre algo, estaré al otro lado de la puerta.

Agradezco que me deje estar con él a solas. No podría hacer esto si alguien estuviera de pie a nuestro lado observándonos.

Respiro hondo antes de entrar y cuando lo hago me sorprende la imagen que recibo. Esperaba verle atado a algún sitio en el suelo, con moratones y todo tipo de heridas. Me arrepiento por haber tenido ese pensamiento. Me pego un puñetazo mental por pensar tan mal del lugar en el que trabaja mi amiga, pero creí que un preso de guerra al que le hacen constantes interrogatorios sería como en las pelis. 

Sin embargo Chester está sentado en una cama algo más austera que nuestras literas. Es una celda a fin de cuentas, pero tiene todas las comodidades que no esperaba de un sitio como este.

Al verme se levanta tropezando consigo mismo por la sorpresa y se lanza hacia mí. Yo lo recibo sin saber que hacer, no esperaba que su reacción fuera darme un abrazo y comprobar por todas partes si estoy herida.

—Estoy bien, tranquilo —le digo en el tono más duro que jamás le haya dedicado. Él se da cuenta al instante y se pone rígido. Coge la libreta que hay encima de su cama y comienza a escribir.

'Yo no lo sabía. Por favor no me culpes'.

Cierro los ojos ahuyentando las imágenes de aquel día.

—Lo sé, pero no puedo evitar recordar que eres de los suyos cada vez que te veo. Hay algo que me he preguntado muchas veces desde aquel día.

Él espera paciente a que continúe y cuando lo hago enseguida me arrepiento de mis palabras.

—Era tu superior. Si lo hubieras sabido antes de conocerme ¿Le hubieses encubierto?. ¿Todo por su obsesión de estar conmigo?.

El dolor llega a sus ojos antes que mi arrepentimiento, y vuelve a escribir.

'No digas eso, soy tu amigo'

—También eres el suyo.

'No. Allí no tenemos amigos. Es solo trabajo'.

Me extraña su frase. En esta base todos parecen llevarse bien, aunque no me haya relacionado demasiado, en la cafetería he podido observar las relaciones que tienen entre ellos. Me sorprende que Chester me diga eso, aunque es cierto que el tiempo que estuve con ellos no compartían su tiempo libre como si fuesen amigos, sin contar con que a Chester le llamaban 'El Perro', aunque a él no le molestara, nunca me pareció educado.

—Quieren que les de detalles de mi estancia con vosotros.

Su actitud cambia y la mitad del rostro que tiene quemada se tuerce en una mueca desagradable, dándole un aspecto más terrorífico de lo actual. Pero yo ya perdí el miedo a demasiadas cosas.

—Como ya sabes, no tengo demasiados detalles en mi mente para darles. De eso os encargasteis bastante bien. —Algo parecido a la culpabilidad asoma en su rostro, pero continúo. —Quiero salir de esta base, y no podré hacerlo hasta que eso ocurra, así que por favor, si de verdad en algún momento me llegaste a considerar tu amiga dales lo que quieren

Permanece en silencio con la mirada fija en el suelo, dándome a entender que esa no es una opción. Pero sé qué es lo único que le haría torcer el brazo.

—Si no lo haces por mí, entonces hazlo por Coco.

Cuando le digo esto, ya tengo un pie fuera de la celda y el teniente me coge del codo para sacar el resto de mi cuerpo. Su contacto es extraño en mi piel. Sé que he dado en el clavo con Chester porque lo último que veo de él es su cuerpo levantándose con fuerza del catre donde duerme para evitar que se cierre la puerta. Pero no lo consigue.

Necesito salir de aquí. Estas paredes no me dejan respirar, y si no lo puedo conseguir yo, lo hará Chester por mí.

—¿Estás bien? —me pregunta el teniente. Su falsa preocupación me inquieta. ¿Tambien le habrá dicho Mery que se comporte así conmigo?

—Perfectamente.

Él ajusta su arma con su cuerpo de forma casi imperceptible y continuamos nuestro camino de regreso a las habitaciones.

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¿Os ha gustado? ¿Qué pensáis del teniente Morgan?

Este capítulo quería dedicárselo a Diana y a Carmen dos amigas que han estado desde el principio y cuyo amor por Leo al principio (y de últimas yo sé que por Mario también un poquito) me ha animado a escribir más y más cada día.

Cuando me encuentres (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora