Ya me estaba arrepintiendo de la horrible idea que me había propuesto Morgan por la mañana. Mi vida últimamente era una sucesión de catastróficas decisiones. Pero la peor de todas había sido ir a ese campo de tiro.
Insistió en que tenía que aprender a utilizar armas de fuego, aunque las aborreciera. Cubrir todas las posibilidades de supervivencia que tuviera al alcance si llegado el momento lo necesitara.
—Las pistolas me ponen los pelos de punta —le dije con un mohín. —¿No podrías hacerlo tú y yo te miro?
—La experiencia se coge con la práctica no con la teoría. Mueve el culo y coge esos cascos para taparte los oídos.
Lo peor era eso...el ruido de los disparos me sobresaltaba de sobremanera. No era capaz de disparar una sola vez sin cerrar los ojos. Al menos el traje me sentaba bien. Unos pantalones militares de color negro ajustados y un jersey bajo un chaleco ajustado a mi cintura. Me había recogido el pelo en una coleta, haciendo que los mechones rojos parecieran aún más oscuros de lo habitual. El Teniente no había parado de mirarme cuando creía que no me estaba dando cuenta. Estaba orgullosa de haber conseguido un look decente con toda la parafernalia militar, y por cómo me miraba no debía de estar tan mal. Oculté una sonrisa.
—Colócate ahí —dijo señalando uno de los habitáculos separado de los demás con dos mamparas de cristal a cada lado. El teniente me guía hasta siuarse en el que está justo a mi lado, señalando al frente con su pistola. —¿Ves el objetivo? Bien, pues tienes que intentar acertar en la cabeza. Es fácil dar a un objetivo que no está en movimiento así que esfuérzate.
—¡ja! fácil para ti —susurré, llevándome una mirada de desaprobación por parte de Morgan.
Todos los planes habían quedado paralizados. No habíamos vuelto a tener noticias de los Mencía, pero teníamos la certeza de que en algún momento eso iba a cambiar. Por ahora aprendizaje y descanso era lo que había decidido Morgan.
—Tienes que quitarle el seguro. ¿Ves? Aquí. —dijo alzando la voz, para que pudiera escucharle con los cascos puestos, por encima de algunos disparos que se oían en la sala. No había demasiada gente. El Teniente había escogido con acierto un lugar poco frecuentado. —Y luego levanta el arma hasta esta altura y fija el ojo en tu objetivo. Después disparas. El retroceso no es demasiado fuerte en este tipo de pistolas así que tú agárrala firmemente y no dejes que la pistola te domine a ti, tu la dominas a ella.
—Sí sensei —le dije con una sonrisa. Su gruñido de desaprobación me hizo sentir un hormigueo en las puntas de los dedos de los pies. Me preguntaba dónde estaría el límite del Teniente.
Me coloqué como dijo y dirigí el arma hacia la cabeza del maniquí. Estaba demasiado lejos, pero hice todo lo que el Teniente me había ordenado para poder acertar en el blanco. Respiré hondo, sintiendo su presencia detrás de mí. El calor que emanaba llegaba hasta mi espalda, envolviéndome y poniéndome los pelos de punta. Quería que viera que era capaz de ello. Quería demostrar que podía hacerlo.
1, 2, 3, 4...dispare. El sonido llegó a mis oídos amortiguado por los cascos inhibidores. Pero fallé.
Dejé escapar una maldición entre dientes disponiéndome a bajar el arma, pero Morgan me lo impidió. Su cuerpo se había acercado peligrosamente sigiloso hasta quedar contra mi espalda, ya no nos separaba ningún tipo de distancia. Podía sentirle pegado en todos los puntos de mi cuerpo que emitían señales de alarma. Mis instintos me empujaban a alejarme, pero no tenía dónde huir, sólo dos paredes de metacrilato a cada lado y un mostrador en frente que me impedía moverme. Estaba acorralada.
Una de sus manos me separó el casco de la oreja para susurrarme:
—No dejes de intentarlo porque hayas fallado la primera vez. Te creía más persistente.
ESTÁS LEYENDO
Cuando me encuentres (II)
Romance-Bien, cuando me recuerdes Lina... -Hizo una pausa tratando de coger el aire que le faltaba. Que nos empezaba a faltar a los dos -quiero que lo hagas como la bestia que ves ahora, porque eso es lo que somos.