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Pensé en todas las veces en las que el Teniente no había parado de tenderme la mano desde que nos conocimos. Desde ese primer día en el que me acompañó a la celda de Chester en la base. Ahora sabía que sus sonrisas y la forma en la que siempre había intentado hacerme olvidar, habían sido para sacarme del agujero de oscuridad en el que llevaba meses. También en el baile, aquella noche en la que buscó mi liberación sin pedir nada a cambio.

No me olvidaba de la forma en la que, más adelante, se había abierto a mí, contándome cómo perdió a su hermano y la relación que tenía con los Mencía, sin pedir que yo le contase nada sobre mi historia, sólo para que sintiera que compartía una parte suya y podía confiar en él. No había dejado, en todo este tiempo, de intentar conseguir que volviera a confiar, a soltar toda esa rabia que había acumulado, la culpa y el arrepentimiento.

El Teniente seguía sosteniendo mi barbilla en alto, como si le costara permitir que bajara la mirada. Era su forma de decirme, no mires abajo, sigue adelante, ruge, rebélate, pero no te mantengas callada. Lucha.

Morgan tenía la capacidad de llegar a mi corazón. sus palabras me atravesaban alcanzando las partes más oscuras a las que jamás nadie hubiera llegado. Y eso me asustaba. Pero había algo que me decía que no iba a dejar que nada ni nadie me hiciera daño. Pero el problema era...¿también me protegería de mí misma?

No iba a permitir que creyera que yo era débil. Su mirada cayó sobre mis labios. Esperaba mi respuesta. Los entreabrir y sus ojos se oscurecieron, dándole un aspecto salvaje.

<<Joder, Teniente, no me mires así>>, pensé.

La forma en la que me animaba a hablar, a salir de mí misma y ser la persona que él creía que podía llegar a ser, era peligroso. Creo que él necesitaba esa respuesta más que yo.

—Quiero dejarlo ir —solté, al fin. Sintiendo la liberación de esas palabras me acerqué más a él. Su mirada se impregnó de confusión por unos segundos pero cuando puse mi mano sobre su abdomen, no hicieron falta más palabras, él sonrió, lobuno y orgulloso por mi decisión.

—Bien dicho.

Moví mi mano, arrancándole un sonido gutural cuando la caricia se convirtió en una exploración de su pecho hasta llegar al cuello. Él me sostenía, pero yo ahora también lo tenía contra mí.

—Esto....—dijo, ahora menos confiado. —Creo que no deberíamos.

—¿Por qué no? —le pregunté. ¿Le habría interpretado mal?

—Porque Lina...no creas que no quiero esto. Pero cuando te tenga, será para mí solo, en un sitio en el que nadie nos pueda interrumpir y con un espacio amplio para ponerte contra todas las superficies posibles y hacerte gritar fuerte de placer. —Cerró los ojos. Su respiración se había vuelto pesada, como si le estuviera costando mantener la calma. Agradecía tener puestos esos pantalones gruesos por el frío de Moscú, porque me sentía húmeda después de escucharle decir esas palabras y mis mejillas en estos momentos debían haber adquirido el mismo tono que mi pelo. —Cuando te tenga, no te dejaré salir de mi cama en un mes. Y desgraciadamente ahora mismo tenemos otros planes. —Se refería a los hermanos Mencía. —También les haré pagar por hacerme atrasar esto.

Sus manos me sostuvieron unos segundos más. presionando mi mentón y alzándome hasta quedar de puntillas, cerca de su boca. Podía sentir su respiración contra la piel de mis labios y la intensidad de su mirada sobre la mía. Al menos tendría esto...Mi corazón se aceleró cuando nos acercamos ansiando aquel beso. Necesitaba saber qué era esto que estaba sintiendo. Necesitaba confirmarlo. Necesitaba aquel beso.

Unió su frente a la mía antes de que nuestros labios se tocaran. Vi cómo cerraba los ojos con fuerza. Estaba haciendo un esfuerzo por no traspasar ese límite en el que sabía que que se abalanzaría sobre mí y cumpliría todas sus promesas. Pero sólo sería un beso. Al menos por el momento.

Cerré los ojos y quedando en las sombras de aquel pasado que nos perseguía a los dos, pero había una salida. Él era la salida. Sentí la anticipación mordiendo mi piel cuando su nariz rozó la mía y presionamos levemente nuestros labios, fue sólo un roce.

De repente el sonido de su teléfono móvil nos interrumpió, haciéndonos salir de aquel trance.

Morgan se apartó y miró su teléfono maldiciendo en voz baja. Cogió la llamada y puso el manos libres para que ambos lo escucháramos. Eso era lo que me gustaba de él, que nunca me dejaba al margen. La voz de Mario, oscura, nerviosa y afectada.

—Ya ha empezado. Han detonado una bomba en la Plaza Roja.

—¿Cómo sabéis que ha sido él?

—Borotoj aún no ha reivindicado el atentado, pero no hay duda, ha sido él. Se encontraban algunos altos dirigentes de las organizaciones que se oponían a él. —Mario sonaba nervioso. Y él no era una persona que se pusiera nerviosa.

—¿Qué más?. —Le animó Morgan a que continuara.

—Leo...estaba ahí. Tenía una reunión. Aún no sabemos nada de él. No le han encontrado entre los muertos, pero tampoco ha aparecido.

Dejé de respirar. Mi visión se tiñó de negro y sentí que me mareaba.

—No sabemos si ya no está. —continuó Mario sin decir la palabra 'muerto'. —Os necesitamos. —Sabía lo que le estaba costando decir aquellas palabras y el Teniente también, por la cara que había puesto.

—Dime vuestra ubicación, iremos para allí. 

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Hola!! este ha sido un capítulo corto porque iba a ser parte del anterior, pero al final decidí separar esta parte del anterior capítulo para darle el protagonismo que se merecen los sentimientos que está experimentando Lina. 

¿Qué os ha parecido?. Espero que os haya gustado. 

Os agradezco como siempre el voto en la estrellita. Eso ayuda mucho a los autores a seguir escribiendo. Si sois nuevos en la historia o nunca habéis comentado este es un buen momento para hacerlo y que pueda conocer a las personas que hay detrás de la pantalla leyéndome. 

Besos!! Gracias por leerme. PD.: Os dejo a continuación una escena de este cap. 

 

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Cuando me encuentres (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora