POV LINA
Una cosa era quitarse el aburrido uniforme de militar, y otra cosa era...esto. El teniente me ha provisto de la indumentaria que teníamos que utilizar en el baile: mi vestido no deja mucho a la imaginación. Aunque nadie me fuera a reconocer sabía que todas las miradas se iban a detener en mi escote en uve y en la abertura que dejaba al descubierto una de mis piernas hasta el muslo.
No sé qué puñeteros estilistas tiene el teniente a su disposición pero ir disfrazada de una maléfica moderna hizo que Coco me diera un discurso de la opresión heteropatriarcal y la forma en la que este vestido me denigraba. Bueno...discursos a parte, con el cambio de color de pelo y el satén de color verde esmeralda, no podía negar que me sentía cañón. Y algo de valentía me infundía poder vestirme así, no lo negaré, además de los cuchillos que llevo atados en mi muslo, eso también es un gran punto a favor.
Me ahumé los ojos con unas sombras y me puse algo de labial rojo a juego con mis tacones. Para completar el look coloqué sobre mi pelo rojo arreglado en ondas, una diadema con cuernos negros que se alzaban en espirales hasta enroscarse al final. Lo último que encontré sobre mi cama depositado junto con el vestido y la diadema fue una máscara de color negro que ocultaba la mitad de mi rostro, dejándo al descubierto mis labios y la parte inferiror de los pómulos.
Estoy completamente irreconocible y la curiosidad por ver en qué personaje se convierte el teniente me empuja a salir de mi habitación en su busca. Ahora que lo pienso nunca le he visto sin el uniforme.
Lo encuentro en frente del espejo de la entrada. Reconozco su disfraz en cuanto me acerco.
El dios del inframundo adaptado al siglo XXI. Lleva una corona caída hacia un lado de forma desenfadada sobre su cabeza. Viste un traje negro que se ajusta a la perfección a sus músculos. Y se ha teñido el poco pelo rapado de color azul haciéndo que destaque sus facciones con mayor profundidad. La máscara que lleva me impide ver su expresión.
—Hades —le saludo burlandome con una reverencia. —¿no es un poco pretencioso disfrazarse de un dios?
Me dedica una sonrisa apreciando mi disfraz mientras se dirige a mí para rodearme. Da dos vueltas enteras a mi alrededor comprobando que todo está en orden. Su mirada recorre desde los finos tirantes que dejan al descubierto mis brazos hasta el largo de mi vestido esmeralda que cae hasta en el suelo, ajustándose en la parte de mis caderas. Pero sus ojos se detienen en mi pierna descubierta más tiempo de lo que lo hace con el resto del vestido.
—¿Elegiste tú estos disfraces?
—¿No te gustan?
—Yo no he dicho eso. ¿Dónde están Coco y Chester?
—Ellos no vendrán con nosotros.
—¿Qué?
—Tu amiga y yo hemos tenido una...pequeña discusión en la que ha dejado claro que no permitirá que él se meta en esto, lo que nos lleva a que si vuestro amiguito no colabora, yo tendré serios problemas para justificar su salida de la base.
Entiendo las razones de Coco para mantener a Chester alejado de esta mierda. Ambos han creado algo bueno con su relación y no la culpo por querer alejarle de ese mundo. Pero dudo que Chester no tenga sus propios planes. Aún así no puedo decidir por ella.
—¿Entonces somos solo tú y yo?
—En realidad, cuantas menos personas en el plan, más efectivo será éste.
—¿Y cuál es el plan?
***
El espacio que ocupan los invitados de la fiesta es un amplio salón de bailes con techos abovedados y escaleras de caracol que terminan en la pista de baile. El suelo es de un mármol tan pulido que puedo verme reflejada en él si miro hacia abajo. Las lámparas de cristal dan la sensación de estar mirando un cielo estrellado mientras que la iluminación eléctrica se complementa con algunas velas repartidas por toda la estancia en candelabros que hacen parecer que hemos hecho un viaje al pasado. Las personas que bailan en la pista exudan riqueza y elegancia. Puedo ver sátiros, ninfas, alguna que otra María Antonieta, así como los típicos disfraces de ángeles y demonios pero ricamente adornados con plumas que parecen haber salido de algún tipo de ave exótica. Tampoco faltan los disfraces de dioses de la mitología griega, con los que mi acompañante se mimetiza a la perfección.

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Cuando me encuentres (II)
Romance-Bien, cuando me recuerdes Lina... -Hizo una pausa tratando de coger el aire que le faltaba. Que nos empezaba a faltar a los dos -quiero que lo hagas como la bestia que ves ahora, porque eso es lo que somos.