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POV LINA.

Morgan me dirige una mirada precavida. Es un hombre bien adiestrado y analiza la situación como si yo fuera un animal que en cualquier momento se pudiera volver rabioso, y yo me pregunto si no tengo derecho a estarlo un poco. El dolor y el miedo suelen ir de la mano, y no es la excepción en esta ocasión. Son unos pocos segundos en los que comprendo el alcance de la situación. Ellos se conocen. No fue una casualidad que Morgan estuviera ahí en el momento exacto en que Coco y yo huíamos de la base. ¿Quería realmente ascender?, ¿Tiene un pasado con los Mencía que desconozco?, son demasiadas preguntas que se arremolinan en mi cabeza mientras la disculpa en su mirada se desvanece al dirigirla hacia Leo.

—Lina, no le escuches, quiere desestabilizarte.

Es posible que el teniente tenga razón, pero si Leo creía que sus palabras me iban a afectar se ha equivocado. Hay demasiado en juego como para preocuparme de Morgan en estos momentos. No hace falta que le diga nada, él ha entendido que voy a seguir presentando un frente unido contra ellos.

—Oh, vaya, ¿he metido la pata Cameron? —dice Leo con tono burlón. —Al parecer en esta casa tan bonita hay muchos secretos.

—Cierra la maldita boca. En todos estos años no has aprendido a saber cuando nadie pide tu opinión.

—Tienes razón Cameron, nos estamos desviando del tema principal por el que estamos aquí.

—Estáis desarmados. Estamos apuntando a todo tu escuadrón, así que rendíos y someteos al juicio militar que os espera por vuestra relación con la mafia.

—¿Es un poco hipócrita por tu parte no crees? pero no estoy aquí por eso. Creo que no entiendes que estáis en clara desventaja numérica. Aunque ahora estemos desarmados ¿no creerías que entraríamos aquí sin asegurar toda la casa con explosivos? Si algo me ocurriera, no duraríais ni cinco segundos antes de que detonaran.

Veo cómo el teniente traga saliva. Su mirada viaja por toda la estancia, al igual que la de todos, incluidos los miembros de su escuadrón, como si esa información fuera nueva y valoraran las palabras que acaba de soltar.

—¿Qué es lo que quieres? —Cede finalmente el Morgan.

—A Alexei Borotoj —dice, silenciando a todos los que estamos en la sala y captando la atención del teniente. —Supongo que tus amiguitos ya te habrán puesto al corriente de las ...dificultades que estamos teniendo con Borotoj.

—¿No te estarás planteando en serio que vamos a ayudarte con eso?

—Sí, si queréis salir vivos de esta ciudad. Pensadlo de esta forma: Yo tengo un problema con Borotoj. Vosotros lo tenéis conmigo. Y Borotoj lo tiene contra los dos. Nos libramos de Borotoj y tendremos vía libre en Moscú para centrarnos en nuestras pequeñas Vendettas. Hasta entonces tanto vuestras vidas como las de mi escuadrón se ven amenazadas por la locura de Borotoj. Los CAP han dejado de ser imparciales en esta guerra. Han empezado a venderle armas y se está haciendo con el control de la ciudad, y eso no podemos permitirlo. Además, ¿no creeréis que Alexei es tan tonto como para dejar que militares campen a sus anchas en Moscú? No confía en que no le estéis vigilando.

—He venido por ti no por Borotoj.

—Ya...pero eso él no lo sabe. Y la semilla de la desconfianza ya se ha instalado en su enferma mente. Así que os ofrezco una salida.

El teniente aparta la mirada de Leo, buscando la mía. Es el momento de atacar. Están ocupados atendiendo a las palabras que acaba de pronunciar su comandante y es la única oportunidad que tenemos de terminar de desarmarlos. Chester y el teniente pueden con Leo y la chica a la que ha llamado Mara. Mario es mío. Y los otros dos componentes de su escuadrón no pueden ser rival suficiente una vez vencidos a estos tres. Una vez cortadas las órdenes de su comandante y de Mario, ya no opondrán resistencia. Es ahora o nunca.

Cuando me encuentres (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora