Capítulo XXXII

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-¿Ya estás lista? -preguntó Hazel a Elia, ya en la cubierta.

-Sí -contestó ella, dando saltitos de emoción.

-Pues nos vamos -dijo Leo bajando por la escalera y saltando al suelo.

-No os metáis en problemas -pidió Annabeth.

-Eso es como pedirle a un perro que se comporte como un águila -contestó Leo.

-Lo intentaremos -añadió Hazel para tranquilizarla.

Los tres semidioses desaparecieron entre las calles del pueblo.

-Tenemos que pasar primero por el centro de información que está por allí -dijo Elia, señalando en una dirección.

Al llegar allí cogieron unos folletos informativos de la zona del faro, horarios de visitas guiadas, museos del pueblo y una página entera sobre la historia del pueblo, incluyendo un mapa del mismo.

-El supermercado está aquí -dijo Hazel posando el dedo sobre un punto del mapa.

-Pero primero hay que pasar por el banco, ¿Dónde está? -preguntó Leo.

-A dos manzanas de aquí -señaló un punto del mapa que estaba a tan solo unos metros de su posición. Solo había que seguir la calle todo recto.

-Vale, pues primero al banco -dijo Hazel.

Las calles del pueblo estaban bastante vacías, tan solo se cruzaron con una pareja de ancianos a los que saludaron educadamente. Llegaron al banco sin altercados, lo cual hizo saltar automáticamente las alertas de los tres semidioses, pero no lo comentaron.

-Buenos días -dijo Leo, en español al trabajador que estaba al otro lado del mostrador, -querríamos cambiar estos dólares por euros.

El señor (Lucas, según leyó Elia en su placa de identificación) les miró casi con fastidio, como si hubiesen interrumpido un pensamiento muy profundo e interesante.

-Enseguida -contestó él, en un tono un tanto cortante. Contó el dinero que le habían dado y se marchó con paso apresurado por una puerta de madera que había al fondo de la sala, aprovecharon para echarle un vistazo a la sala, era blanca y luminosa, muy moderna, en una esquina había varias sillas alrededor de una mesa de cristal. Detrás de los mostradores había una puerta de madera, por la que había salido el empleado.

Lucas volvió, seguido de otro señor vestido con traje, por lo que Elia supuso que debía de ser el encargado. Por algún motivo se puso alerta y todos sus sentidos se agudizaron en busca de peligros.

-Me han dicho que queréis realizar una divisa, para cambiar estos dólares por euros -dijo el encargado ajustándose la corbata, como si eso fuese una reunión con los jefes de la empresa. -Vamos a necesitar un documento de identidad, en caso de que no lo tengáis tendremos que mataros.

Hazel no sabía español, pero entendió perfectamente las últimas palabras del encargado, seguramente por el hecho de que ambos empleados empezaron a transformarse en una mezcla de perro, león marino y niño, sus pies eran aletas, sus caras lucían hocicos negros, al igual que sus ojos y orejas puntiagudas, tenían un cuerpo elegante del mismo color negro que el de una foca, sus manos aún conservaban un poco de humanidad, excepto porque tenían unas garras antinaturalmente largas.

-Son telekines -informó Leo, -son divertidos de matar.

Sonrió con su sonrisita de duende y les lanzó una bola de fuego. Hazel desenvainó su Espatha y cargó contra ellos.

-Por fin un poco de acción -murmuró Elia antes de atacar.

Los monstruos quedaron reducidos a cenizas en cuestión de segundos.

La nueva Generación [PJO, HoO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora