Día 2, magia

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Llovía en la ciudad de Los Santos, las calles estaban vacías, poca gente se atrevía a salir con la tormenta que azotaba la zona desde hacía unos días. Horacio miraba por el gran ventanal de la cafetería soltando un gran suspiro, él quería estar descansando en su casa, apenas había gente pero no le quedaba de otra que ir a trabajar.

La puerta se abrió, haciendo que la campanita que estaba sobre ella sonara anunciando la entrada de un nuevo cliente, el de cresta puso su mejor sonrisa y vio como un hombre de dos metros de alto vestido con una camisa gris y pistoleras entraba.

La sonrisa del moreno pasó de una falsa a una real al ver a ese imponente hombre, algo mojado por la lluvia, dirigirse a una mesa vacía apartada de la puerta pero al lado de uno de los grandes ventanales, esperó a que se acomodara en su sitio y simulando tranquilidad se acercó hasta él a pesar de saberse de memoria lo que iba a pedir.

El comisario Viktor Volkov había conocido aquella cafetería por casualidad, había entrado un día y desde entonces volvía casi a diario, era un sitio acogedor, nunca se llenaba demasiado de gente y era perfecto para relajarse después de un día de pesado trabajo, era su rincón seguro de la ciudad.

—Buenas, ¿qué le sirvo? —Volkov levantó la mirada y dedicándole una pequeña sonrisa ordenó lo que siempre solía pedir, tras el asentimiento del chico de cabello colorido que siempre le atendía se quedó solo en aquella mesa.

Aprovechó el momento para sacar un libro que había traído, debido a la poca gente que había era el sitio perfecto para hacer lo que llevaba un tiempo planteándose. En la barra un atontado Horacio miraba cada movimiento que hacía, a veces solo venía y se sentaba en la silla a mirar hacía afuera, otras simplemente miraba su celular o leía, no entendía porque pero había algo en ese hombre que e parecía magnético, no podía dejar de verlo.

—¡Lista la orden de la mesa cuatro! —dijo Gustabo llamando la atención de su hermano que como siempre se había quedado mirando al comisario, él no entendía que veía en ese hombre serio, sin atractivo, con esa cabeza pequeña y ese mal humor pero no podía hacer nada, a fin de cuentas el amor es ciego.

Horacio tomó aire y se vistió con su mejor sonrisa esperando llamar aunque fuera un poco la atención de aquel imponente hombre mientras dejaba su orden en la mesa, por desgracia como era costumbre el ruso estaba demasiado absorto en lo que hacía, aunque esta vez era algo diferente.

La curiosidad ganó a lo que el sentido común decía por lo que no pudo evitar echar un vistazo al libro que el comisario leía llevándose una gran sorpresa al ver de lo que se trataba, jamás esperó que un hombre así estuviera interesado por algo como eso.

—¿Le gusta la magia? —preguntó, no era correcto pero era una buena oportunidad para acercarse al hombre que llevaba días robándole suspiros.

Volkov levantó la mirada al escucharlo, ni siquiera se había dado cuenta de que el chico estaba tan cerca de él como para poder echar un ojo a lo que hacía, Horacio vio enternecido como sus mejillas se teñían de rojo debido a la vergüenza de haber sido descubierto y tuvo que aguantar una risita para no incomodarlo.

—Bueno, no, no del todo —tartamudeó el comisario cerrando el libro de golpe y escondiéndolo debajo de la mesa, como un niño que era pillado haciendo algo mal.

—Comisario, no pasa nada si le gusta la magia, yo sé algún truquito —comentó en un intento de hacer que se calmara un poco, por supuesto no iba a decir que los aprendió para que su hermano pudiera robar a la gente mientras él los hacía, era algo que mejor se guardaba si no quería estropear el momento.

Los ojos del comisario de hielo se abrieron como platos, apoyó ambas manos en la mesa y se levantó de un salto asustando un poco a Horacio que dio un paso hacía atrás por inercia, no esperaba que reaccionara de esa forma.

—¿De verdad? —preguntó con ilusión y el de cresta asintió aún sin entender que decir, de repente Volkov se dio cuenta de lo que había hecho, se sentó y carraspeó mientras se rascaba la nuca—. ¿Podría enseñarme? Algo básico estará bien, por favor.

El menor seguía sin creerse lo que estaba pasando, estaba seguro de que si estaba soñando era el sueño más raro que había tenido en su vida, no podía imaginarse otra explicación para que el comisario más serio de la ciudad le pidiera eso.

Del mismo nerviosismo una carcajada salió de sus labios haciendo que el comisario se sintiera incluso más avergonzado que antes, arrepintiéndose por completo de haber pedido algo tan estúpido.

—Mejor olvídelo, no hace falta que.

—No, lo haré, le enseñaré trucos de magia —interrumpió Horacio sentándose en la silla de enfrente mirándolo con una sonrisa sincera—. Solo no esperaba que alguien como usted estuviera tan interesado en la magia.

Agarró un sobre de azúcar que había traído con la orden, se la enseñó al ruso y bajo su mirada hizo que pasara de una mano a otra con un movimiento, dejando al comisario fascinado.

—No es muy difícil, cualquiera puede aprender si se lo propone —dijo sintiendo el sonrojo en sus mejillas por la forma en la que esos fríos ojos lo miraban impresionados.

—¿Usted cree? Me gustaría aprender algunos para los niños. —Se dejó caer en el asiento pegando la espalda a la acolchada silla y desviando la mirada al ventanal donde se podía ver la lluvia caer.

—¿Los niños? —preguntó dejando notar la curiosidad en su voz.

—Sí, ya sabe, los niños en la ciudad no se acercan a mí porque les doy miedo, pensé que tal vez aprender algo de magia ayudaría a que confiaran un poco en mí, a fin de cuentas soy un agente de la ley, deberían poder acercarse a mí sin sentir miedo. —Horacio lo miraba mientras hablaba mirando al ventanal, algo avergonzado de tener que decir aquello a una persona que ni siquiera lo conocía.

—Comisario, eso es..., muy lindo, hagámoslo juntos.

Volkov fijó su mirada en los bicolores ojos que lo miraban con admiración y asintió con una sonrisa.

—Muchas gracias por ayudarme...

—Horacio, me llamo Horacio —Se presentó, dándose cuenta de que aún no lo había hecho.

—Un placer, Horacio, muchas gracias por ayudarme.

Y así la aburrida tarde de lluvia donde la cafetería estaba vacía se llenó de magia, y no solo la que Horacio le enseñaba al comisario de hielo, la magia de cómo dos personas que estaban destinadas se conocen, la magia de cuando un corazón de hielo se derrite lentamente entre sonrisas, miradas y sobre todo, magia.


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Estaba deseando que leyerais este día, se me ocurrió debido a una escena de un anime que vi hace poco y creo que quedó muy lindo, espero os guste mucho

En fin, nos vemos en el siguiente día ✨(っ◔︣◡◔᷅)っc(◕︣◡◕᷅c)✨

Halloween with you ~VolkacioHorrorMonth~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora