Capítulo 7

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AURORA
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Perdóneme padre porque he pecado y es momento de confesar.
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Baje a la cocina porque ya no quiería estar encerrada, la noche anterior no había querido salir; estaba preocupada de encontrarme con alguno de los hermanos de Calix o incluso con él.

Asi que me puse ropa deportiva y fui a hablar con Carlos o al menos hablar yo. Extrañaba a Tati, tener con quien hablar de todo lo que estaba pasando. Pero no era posible, ni siquiera hablar con ella, llamarla.

Miré a Carlos preparar el desayuno, concentrado en su trabajo, pensé en mi nana. La preocupación y la culpa se instalo en lo profundo de mi pecho.

-¿Calix esta en casa? -le pregunte cuando me paso los huevos, el tocino y las tostadas.

Él me miró una vez y negó.

Carlos era muy lindo, su cabello estaban desordenado y hacia delante, negro con reflejos claros, alto y delgado, sus labios eran carnosos y su cara delgada. Siempre estaba ocupado haciendo algo, debía tener unos 30 años. Me preguntaba qué tan malo era lo que había hecho como para que le cortaran la lengua.

-¿Y sus hermanos? -pregunté otra vez.

Él negó nuevamente.

Respire un poco aliviada pero también aburrida, no sabía que hacer. Sabía que Carlos no me respondería muchas preguntas, en la habitación me aburría y no dejaba de pensar en las personas en mi vida que había abandonando.

Así que después de comer fui a hacer lo que Calix solía hacer todas las mañanas, salí a correr.

Corría agitada pensando en mi hermano.

Cerré los ojos respirando con ansiedad, recordando el día de mi boda con Alex.

-¿Segura que quieres hacer esto? -preguntó mi hermano a mi lado.

Yo estaba vestida de blanco, era el último día que estaría en casa de mis padres.

Sería feliz, todo mejoraría, trataría de ser una buena esposa. Se supone que había estado esperando este momento por años. Alex había cambiado y ya no era tan lindo como antes, pero sería diferente cuando estuviéramos por fin solos y juntos.

Tenía 18 años recién cumplidos y ese sería el día de mi aniversario, todos los años recordaría el día de mi matrimonio, el día de mi primera vez, celebraría ser su esposa.

Cada cumpleaños.

Una y otra vez.

-Si -le dije a mi hermano.

Él tenía un traje negro, estaba tan guapo como siempre.

Siempre sentía su corazón como el mío, su respiración al mismo tiempo que la mía, todos nuestros recuerdos eran juntos.

Él tomó mis manos y nos miramos fijamente, nos reímos como cuando éramos pequeños, el pego su frente a la mía y el sol que entraba en la habitación iluminaba y calentaba nuestra piel, nuestra union.

VENDER MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora