Capítulo 08

85 8 1
                                    

"Amigos"

Chiara Morelli.

Siento mi cuerpo pesado mientras me estiro con las sábanas amontonándose a mis pies. Froto mis ojos y poco después me incorporo. Tomo el móvil para saber qué hora es y se me escapa un pequeño grito ahogado cuando veo que son pasadas la una del mediodía.

Nunca me había levantado tan tarde. Si bien es cierto que apenas pude dormir anoche. Cuando me fuí a mi cuarto asustada por el nivel de estupidez de los dos hombres con los que cené, me dormí en cuestión de minutos, pero poco después me desperté por las fuertes risas de mi hermano y de Gian. No quise decirles nada. Habría privado inconscientemente a mi hermano de su amigo, de su mejor amigo y no quería arruinar su felicidad por mi culpa.

Di vueltas y vueltas, escuchando el sonido de las voces de ellos, pero sin llegar a entender nunca lo que decían. Volví a quedarme dormida un rato y de nuevo, me desvelé. Desde que le dije a mi padre ayer el día exacto en el que me reuniría con Antonello, mi cabeza se ha vuelto pesada y molesta. Anoche me atormentó y me privó de dormir gran parte de la noche.

La segunda vez que me desvelé, estaba todo en silencio, por lo que supuse que Gian se había marchado y mi hermano estaba durmiendo. Ilusa de mí. No sabía que las noches que Gian pasaba aquí se debía a la activa vida sexual de su hermana.

Disfruté el rato que estuve con él, y podría haberme quedado más si no saliese siempre a colación un tema que evito a toda costa. Mi vida, mi familia, mi hogar, mi mafia. Todo eso eran temas que no podía hablar con nadie, ni incluso con mi hermano me gustaba hablar de muchas de esas cosas.

A veces siento que me asfixio al estar aquí. Pensé que sería fácil hacer a un lado mi vida, mi realidad. Pero es imposible. Esa parte de mí corre por mis venas y ocultarla es cada vez más difícil.

Luego de huir del salón, tardé más de lo que me gustaría en volver a dormirme y para mi martirio, sólo conseguí relajar mi cuerpo lo suficiente cuando mi mente traicionera me mostró una mirada azulada.

Salgo agitada de mi cuarto, buscando a mi hermano. Sus clases de surf no tienen un horario fijo, pues las olas no siempre están a las mismas horas. Sin embargo, ayer me avisó de que hoy se iría cerca del mediodía para pillar el mar revuelto que había previsto el tiempo.

— ¿Carlo?

Entro a su dormitorio, algo desordenado. Miro en el baño aunque la puerta está abierta y el pequeño espacio vacío. Llego al salón y no veo a nadie en la cocina, pero cuando me acerco al sofá, me sorprendo de ver el cuerpo de Gian allí, aún tumbado y durmiendo.

Echo un rápido vistazo a mi alrededor y cuando no localizo a mi hermano, deduzco que ya se ha ido. Le envío un mensaje, aunque sé que no lo va a leer si está en el agua, regañándole por no haberme avisado antes de irse.

Vuelvo mi vista hacia el sofá. Me prohíbo babear ante las gloriosas vistas que el policía me deja ver. Sigue vestido con la misma ropa que vino ayer, unos pantalones de chándal largos y una camiseta de manga corta. Sus fuertes piernas, aprensadas por el pantalón, resaltan con tanta claridad que juro que me desmayaré si un día consigo ver al Giancito, como Francesca lo llama, en su total desnudez. Una fuerte erección amenaza con reventar la parte superior del pantalón.

Contengo mi jadeo para no despertarlo, pero no me privo de acercarme a él, rodeando el sofá. Mantengo una distancia prudente y sigo escaneando su cuerpo con libertad, sabiendo que no tendré que enfrentarme a algún comentario jocoso de su parte.

La camiseta se ha subido un poco revelando la marcada tableta de abdominales que se marcan el muy imbécil y una pronunciada V, en la que no quiero ni pensar en cómo termina. Uno de sus brazos está detrás de su cabeza haciendo de almohada, marcando unos bíceps muy envidiables por la población masculina, y el otro está sobre su abdomen, sobre la parte que cubre la camiseta. Como si su subconsciente lo hiciera a caso hecho para seguir exhibiendo.

Mafia Italiana | Herederos 2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora