Capítulo 11

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"Vuelta a casa"

Chiara Morelli.

El pasillo está sorprendentemente vacío cuando salgo del ascensor. Un hombre gira encerrándose en una habitación del pasillo. Efectivamente, es la hora del desayuno y todos han dejado sus puestos para ir a la cafetería.

Compruebo por milésima vez que no hay cámaras y recorro el pasillo hasta llegar al cruce dónde Bianca señaló hacia la puerta custodiada. Camino con lentitud, sin levantar sospechas, aunque la falta de uniforme ya sería algo alarmante, pero igualmente no me dejo intimidar por la situación.

Tomo mi móvil del bolso y lo llevo hacia mi oreja mientras finjo una conversación. Al llegar al cruce hay dos nuevos pasillos perpendiculares, uno a cada lado. Observo inocentemente hacia la izquierda mientras balbuceo unas absurdas palabras para mí sola. En la puerta que antes se encontraba custodiada por dos hombres ahora solo hay un hombre. Seguramente el otro fue a desayunar.

Tanteo mi bolsillo comprobando que tengo lo necesario antes de tropezar, intencionadamente, en el pasillo.

— ¡Mierda! — Llevo mis manos a mi tobillo.

— ¿Se encuentra bien? — El hombre que custodia la puerta se acerca corriendo hacia mí. — No se mueva, voy a comprobar que no se haya roto nada.

Se agacha y toma mi tobillo entre sus manos. Presiona algunos puntos y gimoteo cuando toca el tendón. Se incorpora y me extiende su mano.

— Por suerte no se ha hecho nada, pero tiene que tener más cuidado, señorita.

Tomo su mano y antes de que me incorpore, desvío mi pierna hacia su tobillo, provocando la fuerza necesaria para no romperle nada y provocar que su agarre en mí se debilite y caiga de boca. Suena un golpe sordo al impactar su cabeza contra el suelo. Y mientras está delirando por el golpe, saco la jeringuilla con un leve somnífero que en cuanto se lo inyecto en el cuello, termina por dejarlo inconsciente.

Sacudo mis manos en mis pantalones y termino por levantarme. Miro hacia todos lados comprobando que nadie me ha visto, o si no, estaría en graves problemas. Tomo los tobillos del hombre y lo arrastro hasta la puerta.

Como esta no sea la habitación de interrogatorios donde tienen a Angelo, habré perdido mi oportunidad.

Tomo el pomo con mi mano y lo inclino lentamente hacia abajo. Vuelvo a mirar hacia los lados y compruebo que tampoco hay cámaras por los alrededores. Todo despejado. Abro la puerta y una tenue luz ilumina la habitación. Una enorme mesa metálica en el centro de la mesa, con dos sillas a su alrededor. Detrás de la mesa y sentado en una de ellas se encuentra Angelo Caruso.

Su atención está puesta en el suelo, no hace ningún movimiento, mostrando indiferencia.

Muy bien.

Tomo el cuerpo del guardia y lo arrastro hacia la habitación, es entonces cuando alza su vista y me observa. Su mirada pasa por una multitud de emociones hasta detenerse en el reconocimiento y desesperación.

— ¿Chiara? ¿¡Qué mierda haces aquí?! — Se incorpora aunque no puede moverse por las cadenas que cubren sus muñecas y lo atan a la mesa. Su voz suena más grave de lo que recordaba y es una clara prueba de que ha mantenido su juramento. — ¡Tienes que marcharte! ¿¡Cómo se te ha ocurrido venir?! ¿Acaso tu padre ha perdido la cabeza?

Cierro la puerta detrás de mí y dejo el cuerpo inconsciente del guardia tirado en el suelo. Me acerco a Angelo corriendo. Su cabello usualmente rapado ha crecido varios centímetros y la barba elegante y bien arreglada se ha vuelto una maraña de pelos desordenada.

Mafia Italiana | Herederos 2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora