Capítulo 13

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"Antonello Santoro"

Chiara Morelli.

Ajusto la liga en mi muslo oculta bajo la tela de mi vestido. La pistola presionada contra la piel de mi muslo desnudo. Un seguro de vida.

Incluso con el arma, aún me siento desarmada, pero mi padre me avisó de que no podía llevar nada a la vista y lo único poco visible era esta liga con la pistola. Además, si tengo que correr en algún momento, ir con varias armas en mis muslos no facilitará la tarea.

Doy un último vistazo a mi silueta en el espejo de mi dormitorio. El azul cielo de mi vestido se ajusta en mi pecho para luego caer cómodamente hasta mis tobillos. Uno de mis hombros descubiertos y el otro cubierto de una manga casi traslúcida que se engancha en mi muñeca.

Un vestido demasiado conservador y clásico, casi parezco sacada de varios siglos atrás y colocada en una sociedad bastante más avanzada. Mi peinado tampoco ayuda, atado en un extraño moño en mi nuca y algunos mechones de mi flequillo adornando mi rostro.

Para darle algo de mi estilo, he pasado de las bases de maquillaje que me presentaba la maquilladora que muy amablemente, nótese el sarcasmo, me ha enviado Antonello y he decidido maquillarme yo sola, sin cargarme de cremas y polvos, casi al natural, como me gusta a mí.

Bufo ante el espejo. Porque aunque me veo hermosa, no me gusta estarlo para conocer a un prometido que en ningún momento he pedido.

Espanto esos pensamientos lúgubres antes de darme media vuelta y tomar mi bolso. Al salir de la casa, el coche de negocios de mi padre, una lujosa limosina, me espera. Mi padre está al lado, acompañado por dos de sus guardias y por Gabriella y Adriano. Los cinco lucen serios y eso no ayuda a mis nervios.

En otra situación, trataría de bromear y posiblemente aligerar el ambiente, pero ni siquiera yo estoy de humor para eso. Los guardias se alejan dándonos nuestro espacio cuando me acerco a mi padre.

— Antes que nada. — Comienza mi padre. — Quiero que sepas que no tienes porque hacer esto, puedes simplemente negarte y gustosamente me iría a una guerra por tí.

Agradezco sus palabras, pero niego.

— Lo haré papá. — Tomo sus manos. — Tú tomaste una decisión hace varios años para salvarnos la vida y yo pienso devolverte ese favor.

— Chiara no...

— Papá, voy a hacerlo. Voy a ir a ese barco y voy a montarme para tener una cena con Antonello. Voy a conocerlo y dentro de unas semanas me casaré con él.

— No, lo conocerás y si verdaderamente no te sientes segura de hacer esto tras conocerlo, se anulará todo. Tal vez, podamos llegar a un acuerdo con él.

Sé que en este mundo, no hay segundas oportunidades. Este es el acuerdo que se pacto hace años y nada ni nadie podrá anularlo, ni aunque ambas partes cedamos. Hay mucha más gente de por medio y soldados que pueden negarse y rebelarse.

Sin embargo, para contentar a mi padre, asiento y esbozo mi mejor sonrisa convincente.

— De acuerdo.

Parece que parte de su tensión se disipa cuando acepto y me aprieta mis manos con más fuerza.

— No es un mal hombre y puedo prometerte que no te hará nada. — Abre la puerta y ambos nos montamos. Poco después el coche arranca y comienza a salir de la urbanización. — Estaréis solos en el barco.

— Bueno y el capitán del barco.

— No, solo los dos. Él sabe manejar y decidió que sería una velada más tranquila si solo estábais los dos en ese barco. Apenas os alejaréis del puerto. Prácticamente todos nuestros soldados estarán en la orilla, camuflados y vigilando.

Mafia Italiana | Herederos 2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora