Capítulo 03

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"Absurdo acuerdo"

Gian Mancini.

Los miércoles son nuestros días para ir a la playa. Generalmente, Carlo no trabaja ese día como monitor de surf, y Francesca siempre suele cerrar la heladería en la que trabaja ese día, por lo que el único que tiene problemas para compaginar nuestros días de playa con el trabajo, soy yo.

A pesar de todo, después de dos semanas sin poder venir, este miércoles he conseguido tomarme el día libre y pienso disfrutarlo como ninguno.

Pierdo mi vista en la inmensidad del mar. Hoy el mar está un poco revuelto, por lo que hay olas más que suficientes para coger una tabla de surf y perderse entre ellas.

— Venga vamos, hay que aprovecharlas, antes de que el mar se calme.

Carlo y su descarada hermana, Chiara, se marchan hacia la cabaña donde se encuentra el negocio de mi amigo. Allí guardan todas las tablas de surf, junto con los trajes de neopreno, entre otras cosas. Francesca y yo caminamos detrás de ellos, así que aprovecho la situación para observar con total audacia el redondo culo de la rubia que se esconde en unos prietos pantalones cortos de chándal.

— Vas a espantarla cómo sigas insinuándote de esa forma. — Miro a la pelinegra.

— ¿Yo espantarla? Esa eres tú, no seas tan borde. La pobre acaba de llegar y trata de acercarse a su hermano.

— Sabes que soy así, no tengo nada en contra de ella.

— Ya pero ella no te conoce.

Frunce sus cejas mientras me mira.

— Tampoco conoce tu insaciable apetito sexual y ahí estás, provocándola.

Chasqueo mi lengua.

— Si alguien provoca aquí, es ella.

Aún siento la calidez de sus labios contra los míos. Nunca una mujer había jugado así conmigo y eso solo hace que tenga más ganas de ir tras ella.

— Sí, seguro. — Su risa irónica provoca que mi sonrisa crezca. — Huelo tu testosterona desde aquí. — Agita su mano delante de la nariz. — Y por eso, prefiero a las chicas. Somos más sutiles.

No puedo contenerme la risa. Francesca es tan directa y desvergonzada que me encanta pasar el rato con ella. Admito que su actitud muchas veces espanta a la gente, pero no puede evitarlo, es tan antisocial y desconfiada.

Al llegar a la cabaña, nosotros dos vamos directos a los vestuarios, cogiendo el neopreno, mientras Carlo le explica a Chiara algunas cosas básicas para que elija la tabla correcta y el neopreno. Una vez en el vestuario me obligo a relajarme.

Desde que he conocido a Chiara hace tan solo un día, tengo un serio problema con mis partes íntimas. Yo trato de ordenarle una cosa, y ella va por libre. Y es que no puedo sacármela de la cabeza, casi me siento obsesionado con ella. Quiero culpar mi constante excitación y deseo de que llevo más de una semana sin acostarme con nadie, pero sé que es una excusa patética, ya que la chica es pura lujuria andante.

Sus ojos verdes me persiguieron ayer durante toda mi jornada laboral e incluso en mis sueños. La mirada lasciva que me dedico en el ascensor, su cuerpo contra el mío en el suelo del apartamento de Carlo, sus tetas. Madremia sus tetas, me faltó un segundo más para lanzarme contra ellas, pero no quería asustarla. Incluso como se aferro a mi pecho cuando le dió ese extraño ataque de pánico.

Me tiré todo el día de ayer deseando que llegase hoy, porque sabía que iría a casa de su hermano. Es más, casi siempre estoy allí con él. Hasta hace una semana incluso dormía en la misma cama en la que ahora le pertenece a ella.

Mafia Italiana | Herederos 2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora