Capitulo Ocho.

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Kai parpadeó malhumorado, alejando la somnolencia al tiempo que esos mismos labios que lo habían despertado volvían a posarse sobre su mejilla con dulzura. Varios besos fueron repartidos alrededor de su boca, por sus mejillas, pero sin tocar en ningún momento totalmente sus labios. Frustrado, estrechó los ojos hacia el castaño que lo miraba sonriente a solo unos centimetros de distancia.

Nee se rió de su expresión—. Veo que realmente estabas disfrutando de tu pequeña siesta, ¿eh?

Ignorandolo, miró al exterior intentando aclarar su visión empañada por el sueño antes de fruncirle el ceño al paisaje verde del otro lado del cristal—. ¿Donde estamos?

—En algún lugar lejos de Londres —evadió—. Te dormiste a mitad de camino, parecias cansado así que no quise despertarte.

—No dormí mucho anoche —murmuró, volviendo a mirar afuera—. ¿No vas a decirme donde nos encontramos?

—No, porque si te lo dijera, tendrías la tentación de marcharte y no puedo permitir eso. Esto se trata de un secuestro, que te marches sería contraproducente.

Kai rodó los ojos—. ¿En serio crees que me has secuestrado? Si deseo marcharme entonces lo haré y no puedes impedirmelo.

—Adelante entonces, no pensaba impedirtelo —se alejó de la puerta del pasajero, donde había estado de pie, dandole vía libre para hacer exactamente eso—. Pero creo que deberías saber que el pueblo más cercano queda a más de cuarenta minutos a pie y no tienes ni idea que dirección tomar para llegar. Que el único vehiculo por aquí es este y yo tengo las llaves, al igual que tengo el único telefono funcional en mi bolsillo, lejos de tus manitos.

Frunciendo el ceño, palmeó sus bolsillos, encontrandolos vacios—. ¿Me quitaste mi telefono?

—Lo confisqué —sonrió—. Se supone que las personas cautivas no tengan contacto con el exterior, de eso se trata todo.

—Todo esto se trata de tu obsesión poco saludable.

Eso no disminuyó su alegría—. Da lo mismo, aun así, sigues estando secuestrado —con un último pequeño beso en su mejilla, se alejó hacia la valija del auto—. Ahora que despertaste, ayudame a llevar las cosas dentro de la casa.

Desabrochando el cinturón de seguridad, se inclinó hacia la consola y miró a través de parabrisas. Su boca cayó abierta de la sorpresa al ver una hermosa cabaña de varios pisos refugiada bajo frondosos árboles. Era obvio que había sido construida hacia poco, no tenía ese espiritú avejentado de las que había visto antes, eso y que los grandes ventanales repartidos en los tres pisos le decían que, o había sido remodelada o era simplemente nueva. Había una breve escalera que daba a un porche cerrado, donde varias sillas estaban acomodadas y macetas con coloridas plantas habían sido colocadas estrategicamente.

Era hermoso.

—¡Kai! —Nee apuró—. ¿Vas a ayudarme o te quedarás allí sentado con cara de tonto todo el día?

—Sabes, las personas secuestradas tampoco ayudan a sus captores, esto es abuso de poder —murmuró, deslizadose fuera y acercandose al castaño—. ¿De quién es la casa?

—De mi familia. —dejó un pequeño beso en su mejilla antes de lanzar los dos bolsos en sus manos sobre sus hombros—. Lleva a Draco, está en su transportín en los asientos traseros.

—¿Trajiste a tu gato? —preguntó, aun cuando hacia lo pedido. Los fastidiados ojos verdes del felino lo miraron a través de la red cuando llegó a él—. Hola, Draco, bebé.

El gato maulló, devolviendole el saludo a su manera.

—Por supuesto que lo traje, es mi secuaz —Nee lo dijo como si fuese obvio. Mirandolo sobre él hombro, esperó por él hasta que cerró la puerta del auto y se unió a él, con el transportin en brazos—. Además, no confío en mis hermanos para cuidarlo, la última vez que se los dejé, Silas jaló su cola tan fuerte que desapareció de casa por varios días. Tuve que salir a buscarlo, hasta coloqué volantes con una recompensa. Al final, apareció solo cuando quiso hacerlo.

Desde que te vi |Nilo/Kai|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora