Capitulo Treinta y Uno.

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 —Creo que deberiamos casarnos antes de que nazca el bebé.

De pie en la puerta de la habitación, Nee mantuvo sus dedos fuertemente cerrados alrededor de la pálida taza que contenía el oscuro líquido que prometía despertar su mente y ponerlo en marcha, al tiempo que examinaba aquel pensamiento con cuidado. Durante las tres semanas que le siguieron a su propuesta, se había mantenido haciendo planes mentales para su futuro, intentando crear algo solido que le permitiese cierta sensación de control sobre toda la situación.

Sabía que la sensación de paz y serenidad que había obtenido durante las últimas semanas no eran más que la calma que precede a la tormenta. Había estado teniendo el presentimiento de que su pequeña burbuja de tranquilidad estallaría pronto y debía estar preparado para el golpe de realidad que recibiría. Había estado actuando de escudo entre Kai y el resto del mundo, demasiado preocupado por la seguridad de su bebé como para atreverse a dejar pasar siquiera una palabra mal intencionada hacia la pequeña familia que estaba formando. Su hijo solo debía conocer lo que era el amor y la tranqulidad, no iba a permitir que ningun otro sentimiento negativo lo tocara siquiera antes de ver el mundo.

El inusual silencio que los padres de Kai habían estado manteniendo tenía su piel erizandose. Nada bueno podía provenir de eso, había visto lo suficiente el canal de animales para ver lo que todos los depredadores tenían en común con un ser humano con malas intenciones: siempre parecian ser extremadamente sigilosos antes de lanzar el golpe mortal.

Nunca dejaría de que eso llegara a Kai, se había prometido a si mismo muchas veces, que si algún día tenía la oportunidad de tener al joven en su vida, entonces lo protegería con uñas y dientes de ser necesario. Y lo haría. Había conocido el lado malo de la vida siendo demasiado joven y debil para defenderse de todo el daño que había quedado grabado en su memoria. Eso había sucedido hacia demasiado tiempo, y aunque las heridas de esa epoca se sentían frescas, ya no era un pequeño niño indefenso, no lo sería jamás. Y el hombre fuerte que le devolvía la mirada desde el espejo cada día, jamás permitiría que siquiera una pizca de ese dolor tocara a su familia.

—¿En serio? —la voz de Kai lo sacudió de sus pensamientos, empujandolo a centrarse en el rostro del joven que apareció entre las mantas apiladas sobre cojines.

Desde que Nee había creado la pequeña habitación refugio, Kai pocas veces dormía en la habitación principal, prefiriendo arrastrarlo hasta allí y esconderse bajo las mantas para pasar la noche. Nee no había podido evitar burlarse de él un poco, comenzando a decirle apodos como "gatito" o "conejito", por la forma en que había creado una especie de nido en aquella habitación. Lo único que esperaba era que no se le ocurriera tener al bebé allí, las cosas se complicarian bastante de decidir copiar también esos habitos de los tiernos animalitos.

Clavando la uña en el bordado de un cojin cercano, Kai pareció meditar sobre eso por un largo momento antes de volver a mirarlo—. Cuando hablamos sobre esto antes, dijiste que querías que todos tus conocidos y seres queridos estuviesen presentes. Siendo quién eres, estoy seguro de que eso será una larga lista. Lo cual conlleva a una fiesta grande, con muchos detalles que llevará tiempo organizar, Nee, no creo que logremos armar todo antes dé a luz.

—Al contrario de lo que crees, mi lista no es tan larga en realidad —descansando el hombro en el marco de la puerta, hizo un rápido conteo mental—. Contando niños y bebes, son cerca de treinta personas.

Kai arqueó una ceja en su dirección—. ¿Seguro que no te olvidas de nadie?

—Mis padres y mis hermanos, mis tíos y mis primos, Bastián, Jacky y Milo —enlistó—. No, estoy seguro de que no estoy olvidandome de nadie.

Desde que te vi |Nilo/Kai|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora