Pequeño inconveniente

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No era una de esas personales normales que usaba alarma como despertador, el mío y sin vergüenza era mi mamá.

Aunque estaba consciente de mi irresponsabilidad con diecisiete años de edad.

Pero esa vez, algo sonó.

Eso fue la punta de lanza para que despertara. Seguía sonando, incesante, demasiado cerca de mis oídos. Hice el esfuerzo y tanteé la mesa de luz hasta encontrar al maldito.
Sentí las sábanas de un material muy delicado, de seda. La cama era mucho más cómoda de lo normal y hasta olía diferente, como a flores aromáticas.

Entré en pánico y abrí los ojos bruscamente.

Una figura de mujer al lado mío, emitió un leve ronquido. Pestañeé para tratar de salir del sueño, pero al pasar los minutos y ver que todo seguía igual, pegué un salto, uno que terminó en el piso.

— Alex, ¿estás bien?

Su voz era muy dulce.

— Que... ¿Qué es todo esto? — pregunté frotándome la cabeza para calmar el dolor.

La chica sonrió al verme en el suelo y me tendió su mano para subir a la cama.

Ignoré su ayuda y subí por mi propia cuenta. Como pude, hice un paneo de la habitación. Era un departamento repleto de ventanas donde el sol golpeaba los vidrios. Me acerqué atónito al ventanal que daba la mejor vista. Otro rascacielos dibujaba mi reflejo. Gire mi cabeza y ella seguía en el mismo lugar.

— No me gusta esta broma— dije seriamente mirándola a los ojos.

—Amor, te caíste y...

—¿Amor? — Interrumpí.

La chica desconocida pero raramente conocida se acercó a mi intentando calmarme, no le iba a dar confianza para eso.

— Déjame verte— dijo al tiempo que quiso tocar mi frente.

Di un paso atrás, asustado, esquivando estar cerca de ella.

—Ni siquiera se tu nombre— murmuré.

— Voy a llamar al médico. Me estas asustando.

—¡No! — grité e inspiré aliento—Estoy bien, solo que no te conozco y no sé qué hago en este lugar.

Su mirada de preocupación cambió rotundamente.

— La que no está para chistes soy yo.

—Quiero ir a mi casa.

— ¡Alexander! — subió el tono de voz— hace más de un año que vivimos en este lugar, soy tu novia.

¿Novia? Cerré los ojos apretándolos fuerte para saber si estaba en mis cabales.

— Yo... necesito irme—murmuré.

Pasé por su lado ignorando cada palabra que me dirigía porque hacían sentirme aún más loco. Fui al vestidor y solo hallé trajes muy finos de todos los colores.

—¿Dónde están mis bermudas? ¿Y la remera de Bob Esponja? — pregunté para parecer normal.

—¡¿Que estás diciendo, Alex?!

Tomé el primer traje a lunares blancos en busca de una salida.

—No quiero que estés conmigo — volví a mirarla a los ojos.

Ella asintió. Sus ojos color cielo parecían nublarse. Se dirigió al baño y logro permanecer ahí durante un buen rato.

Tomé las fuerzas necesarias para comenzar a investigar que pastilla o delirio mental estaban causando estragos en mi vida.

Sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora