Largo viaje

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La lluvia caía sin precedentes, al igual que mi angustia. Todos estaban completamente aterrados, imaginado y reflexionando qué es la vida.
Y la vida es así: no avisa, solo nos regala unos cuantos minutos. El secreto está en saber aprovecharlos, ya sea con poco o mucho pero lo más importante, con la gente que nos tocó amar.

Daba mi vida por un minuto más, para sentirla cerquita de mi, para contarle todos mis miedos y los que estaba sintiendo en ese momento.

Selene apretó fuerte mi mano, no quería que la soltara porque sentía caer.

Al principio fue reírme de mi mismo por ser un fracaso pero después me di cuenta que no fue mi culpa.

Levanté la mirada y pude ver de lejos a mi papá . Su rostro estaba cubierto de lágrimas, curtido por el dolor de una vida sin ella.
Mantuvimos fija la mirada hasta que por fin, el dio el primer paso.
No tenía ganas de preguntarle acerca de esa vez que nos encontramos, solo necesitaba un hombro donde llorar.

—Alex— susurró en medio de las lágrimas, haciendo un esfuerzo por sonreír.

No dije nada, solo abrí mis brazos para compartir nuestro dolor. Entre llanto y desaliento .

—No te culpes, hijo.

Hijo.

¿Como sabía?

—No te culpes, hijo—repitió— aún hay tiempo para ser felices. No sé cómo pero por algo seguimos vivos.

—No puedo más— sollocé.

—Tranquilo— me dijo acariciándome el pelo.

—Estoy tranquilo, solo no sé cuánto tiempo más voy a soportar.

— Todo lo que sea necesario.

Selene se acercó y con una sonrisa, a pesar de las lágrimas, se presentó como "mi persona especial".

—Ella es Selene, mi novia.— dije por fin.

Sele abrió los ojos, y el también. Ambos se sorprendieron pero no por mi confesión sino por la cara de felicidad entre tanto dolor. No podía evitar mostrar que ella me daba esperanzas.

Después de lo peor, salimos en completo silencio los tres. El se ofreció llevarla hasta su casa, lo cual todos accedimos con un rotundo si. Era de noche para dejarla sola, a pesar de que su casa estaba literalmente a 4 cuadras de la mía.
No quería compañía, no por menospreciarla sino porque necesitaba de soledad absoluta.

Antes de entrar por esa maldita puerta, la que ella nunca iba a volver, la voz de mi papá me detuvo.

—Alex, ¿no te gustaría dormir hoy en mi departamento?

Giré sobre mis hombros, con la mano en el picaporte. Hasta que después de unos segundos de duda pude responder.

—Claro.

Sus ojos se iluminaron y con una sonrisa abrió la puerta del auto.
El viaje fue lento, pesado y muy doloroso. Su departamento estaba a treinta minutos de la ciudad. Se alejaba de todo pero de fácil acceso. Nunca había pisado ese pueblo tan desolado, aunque era de noche se podía notar las pocas viviendas.
Hasta que me animé a preguntar sobre nuestra relación de padre e hijo. Primero luché con mi mente hasta que pensé en voz alta.
—¿Cómo nos llevamos?— preguntó el levantando una ceja—Normal,Alex.
No tenía muchas ganas de conversar. Pero yo necesitaba despojar mis pensamientos.

—¿Y qué te parece Sele?

Mi pregunta lo desconcertó aun más.

—¿La chica? Tu... ¿Novia?

Asentí con una sonrisa.

—Parece una buena chica.

Dejó salir un suspiro.

¿Te acordás lo que te conté sobre ella hace un tiempo?

Fue solo un momento donde dejó de mirar hacia el volante y centró sus ojos en mi.

—Por supuesto que me acuerdo.

Respiré hondo y le conté sobre ella. Todo el viaje. Le conté cuánto la quería y lo feliz que iba a ser mamá sabiendo de su existencia.

Sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora