Caída

4 2 0
                                        


Fue un abrir y cerrar de ojos. Por momentos creí haber estado en el mismo lugar, abrazando a Lucas y por ver a mamá, pero no fue así.

 El frío del invierno era evidente. El ventanal enorme dejaba ver la totalidad de árboles. Nada más. La habitación era muy moderna y minimalista con piso flotante, tecnología por doquier y pintura fresca. Recorrí dormido toda la casa, al parecer estaba solo. Solo en medio de la nada. Un escalofrío recorrió mi cuerpo porque no quería volver a estar en soledad, alejado del ruido.

¿Qué nos deparará el mañana?

Mantenía la calma en cada sorbo de café, al lado de la chimenea. Encendí el televisor para sentirme acompañado y con tostadas logré quitarme un poco el sueño. Miré la pantalla del celular para ver algún mensaje esperanzador, la señal era débil. Me levanté de un salto y fui en busca de abrigo. Una habitación solo para la ropa era más grande que la cocina de Lucas y Mariana. Revisé por curiosidad si todo pertenecía a una persona, al parecer así lo era. Nada daba indicios a qué me dedicaba o cómo había logrado llegar a tener semejante casa. En el garaje dos camionetas 4x4 brillaban en gran manera. Mi verdadera mamá me había insistido a que sacara el registro de conducir. Siempre ponía excusas de que no tenía auto, en realidad era por cobarde, pero con insistencia, ella logro su objetivo.

Todo era nuevo. Y algunas cosas las veía buenas. Excepto la soledad.

Encendí el motor y me alejé del bosque. Una ruta llana y desértica guio mi destino. Pensaba en mamá, en su preocupación al no estar ahí.

Cada día buscaba su nombre en todos los lugares donde despertaba y sin rastro alguno abandonaba mi fracasada búsqueda.

Frené en una estación de servicio. Al parecer me encontraba en Mendoza, una provincia hermosa de Argentina.

Sabía que estaba cerca de Buenos Aires para encontrar a mamá, pero no quería arriesgarme a mucho cuando las probabilidades eran escasas. Entre al shop, recorrí cada góndola, ido en mis pensamientos. Tomé por instinto un par de papas Lay's, Doritos y Coca- Cola para acompañar. Llegué a la caja y busqué la billetera. La cajera me miraba de reojo, desconfiando.

—Buenos días— saludé con total normalidad.

Ella respondió lo mismo seriamente.

—Creo que olvidé la billetera— dije rendido.

—Oh, no te preocupes Alex. Esto es algo común en vos. Por cierto, ¿estás sobrio?

Mi expresión de idiota le robó una sonrisa.

—¿Me conoces? — tartamudeé.

—¡Qué pregunta! — soltó una carcajada— siempre haces las compras por estos lugares, sé que vives a cinco minutos, solo, en una hermosa casa y nunca me diste tu número.

—¿Y por qué preguntaste si estaba sobrio? — pregunté tratando de olvidar lo anterior.

Bueno...— se puso seria nuevamente— quizás tengas un poco de alcohol encima y no quiero hacerte enojar—negué con la cabeza y siguió— desde la muerte de tu mamá empezaste con este vicio. Una vez te salvamos la vida con mi compañero, estabas tan borracho que te sacamos la camioneta porque eras un peligro. Traté de memorizar si en algún momento había visto una botella de alcohol en la cocina, o en la habitación.

—¿Hace cuánto fue todo esto?

—¿Lo del casi accidente?

—No, lo de mi mamá—respondí en seco.

Ella entrecerró los ojos recordando.

—Creo que... dos años.

Trague saliva. Una muerte era lo que menos quería escuchar.

Sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora