3. Del amor al adiós.

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Italia, ciudad de Como.

Alessia.

La mañana en Como nos recibe con una leve brisa fresca que me eriza la piel al abrir el ventanal de mi habitación y me despabila un poco del sueño. Aprovecho que todavía es temprano para despertar a Alondra, tomo esos minutos para afrontar la ropa que me voy a poner para ir a la oficina y darme un baño antes de que se haga la hora.

Ya en el baño empiezo a desnudarme dejando la ropa sucio en el sesto y abro la canilla de la ducha dejando que el agua caliente envuelva cada parte de mi cuerpo. Trato de relajarme masajeando mi cabeza con el shampoo de lavanda haciendo espuma en mi pelo pero no así lo logro, de solo pensar la cantidad de trabajo programado para hoy ya me estresa. Unos minutos más faltaron para terminar de bañarme y seguir con mi limpieza facial.

Termino por prenderme el último botón de la camisa cuando la última alarma suena, es hora de despertar a la caprichosa. Salgo de mi habitación dirigiéndome a la suya, encontrándome con la misma imagen de siempre. La mitad de las sábanas tiradas en el piso junto con algunos almohadones, su cuerpo desparramado en la cama con un brazo colgando y su pelo enredado tapando su cara. Sin hacer mucho ruido con los zapatos de tacón que llevo puesto me acerco a su cama y me tiro sobre ella sin ser muy brusca escuchándola quejarse.

- ¿No tenes una forma más linda de despertarme? Siempre que duermo en tu casa es lo mismo. - Se queja mientras me empuja a un lado de la cama.

- Ya tendrías que estar acostumbrada, porque mi forma de despertarte no va a cambiar. - De respuesta recibo un pellizco en mi brazo. - Levántate que se te va a hacer tarde para el colegio. Te voy a preparar el desayuno. - Dejo un beso en su frente y salgo de su habitación, escuchándola resongar por lo temprano que es.

Alondra es mi hermana menor de dieciséis años y la única. Mi madre quedó embarazada de mi a los veinte años, fue una sorpresa para toda la familia al ser padres tan jóvenes pero aún así me recibieron con los brazos y cumpliendo con mis caprichos desde que era una bebé. Catorce años después llegó Alondra que se convirtió en mi todo, compartiendo muchas cosas con ella a pesar de la diferencia de edad. Es un ser lleno de luz, aveces es insoportable pero la amo tal y como es.

- Quiero volver a la vida que teníamos en Argentina. Allá todo era más divertido, ¿por qué tuvimos que volver? - Ahí está la Alondra de mal humor de todas las mañanas.

- Porque somos de acá, nacimos y vivimos unos pocos años en esta ciudad y porque nuestra familia completa es Italina. Si fuimos a Argentina a vivir por doce años fue por el trabajo de nuestro padre y ahora volvimos a la vida que teníamos antes, pero algunas cosas cambian.

- Muchas cosas cambiaron, como el que ahora sos la dueña del bufete de abogados que construyó el abuelo, pero ¿es eso lo que querés en tu vida? Si no es así sabes que no hay necesidad de complacer a nuestros padres haciendo lo que ellos quieren que hagas. - La miro con ternura, ella es un apoyo incondicional para mi.

- ¿Alguna vez hice algo para complacer a nuestros padres? - Alondra niega sonriendo. - Esta no es la excepción. Decidí estudiar abogacía porque es lo que me gusta, es lo que desee desde chiquita y ahora estoy cumpliendo con lo que quería hacer.

- Me alegra que hagas lo que te gusta y espero lo mismo para mi pero no en Italia, sino en Argentina. - Le paso las tostadas con la taza de chocolate.

- ¿Hay algo que pasó allá y no me contaste? - Le doy un mordisco a la frutilla esperando una respuesta pero me encuentro con una sonrisa divertida.

- Nada fuera de lugar, solamente extraño todo de allá. La próxima vez me podes llevar con vos.

- Si te dejan nuestros padres te llevo. Pero ahora te apuras que no quiero llegar tarde a la oficina.

Ella | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora