13. La sorpresa.

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Italia, ciudad de Como.

Venecia.

Despierto a las siete de la mañana sintiendo mi cuerpo adolorido por todo el desgaste de ayer, al llegar a la casa no llegamos ni a la habitación cuando Alessia me tomó y me hizo suya sobre uno de los sillones no se cuantas veces y se volvió a repetir en la habitación cuando tuvimos fuerzas para subir las escaleras. Y es por eso que ahora siento mis piernas como flanes y mis brazos sin fuerza por haberla cargado contra una pared para poseerla sin compasión y lo peor de todo es que repetiría todo de nuevo sin importarme mi estado físico.

La rubia está de espaldas a mi durmiendo plácidamente con una fina sábana que apenas cubre su desnudez, algunos mechones de su pelo cubriendo su hermoso rostro, sus labios levemente hinchados por los besos descolocados de ayer. Se ve tan hermosa y tranquila durmiendo que transmite mucha paz y no quiero despegarme de ella en este momento y en ningún otro.

Soy muy afortunada de conocer a una mujer como ella.

Salgo de la cama sin ser escandalosa para no despertarla y que se arruine lo que tengo preparado para ella. Agarro lo primero que encuentro que es una de sus camisas que estaba en un sillón de la habitación y me la pongo para no andar desnuda por la casa. Bajo al primer piso buscando mi celular para llamar a la amiga de Alessia y terminar de organizarnos.

- Alguien esta un poco ansiosa. Son las siete de la mañana, morocha. - Ese es el saludo que me da Noa al contestar la llamada.

- Para ser tan temprano estas muy alegre, ¿no? - Puede ser que sepa la razón de su alegramiento.

- Voy a ver a mis amigas y a Sofía, eso aclara porque estoy feliz. - Y sí, tenía razón.

- Con respecto a eso, necesito que busques a las chicas del aeropuerto. Yo tengo que preparar la maleta antes de que se despierte Alessia. - Le pido, ayer no tuve tiempo de hacerlo y tampoco quería que la rubia ande detrás mío preguntando para que son las maletas.

- ¿Qué le hiciste a mi amiga para que no se despierte? - Pregunta y es que es raro que Alessia siga durmiendo cuando todos los días se levanta super temprano.

- Lo mismo que le vas a hacer a la mía hoy. - Respondí a al segundo se escucha su risa.

- Entiendo. Yo busco a las chicas y nos vamos directo para el lugar y los esperamos allá.

- Gracias, te debo una.

- Con que mantengas a mi amiga contenta me alcanza. - El doble sentido de sus palabras se nota a leguas. - Adiós, morocha. - Corta la llamada antes de que pueda contestarle.

Subo las escaleras de nuevo para empezar a preparar las cosas lo antes posible, busco mi maleta dentro del closet y la empiezo a llenar con su ropa y la mía, poniendo lo justo y necesario para pasar el día fuera de la casa. Una vez que tengo las cosas listas vuelvo a la cama para despertar a la bella durmiente que entre sueños se movió quedando boca arriba y con su torso destapado.

Me siento a horcajadas sobre ella que se mueve bajo mío, me inclino más hacia la rubia para besar sus mejillas, la piel de su cuello, entre medio de sus pechos escuchando sus suspiros. Sonrío sin dejar de besar su cuerpo y bajando cada vez más, quedo entre medio de sus piernas que se abren un poco más dándome mejor acceso a su intimidad.

Paso mis dedos por sus labios que se mueven con facilidad por lo mojada que esta, al levantar la mirada me encuentro con ese mar azulado que me descoloca por completo al igual que su sonrisa. Mis dedos se mueven por todo su centro hasta acariciar su clítoris con mi pulgar convirtiendo sus suspiros en gemidos, pero mi objetivo no es darle un buen orgasmo mañanero, es otro muy distinto.

Ella | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora