Prólogo.

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Sonrío al ver a mis sobrinos más pequeños jugar entre ellos. Toda la familia estaba reunida para celebrar mi cumpleaños número cuarenta y cinco. Sevastien y yo, tenemos una diferencia de tres meses, por lo que estamos a la par casi de edad.

—Este cabrón puede cumplir cien años y no se le va a notar.

Me río ante la queja de Enzo, le muestro mi dedo del medio a lo que responde con una señal igual, su esposa a su lado lo golpea en el abdomen.

—Eros, están los niños.

Nuevamente, me señala.

—Él lo hace y nadie le dice nada— se queja— ¿Porque siempre término siendo yo el regañado?.

—Por que ya eres padre, estúpido— espeto— hay que darles un buen ejemplo a los mocositos.

—¡JA!— exclama Becker— como si tú fueras un buen ejemplo, cabrón.

Llevo a una mano a mi pecho, fingiendo ofensa mientras sonrío.

—Por algo, yo soy el tío favorito— respondo dándole un trago a mi cerveza— oigan, ustedes se encargan de criar a sus hijos, mientras que yo me encargo de echarlos a perder.

Un pequeño tirón de mi pantalón me hace mirar hacia abajo; sonrío al ver esos ojos azules grisáceos que me miran con curiosidad.

—Tío, ¿me cargas?

Mi sonrisa se ensancha, cuando estira sus brazos en mi dirección.

—Claro que sí, princesa.

Dejo la cerveza a un lado, para ponerme de pie y tomar a la pequeña princesa en mis brazos. Se ríe cuando la alzo en el aire un par de veces, escucho la voz de su padre a mis espaldas.

—¡Serguei! ¡La niña acaba de comer! ¡Si vomita tu vas a limpiar el desastre!

Ignoro las quejas y exclamaciones de Sevastien, me concentro solo en la pequeña entre mis brazos.

—Te quiedo, tío.

Beso su mejilla regordeta, se ríe.

—Yo también, Cal— respondo— ¿Quién es tu tío favorito?

—¡Tú tío!

Todos refunfuñan en alto, me río al ver sus caras.

—Está ya cayó también— dice Rea— ya ni le hagan la lucha, Serguei ya se llevó a todos los niños.

—¿Hasta ahora lo dudas, cuñada?— digo— Calipso, dame esos cinco.

La pequeña princesa roja, choca su mano con la mía. Sus ojos azules me miran con mucha atención y curiosidad.

Calipso Stirling.

La última heredera de los Reyes de la Bratva.

Una pequeña que se convirtió en mi perdición y en la de Sevastien, en cuanto vimos esos ojos azules; sabíamos que íbamos a sobre protegerla de todo mal aunque estemos rodeados del mismo.

—Oye, tío Serguei.

Me giro ante la voz de los adolescentes Becker y Stirling, los más grandes herederos pero un tornado andante. Pateo el balón que rueda por el piso.

—¿Una partida?

—Prepárense para perder, mocosos— espeto— puedo estar viejo, pero sigo entero.

—¡Niños! ¡Pateen el trasero de su tío!

Fulmino con la mirada al estúpido ruso que tengo como mejor amigo y hermano. En cambio, él solo se ríe mostrándome su cerveza. Pongo a la pequeña princesa en el piso.

Votiakov: La historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora