Capítulo 01

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Novosibirsk, Rusia.

Serguei, 4 años.

Cubro mis oídos para amortiguar el sonido de los golpes de un cinturón que se escuchan en la pequeña sala maltrecha que tenemos en la casa, mis ojos se llenan de lágrimas mientras cubro mi boca ahora para no soltar sollozos de miedo ante los gritos agónicos de dolor de mi mami, ante los golpes que le proporciona el monstruo que vive con nosotros.

Varias lágrimas se deslizan por mis mejillas, pero me esfuerzo para no hacer un ruido que alerte mi presencia del monstruo, escucho como mi mami se sigue quejando por el dolor mientras que ese hombre, le sigue gritando muchas cosas a la cara.

—¡Eres una puta inservible! ¡Ni siquiera sabes hacer algo bien con tu patética vida!

—Por favor...— mami le pide entre lágrimas— no más, por favor.

—¡Cállate, estúpida!

No más...

Ya no le hagas daño a mi mami, por favor.

Con esas palabras pido silenciosamente a que ese monstruo se canse de ella y la deje en paz, pego mis rodillas más a mi pecho y no dejo de morder mis labios tan fuerte para que no salga algún sonido de mi boca hasta el punto en que siento algo ferroso en mi paladar, pero no me importa el dolor que me llega a la boca, no digo nada por miedo a que me haga más a daño por hacer sufrir a mi mami.

Ella me quiere.

Y siempre me pone a salvo de las garras del monstruo.

No debería sacrificarse por mí, pero aún así, lo hace por querer verme bien con una pequeña sonrisa, aunque le cuesta la suya cada día que pasa a lado de ese monstruo.

Los gritos y sollozos de mi mami se hacen más fuertes hasta que siguen bajando su intensidad al igual que el sonido del cinturón, el monstruo debe estar cansándose de lo borracho que está para golpear a mi madre.

Me muevo un poco de mi lugar y me arrastro con mis rodillas debajo de la mesa hasta llegar a una pequeña abertura que tiene el mantel, para ver lo que ocurre con mami y ver si ella está bien. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, al ver que apenas puede moverse por los golpes y parte de su rostro tiene algo rojo, emito un pequeño sollozo que a duras penas puedo alcanzar a cubrir.

La risa del monstruo hace eco en la sala antes de que sus pasos pesados comiencen a moverse lentamente hacia mi dirección, me muevo hacia atrás con la respiración ligeramente entrecortada, hasta que mi espalda pega con la pata de la mesa, llevo mis rodillas al pecho y cubro mi boca para no emitir algún sonido, cierro mis ojos.

Por favor, que no me vea.

¡Que no me vea!

—Así que...— su risa se hace más fuerte—¿La pequeña ratita que tienes como hijo está aquí?

—No...— escucho que responde mami— no está aquí, Ilias. Salió a jugar con sus amigos de la calle, te lo juro. Estoy sola aquí...

—No te creo...— responde con cierta burla— esa ratita no tiene amigos, se la pasa pegado como garrapata contigo por que lo mimas demasiado, en vez, de darle la educación que se merece y que le voy a enseñar.

—No le hagas daño, es un niño...— pide con dolor mi mami.

—Mejor, que desde temprano aprenda a ser un hombre en la vida— se ríe de nuevo— ahora...¿dónde estás pequeña ratita? No puedes esconderte por mucho tiempo, te voy a encontrar.

Por favor, que no me encuentre.

Que no lo haga.

¡Que no lo haga!

Votiakov: La historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora