Serguei, 25 años.
Moscú, Rusia.
Ruedo los ojos ante los gemidos y jadeos que logro escuchar a través del vidrio que separa la cabina de los asientos traseros de la camioneta, mientras que mis manos aprietan un poco el volante y tengo que contar hasta diez, para no cometer la estupidez de frenar de golpe para que el estúpido de mi hermano y su novia— o mejor dicho, su prometida —dejen de follar como conejos desesperados en mi camioneta, contaminándola de sus gérmenes.
—Alaska...— escucho el gruñido de mi hermano, bufo por lo bajo—. ¡Mierda, amor!
—¡Sevastien!— esta vez, el gemido agudo de Alaska, llega a mis oídos y mis manos, se aprietan en el volante—. No te detengas, cariño.
Joder.
Que puto asco.
Había evitado las escenas y sonido sexuales en los que estuvieran involucrado mi hermano con maestría, para que llegue esta zor...
Nuevamente, me corrijo.
Para que esta mujer que no soporto por más de cinco minutos, venga a atormentar mis oídos con sus gemidos escandalosos, mismos que los hace de forma intencionada en ese volumen, para que los escuche.
Me detengo en un semáforo mientras que los conejos pubertos y hormonales, siguen follando como si no hubiera mañana, durante todo el trayecto a la casa de los Stirling, mismos que nos esperaban para la comida donde el imbécil de mi hermano, anunciaría que se casaba con la menor de los Smirnov, firmando un tratado de paz entre ambas familias.
Aunque haya un acuerdo de paz, dudo que Oleg Smirnov, se conforme con ser solamente el "cuñado" de Sevastien Stirling. Había estudiado su comportamiento, carácter y movimientos, era un hombre avaricioso que ansiaba un poder más grande del que puede manejar.
Incluso en los dos años que lleva mi hermano con su hermana, sigo desconfiando de forma constante el hecho de que le haya dado luz verde a Sevastien, para salir con Alaska al punto en que iban a casarse.
Nada con los Smirnov, es confiable.
Ni siquiera Alaska Smirnova, esa mujer desde el momento en que la conocí, tenía algo que me hacía desconfiar por completo de ella. Era una espinita que se había hecho grande, con el paso de los últimos dos años.
Mi instinto me dice que algo oculta, pero por más que he revisado en sus antecedentes e indagado con todos mis contactos, pero nadie encuentra nada sobre ella, ni siquiera una maldita multa de tráfico.
Podría ser que mi instinto, por una vez, esté fallando al decirme que hay algo raro en ella, pero es imposible. En mis veinticinco años, nunca me ha fallado en la dirección que tomo para mi vida, y esta vez, no tendrá que ser la excepción.
Sea lo que sea que Alaska Smirnova, oculte, lo descubriré.
Tarde o temprano, algunas verdades salen a la luz, y en nuestro mundo, nada puede quedar oculto.
Simplemente, tengo que buscar una forma diferente de encontrar la fuente de la espina que tengo a mi costado acerca de esa mujer.
Probablemente, tendría que pedirle ayuda a Artem, él es bueno en la mierda de buscar el pasado de las personas, por más limpias que se vean. Siempre encuentra la manera de localizar algo sucio de su próxima víctima.
El ruido de los gemidos, jadeos y gruñidos de mi hermano con su prometida, vuelven a sacarme de mis pensamientos y nuevamente, ruedo los ojos ante lo escandaloso que se están tornando las cosas con ese par.
Aprovechando que el semáforo se encuentra en rojo aún, abro la pequeña maleta negra que tengo siempre tengo en el piso del asiento del copiloto y saco los grandes cascos para escuchar música y me los coloco en las orejas, sonrío antes de cambiar la configuración de mi bluetooth y la música, pasa a reproducirse en mis oídos.
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Votiakov: La historia.
General FictionNacemos. Vivimos. Y morimos como todos los humanos. Ese no es mi caso. Yo nací y morí en vida. Y sigo estando muerto. Miro a las personas más cercanas a mí. Ellos encontraron una pareja con la cual pasar el resto de su vida. Casarse y tener hijos...