Sevastien, 19 años.
Moscú, Rusia.
Mierda. Mierda. Mierda.
Joder, que no esté muerto.
Por favor, que no esté muerto.
Me repito ese mantra tantas veces en mi mente, mientras que prácticamente corro hacia el cuerpo que se encuentra tirado en medio del bosque, cubierto por una capa de nieve y sin importarme, sí me resbalo y caigo, no detengo mi andar hacia él.
Por favor, por favor, por favor que no esté muerto.
No podría con su pérdida.
No puedo con su pérdida, a duras penas pude con la muerte de mamá.
La suya, terminará por destrozarme.
No seré tan fuerte, sí este idiota se le ocurre dejar de respirar y dejarme muerto en vida con su ausencia.
—¡Hermano!— no dejo de gritar para que me escuche, mientras me abro paso ante la espesa y gruesa capa de nieve—. ¡Serguei!
Maldita sea, no puedo perderlo.
A él, no.
La tormenta de nieve se hace cada vez más fuerte, los copos de nieve cubren cada una de las pisadas que dejo con mi andar y mis pulmones, resienten un poco el frío ambiente al respirar con la boca abierta, pero eso tampoco, me importa.
Solo necesito llegar a mi hermano.
—¡Serguei!— vuelvo a gritar, a la par que me encuentro cada vez más cerca—. ¡Hermano!
Finalmente, logro llegar hacia donde se encuentra el cuerpo desnudo de Serguei, y me quedo congelado, en el momento en que puedo apreciar toda la escena. Por un momento, siento como el estómago se me revuelve, mientras que mi mente tarda en procesar lo que mis ojos están viendo.
¿Que...?
La respiración se me entrecorta de golpe, formando un halo helado en el aire, pero sigo sin procesar con claridad la escena que tengo frente a mí, o más bien, el estado del cuerpo del hombre que ha sido mi hermano por más de diez años.
Lucifer santo.
Ni siquiera tengo palabras para describirlo, en realidad, estoy tan conmocionado que me cuesta reaccionar por unos segundos, mirando fijamente el estado de mi hermano.
¿Qué te hicieron, Serguei?
Aún con la respiración entrecortada, detallo la escena de forma rápida y por un momento, siento como la bilis se me sube a la garganta, al ver cada una de las heridas, cortes y quemaduras que tenía alrededor de su cuerpo mientras que un gran charco de sangre se formaba debajo de él, mismo que crecía y crecía con el paso de los segundos.
Pero lo que más me alarma, es ver el charco de sangre que se forma debajo de su entrepierna, donde su rastro comienza desde en medio de sus nalgas, donde tenía varias marcas y heridas en su piel.
Toda su piel tenía heridas, pero todas venían de las cicatrices que tenía desde el momento en que lo conocí. Como si se las hubieran abierto con el propósito de hacerle recordar algo, y algo se me asienta en el estómago, ante la única posibilidad que se me cruza por la cabeza.
Misma que me ha estado rondando por la cabeza en los diez años que nos llevamos conociendo, prácticamente desde el momento en que comencé a conocer todo de él.
La tormenta de nieve, había hecho su trabajo en cubrir parte de su cuerpo desnudo, como sí su propósito haya sido dejarlo tirado en medio de la nada, para que muriera de hipotermia con la próxima tormenta de nieve.
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Votiakov: La historia.
Ficção GeralNacemos. Vivimos. Y morimos como todos los humanos. Ese no es mi caso. Yo nací y morí en vida. Y sigo estando muerto. Miro a las personas más cercanas a mí. Ellos encontraron una pareja con la cual pasar el resto de su vida. Casarse y tener hijos...