Capítulo 19

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Serguei, 27 años.

Abril.

Cinco de la mañana.

Estiro mi brazo para apagar la alarma del reloj, antes de estirarme en mi propia cama mientras que un gruñido somnoliento sale de mis labios y termino soltando un suspiro bajo, hasta que finalmente, me incorporo en busca de comenzar otro día.

Tardo un par de minutos en quitarme el resto del sueño, y salir de la cama para comenzar el nuevo día, antes de darme una ducha rápida y colocarme algo de ropa deportiva. Era jueves, lo que significaba que hoy tocaba carrera y combate de cuerpo, antes de que Sevastien se despertara a hacer su rutina de todos los días.

Bajo las escaleras del gran apartamento en que estábamos viviendo actualmente, y no me sorprende ver a Emilia ya despierta y movilizando a todo el personal del lugar para mantener limpio e impecable el departamento, al igual que controlaba a detalle cada una de las comidas y dietas de mi hermano.

—Buenos días, nana— saludo en el momento en que entro a la cocina, mientras le acepto el batido verde que me extiende, y hago todo mi esfuerzo para no hacer una mueca ante el sabor picante del jengibre en el batido—. Demonios, está picante.

—Creo que me pasé la mano con el jengibre.

—Un poco— digo antes de darle un trago profundo y terminarlo de una, me estremezco ante el sabor fuerte, lavo el vaso antes de abrir el refrigerador y sacar una botella de agua fría—. Estaré en el gimnasio, avísame cuando Sevastien se despierte.

—Por supuesto, cariño— sonríe en mi dirección, hago lo mismo antes de depositar un beso casto en su mejilla—. Con cuidado.

—Claro.

Salgo de la cocina para montarme en el ascensor y selecciono la planta de arriba, misma donde se encuentra el ascensor, antes de que mire el reloj en mi muñeca, sabiendo que tengo el tiempo justo para hacer los entrenamientos y ejercicio necesario de este día, mientras que repaso mentalmente lo que hay en la agenda de Sevastien el día de hoy.

Suelto un pequeño suspiro, ante el listado de cosas que tenemos que hacer el día de hoy.

Este día promete ser algo largo.

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En el momento en que entro al gimnasio que tiene el edificio, me sorprendo un poco al ver la persona que se encuentra aquí, observando cómo termina de ajustarse las vendas negras que cubren sus nudillos.

—Temprano por la mañana, hermano.

—Pesadillas— responde en tono ligeramente seco y frío, mismo al que me había acostumbrado con el paso de los últimos dos años.

La vidas de todos en la familia Stirling, habían cambiado de forma drástica desde aquella noche hace dos años. Ninguno de nosotros era el mismo, nos habíamos vuelto mucho más desconfiados y Sevastien, se había convertido en un témpano de hielo que ni el sol de Egipto, podría derretir su humor tan oscuro con la vida.

La última vez que vi a mi hermano destrozado, fue esa noche en su habitación, desde entonces, se había encargado de crear una armadura tan sólida y fría al punto en que parecía casi un robot sin sentimientos, era raro que bajara la guardia con una sonrisa que no fuera dentro del apartamento.

Alaska Smirnova, había destruido por completo a mi hermano y era una mierda que estuviera muerta, para no hacerle pagar como se merece por haber jodido a Sevastien, como lo hizo.

No negaré que al principio, era preocupante que con el paso de los días desde esa noche, mi hermano comenzara a ser más frío y seco con los demás, incluso tenía cierta reservas con todos los miembros de nuestra familia.

Votiakov: La historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora