Capítulo 12

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Serguei, 19 años.

Diciembre.

—Es todo por la clase del día de hoy, pueden retirarse, jóvenes. Recuerden que para la semana entrante, necesito que me muestren sus trabajos finales— el profesor de teoría en derecho, sonríe en nuestra dirección con cierta burla—. A menos que quiera pasar navidad en un aula, respondiendo un examen— todos hacemos ruidos de horror, el profesor se ríe—. Eso creí, chicos. Nos vemos la próxima semana.

Finalmente, todos comenzamos a marcharnos del aula y cuelgo mi mochila en uno de mis hombros, misma que tiene parte de mis apuntes y el portátil que uso para los trabajos mientras que Sevastien, termina de hacer lo mismo.

Esperamos por un par de segundos a que el mar de personas que se amontonan en la entrada del aula, se despeje un poco, antes de que ambos salgamos también y el ruido familiar de las charlas que se producen en los pasillos, llega a mis oídos, pero Sevastien, no tarda mucho en llamar mi atención.

—¿Puedes creer que hemos sobrevivido a un semestre en la universidad?— inquiere, río por lo bajo antes de que asienta.

—Y sin peleas, hermano— respondo, se ríe—. Primer semestre que no tengo que golpear a nadie, por tener que cuidarte el culo, Sev.

—¿Sabes que puedo cuidarme solo?

—Lo sé— aseguro—, pero eres demasiado arrogante e insufrible, cuando tan siquiera una pequeña gota de sangre cae en tu ropa.

Mi hermano resopla y me río, cuando veo como rueda los ojos antes de que se encoja de hombros.

—Mi ropa es demasiado cara, para que se vea manchada por la sangre asquerosa de esos seres insignificantes.

Esta vez, soy yo quien rueda los ojos.

—¿Y el futuro Rey Rojo de la Bratva es arrogante?— inquiero en evidente sarcasmo, Sev, se ríe por lo bajo—. Noo, ¿cómo crees? Simplemente, hace que me manche las manos de sangre por él, porque el señor, odia la sangre ajena que no sea la suya en su ropa de Gucci.

Sevastien, palmea mi espalda como si me estuviera felicitando y me mira con falsa alegría, resoplo.

—¡Me alegro que finalmente lo hayas comprendido, hermano!— exclama, antes de que choque su hombro con el mío—. Y por cierto, no era un traje Gucci, era Valentino.

Arqueo una ceja en su dirección.

—¿Tengo cara de que sé marca de ropa?

—Obviamente, no— refuta, niego divertido—. Pero uno de los dos, debe saberlas y obviamente, tiene que ser la persona que impone moda en nuestro mundo. Osea, yo mismo— sonríe con cierta malicia—. Sobre todo, cuando se trata de regalar lencería bonita para las nenas. Un regalo que nunca falla, hermano.

Hago una pequeña mueca, antes de soltar un suspiro, porque no puedo evitar darle la razón acerca de ese argumento.

—Odio decirlo, pero es cierto.

—Yo siempre tengo la razón, hermano.

Vuelvo a poner los ojos en blanco.

—Sí te gusta creer eso, ¿quién soy yo para contradecirte?— refuto con una pregunta—. Tenga razón o no, no cambia los hechos de que eres un idiota.

—Lo sé, pero soy un buen idiota.

Me quedo en silencio por un par de segundos, analizando sus palabras antes de asentir en su dirección.

—Touché— respondo.

Sevastien, se ríe y seguimos con nuestro pasillo en dirección a la biblioteca. Lugar donde pasamos la mayor parte de nuestro día, antes de que comience nuestro horario para las clases de negocios internacionales.

Votiakov: La historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora