Capítulo 10

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Siento una mano acariciando mi antebrazo. Algo aturdida y con las fuerzas bajo mínimos, voy abriendo poco a poco los ojos hasta encontrarme con una cara que me resulta familiar y que me recibe con una gran sonrisa que hace que los latidos de mi corazón sean más y más rápidos.

Gillian besa mi frente y me ayuda a incorporarme un poco.

—¿Quieres un poquito de agua?

—Sí, por favor.

Agarra una botella, desenrosca el tapón y me ayuda a beber. El fluido refresca mi garganta seca y mi boca pastosa, activando un poco mi organismo.

—¿Cómo te encuentras?

—Fuera de juego. ¿Qué ha pasado?

—Has sufrido una bajada de azúcar—da a conocer una voz grave. El profesor Collins está justo al otro lado de la camilla de la enfermería. Y en la pared del fondo está Sam, con un palillo de madera entre los dientes, contemplándome con una sonrisita—. La próxima vez trata de desayunar algo antes de hacer deporte y, sobre todo, de hacer bien los calentamientos.

—Lo haré.

—Tus habilidades deportivas han caído en picado. Tienes que hacer algo más de deporte si quieres rendir lo necesario en cada prueba. —Palidezco ante la idea de hacer más deporte teniendo en cuenta que hace un rato me he desmayado delante de toda la clase—. Sam Crawford, sorprendentemente, se ha ofrecido voluntario a ayudarte con ese aspecto. Así que entrenarás con él de ahora en adelante fuera del horario escolar.

Mi cabeza se mueve sola hacia el susodicho y entrecierro los ojos. Eso hace que asome una gran sonrisa de satisfacción en sus labios que me saca de quicio.

—Yo te ayudaré en todo lo que pueda también, princesa.

Gillian me da un beso en los labios.

—Ahora volved a clase.

—¿Qué hay de las pruebas físicas?

—Acabaron hace media hora. Lo siento, pero no las has superado. Confío en que vuelvas a presentarte cuando mejore tu rendimiento físico.

El gemelo caballeroso me coge en brazos y me lleva en volandas hasta que nos encontramos fuera de la enfermería.

—¿Qué toca ahora?

—Historia. —Muerde su labio inferior y me mira con la cabeza algo cabizbaja. Extiende sus brazos y se aferra a mis manos con cariño—. Pero no quiero entrar a clases sin haber hablado antes contigo.

—A mí también me gustaría hablar contigo.

—Tú primero.

—¿Por qué no me contaste lo de Cathy?

—Es un asunto que le corresponde a Sam tratar. Y sé que él es un libro cerrado y te conozco a ti y sé que querrías ayudarle. No quiero que te hagas daño a ti misma enfrentándote a un imposible.

—Él nunca me lo contará.

—Quizás esté bien así. De alguna forma, intenta protegerse a sí mismo y a ti. Remover el pasado no suele traer nada bueno.

Asiento una sola vez.

—A mí me gustaría disculparme por no haberte podido ayudar como me hubiera gustado hacer anoche. También por la forma en la que te hablé, empujándote a hacer algo que no querías hacer. Estuvo fuera de lugar. Fue egoísta. Solo pensaba en tu bienestar y no en lo que tú querías.

—Solo tratabas de salvarme.

—Pero no lo hice bien. Así que, lo siento mucho.

—Estás más que perdonado. Pero no nos enfademos más y tampoco nos distanciemos, odio cuando lo hacemos.

Celest Saywell y los 80: Cartas a Celestina (PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora